Crimen común

La culpa de Cecilia

Vie, 12/11/2020

Si se observa con atención lo que el 42 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana reserva en “Panorama Latinoamericano”, uno de sus apartados más abarcadores en temáticas y estéticas, hay relaciones muy cercanas que pueden establecerse entre algunas obras. Dichas relaciones están dadas no tanto por sus personajes como por el grupo sociocultural al que pertenecen, por ejemplo, el de los niños.

Al ser hijos, vecinos, conocidos…, los niños desempeñan roles en apariencia menores que inician y aceleran los conflictos. Tales son los casos de dos películas argentinas. La primera es El cuidado de los otros (Mariano González), en la cual una desatención condiciona la tirantez entre una cuidadora y la familia del infante.

Ahora bien, si existe un dilema a considerar, afín entre el universo “inofensivo” de los pequeños y la madurez del mundo de los grandes, es en Un crimen común (Francisco Márquez). Repásese en cómo un cineasta pretexta adrede abordar el tema de los niños cuando, en rigor, lo expande como telón de fondo, en resuelto contraste con el protagónico de la profesora y madre Cecilia, interpretada por la excelente actriz Elisa Carricajo. En su intento de no salirse de su zona de confort (clase media, familia monoparental, pocos amigos, profesora de prestigio…), ella cargará con una culpa que agitará su vida armónica y la pondrá en entredicho.

Resulta harto peculiar el uso de los primeros planos en la protagonista, en especial lo que ella atiende o mira del mundo. Es significativo que, desde los primeros minutos en pantalla, el personaje logre sugerir esa mezcla de seguridad e incertidumbre ante sus circunstancias. ¿Hasta qué punto está pendiente de su hijo? O, ¿es que primero precisa tantear su contexto para luego pensar en cómo puede cuidar a su niño?

El director se encarga de seguirla cuando Cecilia prepara sus clases, imparte sus conferencias y en la habitualidad del hogar. Varias escenas testifican estar frente a una madre sobreprotectora que no quiere serlo. De pronto, en quien recae todo el peso de la película, tiene que amparar un cambio de tono y hasta de género cinematográfico. Aunque no se llame a engaño el espectador: el director aporta pistas desde un inicio en cuanto a que esa aparente tranquilidad de la que Cecilia disfruta o admite caerá como un castillo de naipes.

Con Un crimen común, Francisco Márquez se propone y logra que el espectador más exigente permanezca en su asiento. Lo que parecía un drama sobre un seguro secuestro o la pérdida de un ser cercano deviene una trama psicológica de una sutileza expositiva y narrativa que recuerdan en sus atmósferas parcas a la par que sobrecogedoras a El sexto sentido (M. Night Shyamalan, 1999) y Los otros (Alejandro Amenábar, 2001).

Sin embargo, aquí es minúsculo lo que se nos muestra. A fuerza de recordarnos que todo parte de la cabeza de esta mujer atormentada y casi que sin salida, se dejan a propósito entresijos de que, en efecto, algo está pasando más allá de lo que ella puede advertir o imaginarse.

No he podido ver las cuatro películas incluidas en “A medianoche”. Pero, de lo que sí estoy seguro es de que Un crimen común, amén de muy bien narrada y actuada, es una de las obras más terroríficas vistas por estos días de Festival.

(Foto tomada del blog Micropsia)