NOTICIA
Un día en la vida del planeta Tierra
La vida en un día (Life in a Day, 2011) es un ejercicio audiovisual que puede ser considerado tanto un documental como un videoarte. Dirigido por Kevin MacDonald y producido por los hermanos Ridley y Tony Scott, el filme es el resultado de un experimento en el que colaboraron miles de usuarios de YouTube de varias partes del planeta. La idea era sencilla: les pidieron que enviaran un video en el cual respondieran a preguntas sencillas tales como “qué amas”, “a qué le temes” o “qué hay en tu bolsillo”, o simplemente registraran un instante de su rutina. Como restricción, era importante que el video fuera filmado en un momento específico del 24 de julio de ese año 2010.
Lógicamente, la representatividad implicaba ciertos reajustes: no es lo mismo invitar a personas del norte global desarrollado y tecnológico que a otras de muchos países del sur, afectados por guerras o pobreza. Teniendo en cuenta este desbalance, los realizadores invirtieron en aproximadamente 400 cámaras HD que más tarde fueron enviadas a unos 40 países. Tanto la entrega como la recepción de los materiales en algunos de estos sitios remotos o radicalmente empobrecidos fue ejecutada por varias organizaciones de ayuda.
Cubierta la representatividad, un asunto complejo era lograr cierto enfoque neutro a la hora de juntar los fragmentos, con el objetivo de no generar o reproducir estigmas raciales o geográficos a partir de semejanzas y contrastes. En mi opinión, este punto no se logró, puesto que la subjetividad de los contribuyentes, realizadores (y hasta de los espectadores) tendió a exotizar los trabajos manuales, la compenetración de seres humanos con la naturaleza, o simplemente la pobreza extrema de países del tercer mundo. Si por un lado un padre árabe denunciaba su imposibilidad para trabajar, porque era viudo y con tres hijos, por el otro, un hombre blanco norteamericano era presentado en pantalla con su familia, enumerando sus propiedades y su fe cristiana. Por un lado, pies descalzos, viviendas improvisadas, espacios rurales, y por el otro, la comodidad tecnificada y apacible. De un lado y de otro, hay marcados estereotipos raciales, sean estos conscientes o no.
Además de la mirada colonial expuesta en el párrafo anterior, también hay una evidente mirada masculina. Como recuerda Laura Mulvey en su ensayo “Placer visual y cine narrativo”, en este proceso intervienen unas “formas de ver estructuradas desde el inconsciente”, a través de las cuales se objetualiza el cuerpo femenino. En ese sentido, podemos decir que este falocentrismo de la mirada nace en el posible hecho de que los videos fueran realizados mayoritariamente por hombres, y luego, porque en la edición final no se corrigió este arrastre, o simplemente se privilegió como enfoque central, desechando otras miradas dentro de las 4 500 horas de material recopilado.
Si, como dice MacDonald, el filme es “como una metáfora de la experiencia de estar en Internet...”, nuevamente se reconoce que el público es esencialmente del norte global. La corrección llevada a cabo para obtener los materiales no es posible luego, cuando la película clama por espectadores. Es cierto que la narración, el montaje y hasta la propia concepción del filme pasa por una formulación no convencional, pero sus dispositivos ideológicos lo traicionan. En resumen, se trata de una película arriesgada y bella desde lo formal, pero conservadora y tradicional en su puesta en escena.
(Tomado de Cartelera Cine y Video, nro. 188)