Los niños lobo

Brasileños del cine cubano: marcas de colaboración y empatía

Sáb, 02/17/2024

El ciclo “Semana de Nuevo Cine Brasileño: del libro a la imagen”, que ocupa la pantalla del cine 23 y 12, sede de la Cinemateca de Cuba, del 17 al 25 de febrero, fue coordinado entre la Cinemateca de Cuba, la embajada de Brasil, Linhas Producoes Culturais y la Escuela Internacional de Cine y TV (EICTV), de San Antonio de los Baños para acompañar cinematográficamente el programa de la Feria Internacional del Libro, que tiene a esa nación como invitada.

Cada largometraje de ficción incluido en este ciclo irá acompañado por cortos realizados por estudiantes brasileños de la EICTV, donde cada generación de egresados, desde su fundación, cuenta con un puñado de jóvenes procedentes de aquel país, y de muy diversas especialidades. De esta manera, los noveles profesionales del audiovisual aportan al panorama cubano algunas obras de mérito, sobre todo documentales y cortometrajes. Ahora se eligieron algunos de los mejores y más recientes.

En el ciclo destacan, entre otros, algunos de los que mencionamos a continuación: Ottavio Almeida realizó La travesía (2019) y Los niños lobo (2020). En el primero, hay un hombre solitario que emprende una travesía por la Sierra Maestra, y luego parece diluirse en el paisaje, mientras que en el segundo aparecen dos niños cubanos que reconstruyen el pasado de su padre, un combatiente que sobrevivió a la guerra en Angola.

Everlane Moraes realizó en 2018 dos cortos, ambos seleccionados ahora: Aurora, sobre tres mujeres que reinterpretan sus conflictos en el palco de un teatro destruido; y Pattaki, sobre varios cubanos atrapados en la cotidianidad de la escasez de agua y que súbitamente son hipnotizados por los poderes de Yemayá, porque el referente de las religiones de origen africano es otro de los que compartimos, también en el cine, cubanos y brasileños.

La exhibición de estos cortos realizados por brasileños en la EICTV nos permite volver a preguntarnos si cuentan como cubanos, o son extranjeros, estos audiovisuales concebidos en el espacio material y espiritual de la Isla, aunque sus directores provinieran de cualquier metrópolis o rincón apartado de, por ejemplo, la geografía brasileña.

Porque cuesta mucho calificar como extranjeros los siguientes cortometrajes. Elegido para competir en el Festival de Cannes, y premiado en Clermont Ferrand, Los minutos, las horas (2009, Janaína Marques Ribeiro) está protagonizado por Laura de la Uz en el papel de una consagrada cuidadora, en un barrio humilde habanero, que decide aceptar las propuestas, momentáneamente emancipadoras, de un galán ocasional; y El enemigo (2014, Aldemar Matías), que ocurre en medio de una campaña de fumigación contra el mosquito, y profundiza en los conflictos de una inspectora, dedicada a la ingrata tarea de multar a los ciudadanos con criaderos en sus viviendas.

EVIDENCIAS DE LA CERCANÍA

Entre las más destacadas colaboraciones entre creadores brasileños y cubanos se cuenta la realización en 1965 del cortometraje La fuga, por Iberé Cavalcanti, y la breve, pero provechosa estancia de Glauber Rocha en La Habana, entre 1971 y 1972. Ya consagrado por el Festival de Cannes con Terra em Transe (1967) ganadora del Premio FIPRESCI, y O Dragão da Maldade Contra o Santo Guerreiro (1969, también conocida como Antonio das Mortes), que obtuvo el premio al mejor director, Rocha estuvo negociando con el ICAIC el apoyo para la filmación de la cinta América Nuestra, y luego colaboró con un proyecto del cineasta brasileño Marcos Medeiros, ex líder estudiantil comunista, que resultó finalmente en el documental Historia de Brasil, finalizado en Roma en 1974.

Glauber aprovechó también su estancia en el ICAIC para montar el filme Cáncer, iniciado en su país en 1968. También hay que decirlo: A principios de los años setenta aparecen algunos filmes cubanos influidos por la estética del director, o la del cinema novo como Una pelea cubana contra los demonios o Los días del agua, ambos dirigidos por Manuel Octavio Gómez, y algunos fragmentos de Lucía y Un día de noviembre, los dos bajo la dirección de Humberto Solás.

La revista Cine Cubano publicaba regularmente los ensayos y artículos de Glauber Rocha. Aquí se editaron fragmentos de algunos de sus textos, como Riverçao critica do cinema brasileiro y Una estética de la violencia. Rocha fue amigo personal de Alfredo Guevara, y de varios cineastas cubanos, y su proximidad al ICAIC quedó plasmada en el libro ¿Y si fuera una huella?

En 1987, Pastor Vega realizó Amor en campo minado, basado en la pieza teatral del dramaturgo bahiano Alfredo Dias Gomes, con el protagonismo de los cubanos Adolfo Llauradó y Daisy Grandos, ambos interpretando a intelectuales cariocas, la fotografía corrió a cargo de Livio Delgado, y la música de Chico Buarque de Hollanda.

Brasileño por adopción, Ruy Guerra realizó, con la colaboración del ICAIC, la serie de televisión Me alquilo para soñar (1990) a partir de un guion de García Márquez, y con fotografía de Raúl Pérez Ureta, diseño de vestuario de Carlos Urdanivia, y la participación de intérpretes cubanos como Alicia Bustamante, y Leonor Arocha. Guerra vuelve a recurrir a la coproducción Cuba-Brasil con Estorbo (1999) que protagonizó Jorge Perugorría.

Coproducido entre Embrafilme y el ICAIC, el largometraje documental Brascuba (1987) fue coescrito y codirigido por Orlando Senna y Santiago Álvarez y promovía el rescate de la cultura yoruba heredada de los esclavos africanos. En 1992, el documentalista cubano dirigió Breviario de una visita, sobre la visita de Fidel Castro a Brasilia, con motivo de la toma de posesión del presidente electo, y dos años después se estrenó Ave Bahia, con guión de Orlando Senna, a propósito de la tercera reunión cumbre de jefes de Estado de Iberoamérica en San Salvador de Bahía.

Por otra parte, Eryk Rocha, hijo del célebre cineasta amigo de la Revolución, dirigió el largometraje documental Rocha que vuela (2002) coproducción brasileño-cubana que recoge los testimonios de Julio García Espinosa, Alfredo Guevara, Germinal Hernández, Nelson Herrera, Manuel Pérez, Fernando Birri, Tomás Gutiérrez Alea, Miriam Talavera y Santiago Álvarez, entre otros, con una mirada retrospectiva al año que el realizador brasileño pasó en Cuba.

En el acápite de las coproducciones también están los documentales el cubanísimo Bretón es un bebé (2008) de Arturo Sotto; Santiago de las Américas o el ojo del Tercer Mundo (2019) de Silvio Tendler, y La Opción Cero (2020) con dirección, guion, fotografía y edición de Marcel Beltrán, mientras que en la ficción marcaron un hito Un traductor (2018, Sebastián y Rodrigo Barriuso) que cuenta con el protagonismo de uno de los actores brasileños más populares del cine y la televisión de Brasil, Rodrigo Santoro, y La Red Avispa (2019) dirigida por el francés Olivier Assayas, a partir de un libro del brasileño Fernando Morais, y con la participación de Ana de Armas y Wagner Moura.

EICTV: EPÍTOME DE UNA HERMOSA COLABORACIÓN

Desde el principio, allá por los años ochenta y noventa, se hacen presente los brasileños en las diversas generaciones de egresados de la EICTV: Wolney Oliveira es de los egresados que alcanzó mayor reconocimiento internacional, sobre todo gracias al documental El Invasor marciano: 36 años después (1988) que contó con la fotografía y edición del cubano Juan Carlos Cremata, y cuenta la historia de un grupo de cineastas aficionados, en San Antonio de los Baños, en los años cincuenta.

En 1992, Wolney realizó el documental Sabor a mí, con guión y producción de Orlando Senna, y fotografía de Raúl Pérez Ureta. Pasaron varios años en los que el director se mantuvo muy activo en su país, y en 2006 regresó a la Isla para rodar El cayo de la muerte, o A ilha da morte, laureada con el premio al mejor guion en el Festival de Trieste. Protagonizada por Caleb Casas, Georbis Martínez Alberto Pujol, Isabel Santos y Laura Ramos, El cayo… habla sobre un joven cubanos que sueña con hacerse cineasta, pero su familia tiene que asentarse en un pequeño pueblo donde conoce su primer amor y rueda su primera película.

Vicente Ferraz realizó en 1989 Carrera contra el tiempo, un documental que establece un paralelo entre la conservación de un auto de los años cincuenta y la permanencia de la Revolución, pero en 2004 se consagró en el acápite de las coproducciones cubano-brasileñas con Soy Cuba, O Mamute siberiano, un documental sobre la epónima coproducción cubano-soviética, de inicios de los años sesenta.

Alice de Andrade fue de las egresadas brasileñas más asiduas a mostrar nuestra realidad e historia. En 1993 realiza, en la Escuela, Luna de miel, sobre las vicisitudes de una pareja que quiere casarse. Pasan casi veinte años, y en 2010, regresa a Cuba para codirigir, con Iván Nápoles, Memoria cubana, donde se resumen treinta años del Noticiero ICAIC Latinoamericano, es decir, la historia del mundo desde el punto de vista del socialismo cubano. Seis años después, la misma directora realiza en Cuba otro largo documental: Veinte años, la historia de amor de tres parejas durante dos décadas.

Daniel Rocha, también hijo de Glauber, estudió en la Escuela y allí realizó Hijo de pez gordo (1997) donde un pescador reflexiona sobre la relación con su padre, y Habano (1990), una historia de amor en la que José Antonio Rodríguez interpreta a un obrero tabaquero que se enamora de su joven vecina.

Y entre los mejores documentalistas brasileños que pasaron por la Escuela se cuenta Marcos Pimentel, que primero realizó la notable Nada con nadie (2003) y luego se graduó con una tesis titulada El suelo y el cielo (2004) sobre un niño entusiasmado con la idea de convertirse en una estrella del boxeo.

Respecto a las obras de sesgo histórico, en 2006, Renato Barbieri asume la producción de un documental necesario para la historia de Cuba: Félix Varela, biografía del sacerdote devenido auténtico pensador cristiano y patriota. Y por otro lado, Hilton Lacerda, Cecilia Araújo y Juan Fernando López dirigieron para Televisao América Latina TAL, el documental Bocanadas de Memoria (2008) con reflexiones del novelista cubano Edmundo Desnoes.

Documentales, de tema musical, fueron realizados por brasileños deslumbrados con el panorama cultural cubano. Cuba-Jazz (2015) está dirigido, editado, coescrito y fotografiado por Max Alvin, y El Gato de La Habana (2016) dirigido y escrito por Dacio Malta, con producción de Gretel Medina y Julia Mirabal.

Con guion, fotografía y dirección de Juliana Lobo, se realizó también Coppelia (2018), sobre la espera en las colas de La Habana, y las relaciones sociales que allí se establecen, mientras que Andrea Novoa ocupa la parte más alta de los créditos de En-trance (2016) sobre pasajeros de un taxi que hablan sobre lugares a donde quieren llegar o regresar.

Esta es solo una pequeña parte de la contribución que al audiovisual cubano brindaron los creadores brasileños. Poco se habla en nuestros medios de tales coproducciones y del aporte realizado a través de la EICTV. Brasil como país invitado a la Feria ha sido un buen pretexto para tratar de visibilizar una parte de la fértil colaboración entre ambos países.