NOTICIA
El trastorno de Lindy
La actriz inglesa Kate Beckinsale cumplió el pasado 26 de julio 48 años. Para la heroína, entre otras, de Van Helsing (2004) y la saga de Underworld (2006-2012) seguir la nómina de protagonistas del rango de Sigourney Weaver, Linda Hamilton, Daryl Hannah, Angelina Jolie, Charlize Theron, Rachel Weisz, Uma Thurman, Cate Blanchett, ¿Saoirse Ronan? —Saoirse Ronan en Hanna (2011), por supuesto—… ha sido un reto.
Y hay que decir que lo ha afrontado de maravilla, considerando que no ha desempeñado papeles más moderados. Sin ser una Weaver, por ejemplo, capaz de camuflarse en cualquier personaje que se le presente, así sea drama, comedia o terror, Beckinsale sale bastante airosa. La culpa tal vez recaiga en esos directores que la han encasillado en papeles de chica bella pero dura y explosiva. No en balde el reciente trabajo para Impacto (Jolt, 2021), de Tanya Wexler, filme exhibido recientemente en La película del sábado.
“Lindy era muy irritable. Si la provocaban, estallaba. Hasta que no pudiera controlarse no le serviría a nadie. Comenzó su vida como rata de laboratorio. Los resultados fueron mixtos”. Ténganse muy presente la palabra mixtos. Pues así será esta película. La voz en off del inicio de la película quiere ser más explicativa que la variante documentalista. Relata los orígenes del trastorno de Lindy (Kate Beckinsale), la protagonista, el que es catalogado con exactitud trastorno explosivo intermitente. En efecto, es así ella. Sin embargo, lo que también escuchamos sobre lo que es normal o no es lo que, acaso indirectamente, la directora quiere venderte como idea desde el arranque del relato: no verás una película de acción “normal”. ¿Película de acción? Por favor, todas la tienen.
Asimismo, esa intermitencia que define la perturbación de la guardaespaldas Lindy espera el espectador encontrarla a cada rato como acontece, empero distante del conflicto mayor que demora en hacer acto de presencia. Es cuanto se espera de esta clase de películas. Pero no: la intermitencia no es tal. Aquí predomina acaparamiento sobre todo para más allá de la mitad de la historia. ¿Acaparamiento de qué? De las esperadas escenas de violencia y alarde coreográfico. De lo primero hay un tanto; de lo segundo, casi nada. ¿Por qué no se aprovecharon —como se esperaba— las habilidades de pelea de la Beckinsale?
En su afán de querer ser una película diferente, Impacto incurre en un sensacionalismo promocional que después falta en la totalidad. Se asemeja más a tráiler que contraviene el argumento de la obra, la narración y la razón de ser de sus personajes. Cuanto presenta notifica pronto lo que va a suceder. Es irónico que sea tan previsible en lo infrecuente. Ensaya la sorpresa en lo que no se ha visto y, sin embargo, uno sabe ocurrirá.
Lindy, para colmo, aspira a duras penas a tener un costado feminista que no se puede sostener ni en su personaje principal y menos por ser unas película dirigida por una mujer. A estas alturas, eso es feminismo pioneril y de manual de tercera, muy cogido por los pelos. Lo que deseamos muchos fue la recreación del clisé renovado. Mas, lo que se apresuró, entre otros asuntos, fue la rutina forzada de la heroicidad. Cuánta pena para un elenco de lujo: Stanley Tucci, Jai Courtney, Bobby Cannavale… y la propia Kate Beckinsale, quien sigue hermosa y sensacional, intensa y violenta, pero hasta ahí. Ni más ni menos.