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Volver a Nanuk, el esquimal
Mucho se ha escrito de Nanuk, el esquimal desde que fuera estrenado en 1922 por Robert J. Flaherty (Michigan, 1884-Vermont, 1951), sobre todo porque este documental silente con elementos de docudrama es considerado por los investigadores del cine como el primer documental de la historia, y su autor, como el inventor del género conocido por docufiction.
Buena parte de lo que se ha escrito ha estado mediada por los debates sobre la intervención del cineasta en la comunidad que va a retratar y sobre la llamada “objetividad” del cine documental, aunque nadie duda a estas alturas que resulta un parteaguas en la historia del cine.
La cinematografía de Robert J. Flaherty representa una bisagra evolutiva en el documental, al igual que la de David W. Griffith lo es para el cine de ficción. Y esto responde a que en la primera década del siglo XX las producciones se centraron en torno a expediciones a lugares remotos, introduciéndose en diversas culturas de carácter exótico, pero con el resultado de un material desordenado, carente de un orden narrativo y sin presencia del autor.
En cambio, Nanuk… retrata la vida íntima de un grupo de esquimales, registra su cotidianidad y la lucha por la supervivencia en un medio ambiente hostil en Port Huron, Bahía de Hudson, Canadá.
Nanuk, (el término nanook significa oso polar en el lenguaje de los inuit), junto a los miembros de su familia, se presenta en primer plano mirando a la cámara. La conducción del personaje como introducción será una forma de personalización narrativa, luego utilizada por muchos otros documentalistas. A partir de allí, el espectador acompaña la travesía diaria bajo un registro cercano y explorador al mismo tiempo.
Flaherty convivió con Nanuk y su familia durante más de un año, cámara en mano. Esto formaba parte de una primera fase que el director consideraba necesaria para grabar su documental, con la idea de familiarizarse con el modo de vida de los sujetos que, después, serían los protagonistas de su cinta. Filmó cómo vivían, cómo sobrevivían a las durísimas condiciones climáticas, cómo Nanuk cazaba en la fría tundra canadiense, y cómo luego vendían las pieles a los comerciantes.
Los paisajes son naturales, plasmados con gran belleza por la cámara que manejaba Flaherty. Nanuk, el esquimal sigue un orden narrativo cronológico lineal y no cuestiona nada, solo muestra unos hechos, una vida que existe en un lugar del planeta, alejado de la civilización (que es la destinataria del producto).
Una cita famosa de Flaherty, retomada de un artículo de Deane Williams en Senses of Cinema, se refiere a la asistencia que la comunidad esquimal le brindó al momento de filmar. Antes de la caza de una morsa, el cineasta les explicó que posiblemente tendrían que dejar ir a su presa para no interferir con la película y los cazadores aceptaron: “No se moverá un hombre, no se lanzará un arpón hasta que tú des la señal”, le dijeron.
Ante la evidencia de varias escenas “montadas”, se ha planteado la pregunta de si Nanuk, el esquimal puede ser considerado un documental o no. Entonces muchos expertos lo rechazaban al no poseer una de las características consideradas fundamentales en el género: la neutralidad, pero la imposibilidad de la neutralidad en el discurso es una condición perfectamente extensible al género documental tanto cinematográfico como fotográfico, y hoy ya no es ningún secreto la inevitable intervención del autor en todo tipo de registro. Nada de lo que se filme, sabemos, estará ausente de la consabida neutralidad del autor.
Flaherty no muestra la vida de los esquimales tal y como la veía, sino que intentó plasmar cómo imaginaba su modus vivendi antes de ser invadidos por la cultura occidental. Según él, sus intenciones “eran mostrar el antiguo carácter majestuoso de estas personas mientras ello aún fuera posible, antes de que el hombre blanco destruyera no solo su cultura, sino también el pueblo mismo”.
La principal aportación de Flaherty se ubica en el campo de la creatividad (al añadir elementos de ficción que atraen el interés del público, asumiendo implícitamente su renuncia a la realidad inasible). Así, vemos el trabajo en equipo que se necesita para la caza, la paciencia para pescar, se nos describe cómo es la textura de la nieve, la tienda del comerciante, las rutinas de un día normal. Una de las mejores secuencias es cuando construyen un iglú; el proceso resulta bastante interesante aún hoy, a casi cien años.
El director utiliza para filmar, además, la luz natural, proveniente del reflejo del hielo, valiéndose de los medios naturales y a fin de potenciar la calidad de las imágenes como nunca antes se había hecho. Hasta ese momento, la estética visual estaba más aplicada a la ficción, pero no al documental. La cámara, lejos de la inmovilidad de los primeros años, se mueve, se desplaza y combina distintos tamaños de planos con fines dramáticos en relación a la realidad circundante.
Flaherty maneja todo el potencial del lenguaje fílmico para combinar una gramática narrativa proveniente de la ficción, pero aplicada a un material real, no inventado. Es así cómo los intertítulos explicativos no son meros separadores informativos, sino que están escritos con sentido participativo, dinámico y, por momentos, casi poético.
En cuanto al montaje, no se limita a pegar planos para dar continuidad, sino que encadena, con lirismo, cada uno de ellos, alternando momentos de trabajo y de sacrificio con otros de distensión. Así, vemos imágenes del hielo humeante que cubre la superficie inhóspita y la falta de alimento combinado con la alegría de cazar la foca o los niños jugando.
Uno de los logros de Nanuk… es invitar al espectador a explorar el mundo junto con el documentalista. Flaherty, involucrado en el filme, logra una mirada cercana a aquello que registra. De esta manera, aparecerá la figura del autor, involucrándose con su obra, siendo parte de lo que filma. Así, las imágenes dejan de ser arbitrarias y pasan a tener una causalidad. Se supera la instancia de camarógrafo explorador o de reportero cinematográfico por la de documentalista.
El reconocimiento definitivo de Nanuk, el esquimal ―considerada en 1989 “cultural, histórica y estéticamente significativa” por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y seleccionada para su preservación en el National Film Registry― se produjo en 1964, en el Festival de Manheim, donde fue elegida por realizadores de todo el mundo como el mejor documental de la historia y un clásico del cine.