Palmer

“Palmer”: cuando la vida ofrece una segunda oportunidad

Vie, 04/16/2021

Palmer, el protagonista de la película homónima del experimentado Fisher Stevens (The Cove, 2009; Crazy Love, 2010) tiene ante sí la oportunidad de demostrar a la comunidad de que es posible regenerarse socialmente. Su salida de prisión, bajo libertad condicional, implica un proceso de reacomodo en el que no le será fácil lidiar con los prejuicios y el recelo de los habitantes de Sylvain, un pueblito al interior de Luisiana, e incluso, los de su propia abuela.

Encontrar trabajo como conserje en la escuela, reportarse cada dos semanas ante un supervisor penal, algunos tragos con amigos en el bar durante la noche y asistir a misa los domingos forman parte de su integración a una vida rutinaria en la que los valores morales mantienen un sabor de añejo conservadurismo y falsa apariencia social.

Sin embargo, el mayor dilema de Palmer es superar sus propios prejuicios respecto a la identidad transgénero de Sam, el pequeño vecino al que le ha tocado cuidar a falta de la protección de una madre drogadicta y promiscua. La convivencia hogareña allanará el camino al fortalecimiento de vínculos afectivos, casi paterno-filiales, que sanarán en Palmer las heridas del pasado. Para Sam, el exconvicto será su mampara contra el bullying de escolares y adultos, el puerto seguro donde acudir cuando los desequilibrios y frecuentes abandonos de la madre vaticinan un futuro de incertidumbres.

Notable: El filme de Fisher, con guion de Cheryl Guerriero, se aventura por caminos trillados en el tratamiento de temas sobre familias disfuncionales y sujetos desajustados en su contexto social tomando como epicentro del drama el universo infantil. Pero acierta por su valentía en el abordaje de temas relacionados con los conflictos de la identidad sexual en niños y sus repercusiones en el espacio familiar y social. Lo hace con tacto, a veces con pizca de sutil humor que no pierde la oportunidad de colocar en solfa reflexiones respecto a los derechos sexuales y sociales de la niñez en las sociedades modernas.

Muy buenas: las actuaciones de Justin Timberlake, flemático y ajustado, a discreción. El pequeño Ryder Allen es lo más notorio del casting, pues su Sam consigue robarse todo el metraje con su simpatía y avatares. Juno Temple, en el personaje de Shelly, la madre drogadicta, tiene una escena con el hijo al final del metraje que aporta lucidez emocional a su personaje.

Te digo mi nota: un 3, para un filme que se deja ver a pesar de su barniz psicológico y la escasísima intención innovadora de su entramado fictivo. Lo peor de la película es su propensión al truco de los gases lacrimógenos para sacudir el piso del espectador con escenas manidas, del melodrama al uso.

(Foto tomada de Medium)