NOTICIA
Elogiar a Paco Prats y a Senel Paz
Cuando a mitad de los años 60 del Siglo de Lumière, procedente de su Fomento natal, con una maleta a cuestas, atiborrada de sueños, consejos familiares y de algunas cuartillas manuscritas, el joven Arsenio Senel Paz Martínez arribó a La Habana para becarse, con el nombre de Paco Prats ya aparecía en los créditos de no pocos cortos de animación Francisco Prats Tetilla, primero en la revisión de la calidad y los procesos y luego como productor.
Era untestigo privilegiado de los tiempos fundacionales del modestísimo Departamento de Dibujos Animados del ICAIC, a escasos meses de su nacimiento como organismo rector del nuevo cine cubano. Paco convivió en el pequeño local de los Estudios Cubanacán con aquellos iniciados que, originarios de disímiles lugares, emprendieron la tarea de engendrar animados auténticamente criollos.
Las inquietudes no solo literarias del adolescente espirituano pronto le condujeron a descubrir cuantiosos tesoros en las funciones de la Cinemateca de Cuba. Allí también acudía Paco si se lo permitía el intenso ritmo productivo de cortos y de notas animadas para las ediciones semanales del Noticiero ICAIC Latinoamericano. Con cuánta disposición colaboró con Santiago Álvarez al solicitar su intervención en la fotoanimación de Now!, y después en Hanoi, martes 13, dos tempranos clásicos, que Senel admiró como parte de las memorables tandas.
Mientras Paco esbozaba algunos dibujos para no perder la práctica adquirida durante sus estudios en la Academia San Alejandro, Senel aprovechaba todas las oportunidades para sumergirse en las opciones de la riquísima cartelera cultural capitalina. Escribía entonces sus primeras narraciones, pobladas por personajes de su entorno, fuera la apacible campiña de su infancia o la bulliciosa beca citadina donde sus coetáneos, sin saberlo, pasaban a sus páginas.
Tras graduarse de Periodismo en la Universidad de La Habana en 1973 fue ubicado en el periódico Adelante de Camagüey, en un período de servicio social prolongado por seis años. La sección “Visión cultural”, retrato del acontecer de la ciudad, era su refugio, como también la biblioteca provincial y las numerosas salas de exhibición, todo un paraíso para la cinefilia. En Casablanca, el cine de los estrenos, nos regocijamos con los cortos iniciales de la serie Elpidio Valdés, entretanto llegaban las noticias de que su creador, Juan Padrón, preparaba su primer largometraje, ¡el primero de animación en la historia del cine cubano!
Uno de los héroes anónimos detrás de aquel ingente esfuerzo era Paco Prats, su productor, orgulloso de lograrlo a tiempo para festejar el vigésimo aniversario del ICAIC. Su sentido de la responsabilidad y los resultados del trabajo, con más de un centenar de títulos animados en su filmografía, incidieron en su designación por dos años en el cargo de productor-jefe del Departamento de Posfilmación hasta mayo de 1979.
Nunca olvidaré aquella ocasión por esos meses en que Senel —quien escuchara varios de mis primeros comentarios sobre cine en el programa Camagüey al día, de la emisora provincial Radio Cadena Agramonte— me preguntó por qué no los publicaba en su sección. Quién sabe si yo estaría aquí ahora si no hubiera aceptado su propuesta para convertirme en su colaborador. Acudamos a la socorrida expresión: el resto es historia.
Senel retornó a La Habana, reunió sus relatos en el libroEl niño aquel y ganó el Premio David de la UNEAC en 1980. Tres años más tarde, su novela Un rey en el jardín había sido galardonada con el Premio de la Crítica en el momento que el cineasta Orlando Rojas lo invita a coescribir el guion de su primer largometraje de ficción. Su título provisional sería definitivo: Una novia para David. También le llamaron Los dos amigos y la gordita Ofelia, recreación de personajes y conflictos de diferentes cuentos autobiográficos del narrador con David devenido su alter ego. Esa primera incursión le proporcionó el premio al mejor guion en el concurso Caracol de la UNEAC.
Tres meses separan el bautismo de fuego de Senel como guionista cinematográfico con el estreno de Una novia para David el 24 de octubre de 1985, del estruendoso éxito en las carteleras de los nueve cines habaneros que exhibieron ¡Vampiros en La Habana! desde el 18 de julio, sin premier ni promoción alguna. Representaba el tercer largometraje de animación producido por Paco Prats y el primero en el cual Padroncito consiguió hacer sobrevolaran sus peculiares, y lastimosos, habitantes de la noche con mayor tiempo que en los frenéticos Filminutos, otra de las series de paternidad compartida con Prats, como a continuación los Quinoscopios.
Ninguno de ellos podía imaginar por esta fecha que, casi a las dos décadas, la tardía secuela, Más vampiros en La Habana (2003), los reuniría por única vez en los créditos con Senel en funciones de asesor dramatúrgico del guion pensado por el propio Padrón.
Los itinerarios de Paco Prats y Senel Paz marchan paralelos. El adjetivo infatigable no basta para calificar a un productor para quien no existen momentos de descanso y, unos tras otros, incorpora títulos a su filmografía, cada vez más nutrida. El escritor, incapaz ya de conformarse con la narrativa, escribe con su esposa, la cineasta Rebeca Chávez, el guion de su documental Castillos en el aire (1986) y contribuye con otros dos para cortometrajes de ficción realizados por ella en 1991: El triángulo y La fidelidad, inspirado en pasajes de Un rey en el jardín.
Prats produce cuatro de sus documentales, entre estos la trilogía que consagra al Che. Entusiasmado con las posibilidades del cine, que desde siempre le interesó, Senel concibe para Gerardo Chijona el guion de su ópera prima: Adorables mentiras (1991), reconocido con el premio Coral en el decimotercer Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano (es el segundo guionista cubano en recibirlo), y el Caracol concedido por el certamen anual de la UNEAC.
Un año parteaguas en el trayecto de Senel Paz es 1991: alterna los guiones con la escritura del cuento El lobo, el bosque y el hombre nuevo, todo un rotundo suceso que trasciende el abordar un tema casi tabú y alzarse con el premio Juan Rulfo en el concurso convocado por Radio Francia Internacional y el de la crítica nacional. Al leerlo sin siquiera estar publicado, Tomás Gutiérrez Alea intuyó las perspectivas para una película, que sería Fresa y chocolate.
Senel integraría al guion caracteres y situaciones de otros relatos suyos: No le digas a ella que la quieres y Alicia Alonso baila en mi cabeza. Por necesidades dramatúrgicas insertó en la estructura el personaje de Nancy, la vecina de tendencias suicidas de Diego, a partir de la vitalidad otorgada por la actriz Mirtha Ibarra a su caracterización en Adorables mentiras, para el que lo delineó originalmente (y aún demanda ser retomado). Con el título preliminar de Enemigo rumor, Senel se convirtió en el tercer autor de la Isla distinguido con el premio Coral de guion inédito en el festival de La Habana. “Nos hizo degustar el sabor de la tolerancia”, expresó Reynaldo González con su inveterada precisión.
Al tiempo que Paco Prats representa al ICAIC en la coproducción de la miniserie Más se perdió en Cuba, generadora de Contra el águila y el león (1996), tercer y último largometraje de Juan Padrón protagonizado por Elpidio Valdés, Senel Paz escribe guiones para películas españolas. Malena es un nombre de tango (1996) es realizada por Gerardo Herrero, y Cosas que dejé en La Habana (1997) la dirige el notorio cineasta Manuel Gutiérrez Aragón, que años después vuelve a reclamar su aporte para Una rosa de Francia (2005).
Intervenir directamente en los procesos creativos de una monumental cantidad de cortos animados en disímiles técnicas y figurar en la historia de nuestro cine como el productor del primer largometraje de animación—¡seguido por otros cuatro!—, sitúan a Paco Prats en un lugar cimero. Obstinado en olvidar su fecha de jubilación, es un participante más que activo desde aquella época inaugural hasta los Estudios de Animación del ICAIC. Solo la posposición de esta ceremonia provocada por la pandemia, como su natural impaciencia, pudieron impedir que este vital septuagenario recibiera en sus manos el máximo galardón a la entrega total: el Premio Nacional de Cine. Ahora cabalga en la inmortalidad junto a otro grande, Juan Padrón que, como él, nunca perdió su brío.
Concebir con su imaginería y persistente encanto los argumentos plenos de personajes tan cercanos como David, Ofelia, Diego, Miguel, Germán, Nancy… en los guiones de un conjunto de películas, entre estas unos cuantos clásicos, que pasaron a integrar el patrimonio fílmico de la Isla y del cine iberoamericano, convierten a Senel Paz en nuestro guionista más prominente y condecorado. Aquel niño de Fomento, nacido en una casa “rodeada de matas y arbustos y con las enredaderas trepándole las paredes, los bejucos que le llegan al techo y todas las flores abiertas y perfumando”, es coronado en el reino con diamantes del cine cubano como el primero en su especialidad en obtener el Premio Nacional de Cine. ¡Muchas felicidades!