La comunidad de los corazones rotos

Un viaje fílmico a través de la ironía

Vie, 06/18/2021

El absurdo se impone en La comunidad de los corazones rotos (2015), situaciones ilógicas y personajes kafkianos marcan de principio a fin la trama de esta interesante cinta francesa exhibida recientemente en La séptima puerta.
En ocasiones lo que aparenta ser complicado, en realidad no lo es. Y desde esa perspectiva es que tres historias se conectan. 

Seis personas, un edificio viejo y un ruido extraño se complementan. La soledad se vuelve el motivo principal por el que los protagonistas se unen y viven, desde sus distintas particularidades, un intenso acercamiento. 

El director del filme, Samuel Benchetrit, adaptó para la entrega su propia novela Crónicas del asfalto, y construyó de esa manera un relato que transita de lo trágico a lo cómico, con una dosis precisa de sarcasmo. 

Un viejo avaro que se enamora de una enfermera con baja autoestima; un adolescente con padres ausentes que se relaciona con una actriz venida a menos; y un cosmonauta perdido que convive durante dos días con una solitaria señora argelina conforman las tres parejas de esta narración coral. 

El acompañamiento resulta la clave para estos seres con problemas cotidianos, implícitos, como la falta de empleo y la disfuncionalidad familiar. Otros conflictos sociales ―drogadicción, violencia― también son sugeridos a partir de la presencia de personajes secundarios. 

Al final cada individuo logra, al menos por un tiempo, lo que necesita. Y sí, coincido con muchos criterios en que, sin dudas, la mejor historia de todas es la del cosmonauta y la señora, quienes permiten un rápido acercamiento con el espectador, gracias a la incomunicación lingüística y los ocurrentes diálogos que desarrollan. 

Sin embargo, dentro de la cinta hay otro elemento importante y es el ruido, interpretado de manera distinta por todos. 

Al inicio del comentario dije que a veces lo que aparenta ser complicado no lo es, y descubrir el origen de ese inexplicable sonido resulta el cierre más disfrutable de un viaje fílmico a través de la ironía.