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Cine bélico ruso: ¿nostalgia o réquiem por la historia?
En los últimos años, el despertar de la cinematografía rusa contemporánea —en especial su predilección por el cine de género que en buena medida coloca énfasis en las hazañas cívicas, deportivas, militares, médicas o científicas del pasado histórico soviético— pretende radicalizar el sentimiento patriótico-nacionalista en las más jóvenes generaciones del país.
El espaldarazo estatal intenta minar el predominio de la oferta cultural estadounidense que se ha apoderado del mercado local, de ahí que cuando ocurre un estreno de filmes con este propósito, las autoridades animen a los espectadores potenciales a acudir en masa a las proyecciones en todo el país.
La intención es más que expedita: el conocimiento de la historia local, las hazañas del pasado lejano e inmediato, sus mitos y la trascendencia sociopolítica que hizo posible la grandeza de la nación rusa son tenidas como prioridad dentro de una estrategia cultural a gran escala que busca fortalecer, hoy día, la defensa de los valores patrióticos en una sociedad que desde 1991 decidió un camino alternativo a su entonces ideología comunista.
Filmes comoSalyut-7 (KlimShipenko, 2017), KV1: almas de hierro (KonstantinMaximov, 2018), La conquista de Siberia (Igor Zaytsev,2019), T-34 (AlekseySídorov, 2019) o la más reciente AK-47 (KonstantinBuslov, 2020) son apenas una lista minúscula.
Según un viejo cable de la BBC, se dice que el propio Vladimir Putin asistió al prestreno de Los 28 hombres de Panfílov (AndreyShalopa y Kim Druzhinin, 2016), un filme por el cual el Kremlin desembolsó aproximadamente dos millones de dólares y cuya producción respondía a la necesidad de esclarecer el mito respecto al pasaje histórico que aborda.
La trama se ocupa de apenas un suceso relacionado con la defensa de Moscú ante el avance de las tropas alemanas durante la Gran Guerra Patria, en el mes de noviembre de 1941. El mayor general Iván Panfílov, con apenas 28 miembros de la 316 división de fusileros del Ejército Rojo, recibió la misión de detener a varias compañías de tanques alemanes. A pesar de la superioridad tecnológica y militar del enemigo, los soviéticos desarrollaron una táctica de defensa encomiable cuya hazaña, finalizada la guerra, fue acrecentada por la propaganda soviética y sus estridencias permanecen intactas en el imaginario popular hasta el día de hoy.
Investigaciones recientes aseguran que, al contrario de lo que se creía, sí hubo sobrevivientes de los hechos y eso es lo que intenta corregir la película en su final. Amén de la excesiva retórica de su propaganda nacionalista, Los 28 hombres de Panfílov tiene el mérito de retomar una narrativa que se aparta de todo efectismo grandilocuente, de la espectacularización de la violencia que casi siempre convierte el brillo de la hazaña en un fuego fatuo. Antes bien prefiere la sobriedad del ritmo dramático, atemperar sus lecciones de Historia sin las protuberancias del artificio.
Sin embargo, su problema mayor es que no deja de ser, con mucho, una lección de cartilla y manual, y pasa por alto que el cine es más que un debate en torno a las diferencias conceptuales entre país, tierra y nación, como si se leyera un viejo compendio de teoría marxista-leninista impreso por alguna editorial soviética.
Quizás en esos añejos folletos, AndreyShalopa, quien rubrica también el guion de esta película, encontró su inspiración para los diálogos, de ahí que la ausencia de toda profundidad psicológica en la caracterización de los personajes quede resumida a la expresividad del valor, la demostración de músculo y adrenalina sin el más leve asomo de temor ante la muerte.
En ese empeño, el cine bélico ruso más reciente consigue su más alto grado de notoriedad al tiempo que desnuda su talón de Aquiles.Apenas algunos títulos, como el ya mencionado filme de KonstantinMaximov y dos o tres que se me escapan, son excepciones de la regla con un relativo valor estético.
Cuando este tipo de cine sacrifica las exigencias para un detenimiento dramático en aras de un propósito más “dúctil”, según se vea, por lo regular todo intento de amplificar sus valores en las particularidades otras que lo distinguen en lo específico cinematográfico termina como un acto de sinsentido por parte del crítico. Todavía más tratándose del cine bélico ruso, que ya cuenta con una tradición reconocida en el género, en el que casi siempre el sustento de su producción legitima la calidad de la puesta.
Eso sucede con este filme de Shalopa y Druzhinin, al que no le pondré reparos por el hecho —sorprendente al menos para mí— de que haya decidido estallar nada más y nada menos que toda una exploración artillera con un efectismo minimalista. Digamos que la grandilocuencia que se esperaba de ella no van más allá de su planicie estilística, en su subordinación formal a la moraleja histórica mientras su ideología sedimenta el articulado de un cine-panfleto.
Te digo mi nota: un 3, ni más ni menos, sin mucho esfuerzo.
Culpa del desborde de su retórica política que lo mismo levanta una moral rusa que ahuyenta a un espectador de la sala. Hay que ser estoicos, la verdad, como esos valientes soldados de Panfílov, cuando todo ese discurso de tribuna simula el traqueteo de una ametralladora.
Puede que a Putin y a los rusos les venga de perilla, pero a mí me resulta fatal.