Terranova

Terranova: Bienvenido a la tierra de la representación

Jue, 05/06/2021

La antropóloga boliviana Silvia Rivera Cusicanqui ha dedicado parte de su obra a validarla cultura aymara de lo ch'ixi como metodología para entender lo complejo de las relaciones sociales y las representaciones que de sí mismos hacen los habitantes de América Latina. Un subcontinente colonizado que aún hoy siente vergüenza de la mezcla del indígena y el europeo. Es precisamente en esta encrucijada donde Rivera Cusicanqui propone entender esta complejidad de los dos mundos, entendiéndolos como dos polos opuestos que no se suprimen uno al otro, sino que conviven activamente para formar algo completamente diferente. La palabra ch'ixi significa, en una traducción aproximada al español: jaspeado, abigarrado o manchado.

Es precisamente la segunda acepción castellana de la palabra, la que puede ayudar a desentrañar los misterios que propone el documental Terranova (Alejandro Alonso y Alejandro Pérez, 2020), dedicado a los 500 años de La Habana y ganador del premio Tiger Hivos de cortometraje del Festival Internacional del Cine de Rotterdam en su edición 50, celebrada este año.

Dos personas comienzan hablando qué entienden por ciudad y lo que es para ellas la historia de las ciudades. Aún con ideas y nociones diferentes de la urbe, sin contraponerse enfáticamente, ambos personajes representan dos extremos en un mismo universo de la otredad. Uno de ellos declama retazos de lo que lo que se conoce como historia oficial fundacional. El otro ha creado su propio esquema histórico de la construcción de las ciudades. Ambos, desde los márgenes, logran crear una nueva representación de ciudad.

Asimismo los realizadores, junto a las sonidistas Glenda L. Martínez Cabrera, Irina Carballosa Socarrás y Velia Díaz de Villalvilla, se empeñan en la construcción de una ruta de sonidos que provocan la inmersión del cuerpo entero en esa ciudad. No buscan un diseño de banda sonora ilustrativo que complemente las imágenes, sino una serie de efectos sonoros que produzcan las sensaciones de habitar los diferentes lugares que aparecen en cámara.

Los seres humanos se han reflejado a sí mismos en la relación con el mundo que construyen a su alrededor, pero ese reflejo doblemente representado en el otro, que viene a ser la cámara de cine, es parte de la obsesión que persiguen muchos cineastas, incluidos estos realizadores. La manera lyncheana en que son mirados otros de los personajes, permite reconciliar el eterno dilema de la extrañeza que padecen el que mira y los que son mirados. Así, la iluminación roja remarcada del telón y el teatro donde se encuentra el mago, sumerge al mismo en el desconocido mundo en el que existe. Este mago solo está viviendo una parte de su vida en cámara. Fuera de ella queda todo un universo que no conocemos y la puesta en escena de la película procura sugerir también este espacio desconocido.

Las preguntas ¿qué eliges mirar?, ¿qué queda en tu plano/ojo diario?, aparecen en Terranova desde la intención de sus autores. Varias escenas del material ocurren en la cámara oscura que radica en La Habana Vieja, este objeto impulsado por Leonardo Da Vinci durante el renacimiento, tiene sus orígenes en el siglo X en la ciencia árabe, en el científico Abu alíibn al-Hasan, quien utilizó el principio de la cámara para explicar la formación de la imagen visual en el ojo. Da Vinci la utilizó también, para explicar las nociones geométricas y su relación con la pintura y el dibujo. Interroga este artefacto la noción de realidad, el juego con lo representativo que hicieron los artistas de lo visual en este artefacto. La imagen y la ilusión de la misma conviven en las calles de La Habana. Una representación que es espejo, pero a la vez reflejo distorsionado.

Construir y apuntalar pueden ser parte de un mismo proceso, pero son dos acciones que remiten a esa complejidad mezclada enunciada antes. Ese jaspeado entre lo nuevo y lo antiguo que debe ser salvado. Así, en esa relación que puede parecer dialéctica, ha estado siempre La Habana. Como ciudad del “nuevo mundo” se debate entre las cosas a preservar y las cosas a crear: la composición visual entre andamios de apuntalamiento y grúas de nuevas construcciones están los habaneros.

Diferentes estratos de una ciudad que intenta escapar de la mirada colonial y construir su propia escala de valores y organización.

Para Rivera Cusicanqui las pinturas y el cine son una fuente inagotable para entender la episteme de los pueblos del sur latinoamericano, específicamente las naciones quechua y aymara. EnTerranova, asistimos al descubrimiento de la conformación de la “ciudad habanera” a través de la cámara de los realizadores y de la mirada de los personajes restauradores. La luz ultravioleta descubre los diferentes esquemas en los que se organizó el cuadro “La Torre de Babel”, esa idea prístina de un único lugar sin el concepto de otredad. Sin embargo, el trágico final de este proyecto común, en el que el simple hecho de cambiar el lenguaje, la forma de comunicarse, fue suficiente para desbaratar la idea de unidad y echar a andar el concepto de sociedades culturalmente diferentes. Los maestros restauradores descubren que aun cuando los descendientes de Noé huyeron de su proyecto de igualdad, todos siguieron buscando la forma de asentarse en otras torres que ahora denominarían ciudades y dentro de ellas proyectarían otras formas de vivir, pero en la palabra proyección está la clave, ¿pues qué es imaginar una ciudad sino proyectarla antes de edificarla?

La ciudad es vista y edificada por el otro, él que no es “normal” o más bien normado. Recordando así que aquellos que un día fueron los otros, los recién llegados, quienes tuvieron la capacidad de establecer otras lógicas, las cuales les aseguraron la sobrevivencia. Así estos otros oralizan la ciudad, pero también la dibujan. El dibujar da la posibilidad de construir.

A través del guion (Lisandra López Fabé) y el montaje (Alonso) esa complejidad opuesta se continúa elaborando. No hay intención de que una historia o personaje se superponga a otro, simplemente vuelve la figura del mosaico y no solamente por la variedad de humanidades representada, sino por cómo estos logran convivir en el espacio sin disyuntiva alguna. La ciudad se conforma de diferentes capas, y cada uno de los humanos que la habitan construyen una colectividad que no será exactamente igual a la que crea el equipo de realización de Terranova, pero sí constituye un planteamiento inicial para especular sobre las ciudades que todos construimos.

Desde la invención de la cámara oscura hasta la foto fija se planteó la posibilidad a la humanidad de ver, lo que significa en términos filosóficos ir más allá de una primera impresión, capturar algo más que la simple forma física. Hallar el sentido de lo que se presenta delante de nuestros ojos, lo que significa para cada uno. Así surge una nueva forma de abordar la representación. El sentido que le damos a estas imágenes luego de observarlas, suele ser un faro en el mar de pensamientos que nos invaden. La acción de mirar lleva implícitamente una dosis de imaginación, esta `puede ser descrita filosóficamente o haciendo uso de los preceptos biológicos que condicionan el ojo humano. En cualquiera de los dos casos puede inscribirse Terranova, o mejor aún para no desactivar la complejidad de la película, bien vale verla desde las dos formas, teniendo en cuenta que cuando la sala de cine se apague seremos los otros a los que el filme nos devolverá la luz luego de pasar por las sombras de la realidad.

(Foto tomada de Revista Cine Cubano)