NOTICIA
Metáfora intimista del futuro
Conocido por sus trabajos 10 000 Km y Tierra firme, el realizador Carlos Marques-Marcet regresa a la gran pantalla con Los días que vendrán, un filme sobre el proceso de la maternidad, en este caso de una pareja catalana. Luego de conocer que David Verdaguer y María Rodríguez Soto, ambos actores y viejos colaboradores del director, iban a tener un hijo, pactaron la idea de crear una ficción alrededor del suceso. De esa forma surgió el argumento sobre Virginia y Lluis, dos jóvenes de diferentes clases sociales que llevan poco más de un año de noviazgo y los sorprende la noticia del embarazo.
El filme parece una versión, compacta y menos ambiciosa, de Boyhood (2014), de Richard Linklater. En lugar de diez años de documentación del proceso de crecimiento de una familia, Marques-Marcet se concentra en los nueve meses de gestación del bebé, que culminan con el parto de Vic. Esa estrategia le permite concentrar el conflicto de la historia en el cambio de los cuerpos, en la espera de esos “días que vendrán”, en la llegada de un nuevo miembro a la joven familia. Aunque aparecen escenas de los chicos en sus centros de trabajo, en las calles o en cenas familiares, el noventa por ciento de la película se centra en ellos.
El lente no los deja solos un instante, simulando por momentos el estilo de filmación documental, con planos prolongados, cámara en movimiento, gestos espontáneos de los actores, tiempos muertos, etcétera. Aunque resulta casi imperceptible, la elección de los planos y la forma en que aparece la pareja en pantalla están sincronizadas con la llegada de nuevos conflictos a escena. Al comienzo, durante los primeros meses de gestación, el ritmo es más estable y los dos aparecen en el plano. Luego nos enteramos de que Vic no podrá continuar en tu trabajo por causa de su embarazo y que Lluis tiene dudas acerca de su paternidad, y entonces la cámara se vuelve más inquieta y los cortes más abruptos.
Uno de los recursos más interesantes del filme es el intercalado de fragmentos de archivo en VHS con imágenes del embarazo, el parto y la niñez de la propia María Rodríguez Soto. Estas filmaciones crean un contraste complejo, porque producen una dialéctica entre el tiempo de los padres y el tiempo de los hijos que se explica en las imágenes.
Por un lado, las imágenes de archivo son borrosas e imprecisas, pero transmiten quietud, armonía y felicidad. En cambio, la historia del presente de la película es nítida, pero transmite dudas, angustia, y por momentos, tristeza. No hay alusiones directas al contexto político o a las constantes crisis económicas de la España actual, pero esa realidad está en el aire, y se traduce en forma de una atmósfera irrespirable que presiona y acorrala a los personajes.
La incertidumbre por esos días que vendrán va asomando en la carne, en los cuerpos, en los rostros de la pareja. La metáfora de esa dificultad surge cuando se les anuncia, primero que el bebé es muy grande para la barriga de Vic, y luego cuando le explican que el nacimiento no va a tener lugar de forma natural, sino a través de una intervención quirúrgica. Entonces, lo que en otros tiempos era un acontecimiento feliz, en el presente se transforma en la posibilidad de un futuro aun más sombrío.
(Tomado de Cartelera Cine y Video, no. 182)