NOTICIA
Intento de escapatoria
Cuando se estrenó en México el 9 de julio de 1964 Semáforo en rojo, la película de Julián Soler, algunos espectadores no sospecharon que lo que habían experimentado con largometrajes extranjeros, sobre todo de Estados Unidos y Francia, les iba a suceder con esta coproducción entre México y Colombia. No era una cuestión de temor, sino de menosprecio al cine regional.
Dos acciones dramáticas, que parecen estar distanciadas, se verán pronto interconectadas en Semáforo en rojo. Una pieza de valor comprada y guardada de una joyería, que parece difícil de robar, son las acciones desencadenantes para que un grupo planee un atraco.
Semáforo en rojo se apoya mucho en interiores o ambientes cerrados porque cierta convención de la puesta en escena suele creer que, de este modo, se advierten mejor las psicologías de los personajes. No obstante, la elección de los espacios tiene que expandirse hasta privilegiar el escenario de la urbe y sus construcciones específicas. Todo robo o delito grupal dialoga necesariamente con la ciudad en movimiento. Pues es allí donde los personajes harán de las suyas hasta que vuelvan a verse las caras en un ambiente más cerrado.
El asunto de la salida con el motín es el que conecta con el título de una película cuyo desenlace es acelerado, tal vez muy acelerado, y aleccionador para la época. Con las actuaciones de José Gálvez, Ofelia Montesco, Roberto Cañedo, Enrique Pontón, entre otros.
Semáforo en rojo en la semana de cine colombiano (Cita con el cine colombiano) exhibida en el cine 23 y 12, junto a Confesión a Laura (Jaime Osorio, 1991); Cada voz lleva su angustia (Julio Bracho, 1965) y Mares de pasión (Manuel de la Pedrosa, 1960).
Foto: Detalle del cartel del filme Semáforo en rojo