Expo

Expo de carteles en competencia y su impacto visual

Lun, 12/07/2020

A diferencia de otros años, cuando la mayor parte de los carteles en concurso correspondía a una película, hay varios que aluden a concursos o eventos entre la treintena de promocionales cinematográficos que conforman la muestra en concurso del 42 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.

Independientemente de que aludan a un filme en específico, o a otro tipo de acontecimiento relacionado con la cinematografía, los carteles que se exponen en la sala Yelín, de la Casa del Festival, testimonian no solo la importancia del diseño gráfico en las industrias audiovisuales latinoamericanas, según señaló Sara Vega, especialista de la Cinemateca de Cuba y jurado de esta modalidad, sino también aluden a la saludable incursión de la plástica desde representaciones menos figurativas, más abstractas y complejas.

Porque todos sabemos que existe un cartel más común y comercial, que simplemente magnifica un fotograma significativo en la dramaturgia del filme o despliega a todo trapo los rostros de los principales intérpretes. Aquí estamos, en general, delante de obras mucho más sutiles conceptualmente, y que proceden de Cuba, Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Estados Unidos, Ecuador, Vietnam, El Salvador, México, Perú y República Dominicana.

La notable reactivación de la cartelística cubana para cine se evidencia en las obras que representan filmes también nacionales como Eco, El cauto paso, Matrioshka, Nara, Órgano, Los niños lobos, Los ojos de Santiago, Las polacas y El último balsero. Precisamente este último filme, que será visto en estos días como parte del “Panorama Latinoamericano”, cuenta con un cartel expresivo, con fuerte acento en las líneas y figuras geométricas y la moderación en el uso del color.

Dirigido por los cubanos Carlos Rafael Betancourt y Óscar Ernesto Ortega, El último balsero es un filme de ficción que cuenta la historia de un joven que llega en balsa a Miami, en el momento en que se deroga la ley Pies Secos/Pies mojados. Todo ello está dibujado a través de una pierna dividida a la mitad por ondas que simbolizan el mar, el Estrecho de la Florida, y símbolos de Cuba y Estados Unidos colocados simétricamente a un lado y otro del pie que camina por terreno inseguro.

También llama la atención, por su capacidad para resumir varias décadas de fecunda acción en el audiovisual latinoamericano, el cartel para el documental Los ojos de Santiago, resuelto a partir de las trazas circulares de un lente cuyo vórtice está rodeado por siluetas que remiten a la persona que fue Santiago Álvarez y a su obra como reportero de la guerra en Vietnam. Entre las imágenes circunscritas a los círculos de este lente aparece también la figura de un sonidista y la de un camarógrafo, imprescindibles colaboradores para lograr realizar documentales como Now o Ciclón. Las imágenes envueltas en la espiral del lente nunca muestran con claridad su identidad, pero al conocedor de la filmografía cubana inmediatamente lo remiten a un legado de indiscutible trascendencia.

Entre los carteles cubanos sobresalen también dos obras alusivas a igual número de filmes realizados por Rosa María Rodríguez Pupo, quien parece prestarle a esta modalidad promocional la atención que merece. Se trata de Nara y Órgano, y como no he visto la primera de estas películas, prefiero hablar sobre la segunda y su respectivo cartel, resuelto en tres colores básicos, negro, blanco y rojo. Estemuestra a un hombre que encierra en su abrazo a un órgano. Los pocos adornos, barrocos y antiguos del instrumento musical, contrastan con la figura casi geométrica, abstracta, circular de la figura humana, resuelta a manera de tierno abrazo que acaricia, o protege, el amado aparato, generador de música.

También impresiona la cantidad y calidad de carteles brasileños: Algoritmo, Amanhã, O Reflexo do Lago, Aurora, Beco y YouTubers. Este último alude a un filme de la conocida realizadora Sandra Werneck, y se inspira, tal vez, en la codificación digital resuelta en una sucesión de ceros y unos. Los unos son pequeños segmentos rojos, sobre fondo negro, y estos segmentos se agrupan de modo que conforman un rostro, quizás desconcertado, quizás interrogante.

Distinto a todos los mencionados, en tanto se trata de la apropiación de técnicas pictóricas al diseño, es el cartel del largometraje documental mexicano Las flores de la noche, codirigido por Adrián Omar Robles y Eduardo Esquivel, y que también se puede ver por estos días en la muestra “Los colores de la diversidad”.

El cartel de Las flores de la noche se concentra en torno a cuatro jóvenes queer, que constituyen la disidencia sexual de la pequeña comunidad en que viven, a orillas del lago más grande de México. La pintura que domina todo el cartel muestra a cinco mujeres que se adentran en un lago, de espaldas, con una luna menguante que cuelga en el cielo. Solo una vuelve el rostro para mirar al espectador, y es un rostro impertérrito, resuelto en gruesas y expresionistas pinceladas. En cuanto al color, domina el azul oscuro, y algunos luminosos trazos amarillos que caen sobre los hombros de algunas de estas extrañas “bañistas”.

A pesar de todas las contingencias atravesadas por las comunidades cinematográficas latinoamericanas en el 2020, este año también hay una importante competencia de carteles, tal y como ha ocurrido desde las primeras ediciones del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. El jurado de carteles está integrado por Antonio Pérez (Ñiko), Sara Vega y Luigino Bardellotto (Gigi). La muestra se mantendrá en la Sala Yelín de la Casa del Festival durante todo el mes de diciembre.

(Foto tomada del perfil en Facebook del Festival)