Fotograma del filme "Kadosh"

Utopía religiosa y liberación femenina

Lun, 03/08/2021

El tema de los rigores impuestos a las mujeres en el seno de comunidades judías ortodoxas regresó a la palestra pública luego del estreno de una miniserie en Netflix en marzo de 2020. La conmoción de los espectadores ante la misoginia de estas sectas se debe, posiblemente, a la noción de que este tipo de relaciones sociales ya no existe en nuestras sociedades civilizadas. Pero antes de que Unorthodox contara su historia ubicada en la ciudad de Nueva York, el realizador Amos Gitai venía relatándola desde hace un tiempo en el contexto israelí.

En ese sentido, Kadosh (1999) —“sagrado” en idioma hebreo— viene a ser más significativo su filme. Se trata de la última entrega de una trilogía dedicada a importantes ciudades de Israel. En lugar de llamar la atención de la dinámica más citadina de Jerusalén, Gitai pone el foco en la barriada de Mea Shearim, donde convive un asentamiento de jaredíes, como se conoce a uno de los sectores conservadores de la tradición judaica.

La lejanía que mantiene esta comunidad con el mundo ni siquiera se debe a su diferencia con los no creyentes o con los practicantes de otras religiones, como la cristiana o la islámica. Su discrepancia se extiende también hacia el judaísmo tradicional. Su abstinencia política los ha llevado a enfrentar el sionismo en cualquiera de sus formas, lo cual los convierte de facto en un ala antinacionalista dentro del estado de Israel.

Por esa razón los políticos llevan años alarmados ante el crecimiento exponencial de esta comunidad, que algunos expertos ya consideran un grupo étnico. Este aumento de la población es una táctica para crecer como movimiento representativo en el país, y hacer valer la palabra divina, de la que ellos se consideran únicos guardianes. Para que este plan funcione, la mujer debe permanecer dentro de dos funciones básicas: la reproducción y el sostén económico del hogar (hecho que además posibilita que los hombres utilicen la jornada completa en el estudio religioso).

Es en este punto en el que la película de Amos Gitai elabora su crítica a la comunidad jaredí. El foco de la narración recae en dos hermanas que experimentan dos contrastantes ejercicios de liberación en contextos opresivos. Por un lado, tenemos la historia de Rivka (Yael Abecassis), quien mantiene una relación matrimonial de unos diez años con Meir (Yoram Hattab), un comprensivo y tierno compañero que estudia el Talmud con un rigor admirable. Por el otro lado está Malka (Meital Barda), su hermana menor, cuya inconformidad la mueve a buscar un aire diferente en las afueras de la secta y termina enamorada de un apuesto cantante de pop. Sin embargo, es presionada a casarse con Yossef (Uri RanKlausner), quien lejos de ser un estudioso, es un fanático que grita discursos de salvación por las calles de Jerusalén desde su furgoneta.

Malka sufre al sentirse prisionera de un matrimonio pactado, pero Rivka es aún más desdichada, porque carga con la culpa de no haber traído hijos al mundo después de tanto tiempo de casados. “Una mujer infértil no es una mujer”, dice el padre de Meir, quien además es un connotado rabino de la comunidad. Por esa razón, el joven es forzado a romper su contrato matrimonial y unirse a una mujer más joven.

La relación entre Meir y Rivka es presentada bajo una atmósfera idílica, como si el director quisiera ver en ella la encarnación de un concepto ideal del amor. Sin embargo, el proyecto de repoblar Israel con fieles de la secta no encaja en ella, y por tanto debe terminar. En cambio, la relación entre Malka y Yossef mueve tanto a la risa como a la rabia, porque basa su existencia en la idea fija de la reproducción. Si la secta busca la pureza alejándose de cualquier atisbo de modernidad, el director señala el hecho mismo de la emancipación femenina como uno de los gestos modernos de más negativo impacto en el tradicionalismo de los jaredíes. La liberación de la mujer es, de alguna manera, el antídoto que propone el filme ante la imagen futura de un Israel utópico dominado por hombres extremistas.

(Texto y fotos tomados de Cartelera Cine y Video, no. 184)