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Mirtha Ibarra: “Siempre hay que volver a Titón”
Para muchos fue una sorpresa. No es habitual que durante la inauguración del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana se proyecte un filme cubano, pero en esta edición 42 se privilegió La última cena, una película de 1976 dirigida por Tomás Gutiérrez Alea (Titón). La copia presentada fue restaurada por el Archivo de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Los Ángeles, en coordinación con la Cinemateca de Cuba y el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos. Semejante proceso de restauración ha sido llevado a cabo en filmes como La muerte de un burócrata (1966), Una pelea cubana contra los demonios (1971), Los sobrevivientes (1979), y el cortometraje documental El arte del tabaco (1974), todas del mismo director.
El público conocedor de la filmografía de Titón, y aquel que por primera vez se enfrentaba a su obra, disfrutaron por igual de la película; basada en el libro El ingenio, del historiador cubano Manuel Moreno Fraginals. Se trata de un filme multipremiado que hoy, al cabo del tiempo, resulta una joya imprescindible de la cinematografía cubana y un punto de partida.
Mirtha Ibarra, viuda del cineasta, hizo su primera aparición en la gran pantalla a través de este filme. La actriz aseguró que siempre es necesario volver a los clásicos, y que ha sido vital y muy oportuno acercarse a Titón nuevamente, mucho más con esta obra. “Cada película tiene su momento idóneo, y pienso que esta salió tardíamente. Sin embargo, arrasó con numerosos premios en su recorrido fílmico. Él amaba esta obra, la soñó. Después de Una pelea cubana contra los demonios se quedó con la sensación de que no todo el mundo la había comprendido, y quiso hacer La última cena, pensándola más clara, más transparente” afirmó la afamada artista, y agregó: “Por primera vez se mostró a los esclavos en otra dimensión, y no como una masa amorfa. La película remueve reflexiones y sienta pautas en la manera de hacer y de abordar la historia”.
En relación con su personaje, de aparición breve, Ibarra recuerda el estrés de Titón ante la posibilidad de que la soga que debía rodear su cuello la lastimara. “Podría contar muchas anécdotas, pero esa en particular me despierta mucha emoción, porque siempre quiso cuidarme. Llevábamos juntos solo tres años y fue su deseo que lo acompañara en Matanzas. Tal vez creó mi personaje con esa intención, teniendo en cuenta su brevedad en la historia”, expresó Mirta Ibarra.
Fue esencialmente importante para él tomarse una licencia y apartarse de los hechos reales para poder dejar libre a uno de los esclavos. “En la película se permite que el más rebelde escape. Titón decía que, de alguna manera, la historia de la rebeldía de los esclavos no había terminado, y quería dejar ese aliento, aunque en el hecho real todos fueron decapitados”. Recuerda Ibarra que Titón y ella, de viaje por París, supieron que la película llevaba dos años en la cartelera de uno de los cines más importantes de la ciudad, pues la tomaban como material de estudio para los estudiantes de secundaria. “Ello demuestra que hoy también puede asumirse con esa intención. Sería muy enriquecedor para los muchachos”, dijo con orgullo la actriz.
Ibarra espera la aprobación de un guion propio para iniciar el rodaje de una película que dirigirá. Según me comenta: “Es la adaptación de Neurótica anónima, una obra de teatro que cuenta la historia de una acomodadora de cine que siempre ha deseado ser actriz. Aborda, entre otros temas, la urgencia de valorar la relación de pareja desde el punto de vista saludable, sin violencia. También me interesa destacar la importancia de los cines en las comunidades, porque nunca el televisor o la computadora podrán reemplazarlo”.
Asegura que la Casa de Titón y Mirtha, cuya inauguración aconteció el 11 de diciembre en la localidad de San Isidro, como parte de las actividades colaterales del Festival, será un espacio ideal para estudiar la obra del director cubano y propiciar encuentros académicos, de realización artística y de reflexión en el medio. “Siempre hay que volver a Titón”.
(Tomado de La Jiribilla, no. 880)