NOTICIA
Asistencia para cuidado
“Si no puedes convencer a una mujer, entonces la insultas y la amenazas de muerte”.
Marla Grayson
La cuidadora pudiera inscribirse falsamente en ese cine sobre la tercera edad en el que la sensiblería y la nostalgia se dan la mano para crear un estado de conciencia rápida y conformidad en el espectador. Mas es todo lo contrario: lo que pareciera provenir y depender del punto de vista de Marla Grayson (Rosamund Pike) necesita, al menos durante esta trama, alternar y alterarse con el mundo en apariencia apacible de Jennifer Peterson (Dianne Wiest).
La película de J. Blakeson acoge cuotas de los buddy films, sin serlo, y de las posturas feministas, aunque sus protagonistas, la villana Marla Grayson, Fran (Eiza González) y Jennifer Peterson, sin embargo, más que enfrentarse a los dominios heteronormativos, tendrán que redefinirse entre ellas mismas ―al menos en los inicios de la historia―en un divertido juego intergeneracional de simulaciones y sutilezas por el bienestar.
En varios momentos queda lo anterior justificado, habida cuenta de que el sistema político-social (no solo estadounidense), a un tiempo que ampara, se aprovecha de que una persona, e incluso una asociación del momento, se encargue de poner en entredicho la justicia y el proceder de todo un sistema legalizado.
Se sabe, el director investigó el fenómeno de los abusos que se cometen en el sistema de tutelas legales para personas dependientes. En una escena muy ilustrativa, Grayson le dice a Peterson: “El tribunal dictaminó que necesita ayuda y, como su tutora, es mi deber brindarle la atención adecuada en todo momento”. Conociendo como espectador la clase de persona que es Grayson, sonreímos ante ese descaro de sus palabras que intentan disimular un ingenio de malicia.
La espera preparada del asilo cuando Grayson, Fran y Peterson llegan es demasiado insolente por maquiavélica. Todos están implicados en el encierro de la señora. El centro funciona cual prisión y trapiche de ancianos con claras posibilidades económicas, donde el dinero de la pensión y los posibles ahorros retornan como agradeciéndoselo al patriarca gubernamental.
La trama se enriquece por la aparición de un conflicto que, para colmo y por ironía del destino, sigue en su repulsa de la moralidad, pues en rigor, la ética en La cuidadora es hacer lo que a uno le viene en gana por encima de lo políticamente correcto. La supuesta tutora no tiene idea de a quien ha estafado. Ironía del destino aquí sobreviene por la “justa” intromisión de un personaje relacionado con la anciana Peterson. Hasta ahora lo que se suponía fuera un enfrentamiento entre mujeres tiene que dejarse penetrar por la intervención masculina (Peter Dinklage). La astucia de la timadora mayor con su séquito tendrá que chocar con la intimidación de hombres que también deshonran las leyes: “(…) Digamos que no volverá a sentirse cómoda ni incómoda nunca más”, le advierten a Grayson. Ni siquiera es una advertencia, sino una amenaza.
Sin ánimo de adelantar otros detalles de sus personajes y este relato acerca también del cinismo más sarcástico, Netflix logra sobresalir en grande con un singularthriller que no deja de ser una excelente comedia negra de villanos.