Tangos

Tangos, el exilio de Gardel

Mar, 11/10/2020

Desde mediados de los años 60 en los que, después de rodar su famosa película La hora de los hornos, Solanas funda el Grupo “Cine Liberación” junto con Octavio Getino, cada película del cineasta puede aparecer como una especie de manifiesto en favor de una renovación de la escritura fílmica. En sus declaraciones, Fernando Solanas no vacila en tomar posiciones y en rechazar abiertamente los códigos y convenciones del cine hollywoodiense clásico. Sus filmes no apuntan tan solo al despertar de la conciencia política del espectador invitándole a una lectura militante de la realidad, sino que procuran desestabilizarlo, estorbarlo, impedir que se deje llevar y arrullar por el flujo de las imágenes.

El cine de Solanas aparece como una reacción contra la transparencia y la fluidez de la narración clásica que favorece la pasividad del público. El director argentino rechaza en particular la rapidez y la concisión, todas aquellas características del estilo hollywoodiense cuya finalidad es subyugar o fascinar al espectador (…) Por eso el público (…), acostumbrado a un tipo de cine en el que la consigna es la eficacia, se muestra a veces reacio ante las digresiones y aquellas prolijas escenas en que los personajes de Solanas intercambian opiniones y debaten de manera aparentemente gratuita, sin que se transparente el interés dramático de estas conversaciones. (François, S/F)

Con Tangos, el exilio de Gardel, Pino subvierte los códigos de la narrativa tradicional e incorpora los de otros lenguajes (la danza, la música, la mímica, la poesía, etc.) para facturar lo que se llamó “tanguedias”: tragedias en tiempo de tango, lo cual sería un tanto redundante si recodamos cuánto de sentimiento trágico hay en esta expresión bailada y cantada de la música popular argentina. Las hermosas coreografías y la música inolvidable de Astor Piazolla figuran entre lo mejor del filme.

También su nueva expresión fílmica remueve la conciencia del público: a lo que está acostumbrado también él mismo es al tratamiento emotivo o melodramático de ciertos temas. El exilio siempre viene asociado con el dolor, el pesar y la añoranza.

Otra vez Solanas se aleja del esquema tradicional para brindarnos una película “multitonal”, y procura así evitar el escollo del sentimentalismo. Una de las características de Tangos es, en efecto, la mezcla de registros que abarcan desde lo dramático hasta lo burlesco pasando por escenas oníricas de claro corte surrealista. Lo que quiere evitar Solanas es que el espectador se sienta constantemente agobiado por un flujo de planos cercanos conmovedores y una ola de música melosa. Por eso intenta desdramatizar la situación de los exiliados insertando dentro de la narración secuencias de corte farsesco (como la famosa escena de la cabina telefónica en la que Miseria, uno de los personajes, intenta llamar gratuitamente a Uruguay acoplando el hilo del aparato al motor de una motocicleta).

Este tipo de secuencias llama la atención por la intertextualidad fílmica de la que se nutre Tangos, el exilio de Gardel. Tenemos, en efecto, a lo largo de la película, una serie de alusiones o de “guiños” a Chaplin, no solo a través de unos gags burlescos, sino también en la utilización de los iris característicos de los primeros cortos de Charlot; y así a decenas de referentes cinematográficos, literarios y culturales en general. El pastiche resultante arroja otra dimensión del cine latinoamericano.                                            

En Tangos, el exilio de Gardel, Fernando Solanas, en efecto, no se contenta con tratar el tema del exilio. Se propone también brindar al espectador su propia representación de la dictadura argentina y en particular de sus aspectos más represivos y violentos, y lo hace desde una perspectiva multiestilística y politonal que, sin embargo, muestra de principio a fin una coherencia y organicidad encomiables.

Referencias bibliográficas:
François, C. S/F. Artículo recuperado de www.lehman.edu