Santiago, Fidel y Guevara

Santiago Álvarez, poeta irreverente*

Vie, 06/05/2020

Es Santiago Álvarez una de las figuras emblemáticas del cine cubano y latinoamericano-caribeño. Su persona y su obra trascienden el continente y sus islas y solo de modo formal parto de aquella primera significación.

Y así lo hago porque, si universal, más cubano no podía ser, tampoco pudiera ser menos latinoamericano y caribeño. Es que en la sustancia misma de su obra, en los invisibles meandros de su inspiración está la dimensión secreta de la cadencia; el juego rítmico del contrapunto; la violencia de los tambores que desencadenan frenesíes; la nostálgica nota de guitarras; sinfónicas; ese barroco primigenio que ofrece la naturaleza exuberante y caótica pero siempre ondulante del trópico; y están las piedras talladas de la Habana Vieja; el Caribe Atlántico con su oleaje y espuma rompiendo el Malecón habanero.

La obra de Santiago Álvarez puede rediseñarse en el laboratorio, estudiarse imagen a imagen con la ayuda de la estadística y la computación; y hasta, como es más común y aventurado, partir de una cuidadosa observación; entonces diremos que parece aprovechar esta u otra influencia, crecer ante necesidades y urgencias; ingeniarse ante carencias; revitalizar el montaje; amplificar su dimensión expresiva de un modo inédito; y diremos verdad con esas afirmaciones, y hasta la verdad esencial diremos.

De este modo y solo de este podrán los jóvenes cineastas de aquí y de allá aprovechar la lección inmediata del maestro; comprender sus recursos; inventariarlos. Pero hay otra verdad, no menos verdad y no menos esencial que hay que decir también y que no tiene lugar en inventario alguno. Que solo puede aprehenderse con pupila desprejuiciada y fresca, casi infantil: Santiago Álvarez es un poeta.

Por eso parte de la tierra inmediata antes de ser universal y, aun si la partida dura un instante, y medio instante después ya es de todos, ese instante y medio ha bastado para impregnar su obra de un cubanolatinoamericanocaribeñismo inviolable y por eso es tan desmesurada su irreverencia formal, el desenfado con el que aborda las “leyes” del montaje, y aun las llamadas reglas “del buen gusto”.

Por eso también la aceptación ilímite del riesgo y su voluntad de insertar en el lenguaje cinematográfico la estructura inasible, inmaterial, de la música, encadenando las imágenes con secretos anillos que recuerdan la fuerza suavemente volcánica del surrealismo. Y que, como los surrealistas, revela otras dimensiones rasgando la tela del fondo: esa horrible, tramposa bruja que ha logrado prostituir la realidad y que se llama rutina.

Si solo hubiese logrado esta hazaña ya sería suficiente para que nos prosternáramos como ante un titán; porque la bruja-rutina es tan poderosa y traicionera que envuelve casi siempre a “los titanes” y los pone a su servicio con brebajes dosificados. Su fórmula es muy fácil, les hace tanto amarse que acaban por creer que deben repetirse hasta el infinito, y repitiéndose y amándose sin tregua, no alcanzan a saber que están muertos. Santiago Álvarez, por poeta y como tal irreverente y capaz de tocar mundos velados, ha escapado a sus trampas, y la rutina que embruja y corrompe no le toca.

Debo suponer que el Instituto Superior de Arte le nombra Doctor Honoris Causa por poeta irreverente; porque poetas irreverentes deberían ser todos los profesores y debían, permítaseme proclamarlo, estar obligados a un juramento de odio antirrutinario y a impartir su primera lección alertando a los estudiantes contra la bruja corruptora que todo lo prostituye y paraliza con su presencia envolvente (la rutina).

También pudiera nombrarle profesor emérito en virtud de su larga labor formadora. Concebimos el Noticiero ICAIC Latinoamericano como una escuela del documental, y Santiago Álvarez ha sido su rector. Puedo asegurar, sin embargo, que si no se le nombra poeta sino rector, no quedaremos defraudados del todo porque el rector ha sido rector-poeta, y ejerció el magisterio de la antirrutina con siempre renovado esplendor.

Que este reconocimiento lo disfruten los jóvenes profesores como un estímulo, que sirva a desenvainar espadas luminosas y destinadas a cortar cabezas, y si es el caso, también colas, las cabezas y las colas de dragones que hacen por todas partes de la rutina un estandarte y de la muerte enmascarada, su máximo ideal.

Para ti, Santiago Álvarez, que reinventaste el Noticiero, que renovaste el documental y su lenguaje, que formaste realizadores y técnicos y te rodeaste y rodeas de jóvenes talentos en formación; para ti que has sabido impregnar el mensaje político, revolucionario, de poesía; para ti que adelantaste el videoclip e hiciste de la imagen, de la música, de la gráfica, del montaje, protagonistas de la Revolución Cubana revolucionándolos. Para ti, Santiago Álvarez, un solo deseo en estos días del 30 aniversario, de tu 70 aniversario, en estos días de recapitulación y resiembra: que sigas dándonos la lección magnifica que es tu obra, inventando caminos, recorriéndolos, incitándonos a recorrerlos.

*Palabras en acto de imposición de Doctor Honoris Causa a Santiago Álvarez.

(Tomado de revista Cine Cubano, no. 138)