Solo Dios perdona

Luces de neón

Lun, 08/24/2020

Ampliamente conocido por películas como Bronson (2008), Valhalla Rising (2009) o Drive (2011), el director danés Nicolas Winding Refn resulta uno de los autores más controversiales del actual mainstream cinematográfico. Su obra se consuma a medio camino entre elaborar una poética de autor y coquetear con los códigos de la industria. La destreza de este realizador en el manejo del lenguaje fílmico ha favorecido una recepción de alta estima por parte de la crítica, la cual celebra la voluntad de estilo con que edifica sus películas. Sin embargo, a consecuencia de la "pretensión de trascendencia" que imprime siempre al plano expresivo y estructural de sus cintas, Nicolas Winding Refn ha sido cuestionado continuamente en diversos ámbitos. A menudo se le acusa de prefabricar el efecto estético de sus filmes, por medio de una impostura formalista que condena su trabajo a fatuas acrobacias audiovisuales.

Por supuesto, el trabajo de este autor entraña una concepción cinematográfica arriesgada, que trasgrede, con autenticidad, la experiencia estética privilegia por el mercado y la industria del entretenimiento corrientes. Estamos hablando de películas que, con su límpida narración y su expresiva puesta en escena, procuran sacudir las expectativas de recepción de los públicos: nadie queda indiferente a las propuestas de Nicolas Winding Refn.

Es probable que Solo Dios perdona (Only God Forgives, 2013) resulte el filme más discutido de este director, el que más criterios encontrados ha suscitado. Lo cual se debe, quizás, a la particularidad que en él experimentan las marcas de estilo características de su autoría. Retoma, por ejemplo, la apabullante visualidad que conocemos, distinguida ahora por una atmósfera lúgubre en la que se combinan las luces de neón en la iluminación de los ambientes —tan caro a este realizador—, con composiciones expresionistas que potencian el valor plástico de la imagen. Pero, además del protagonismo de la fotografía, en este evidente ejercicio de estilo destaca el modo en que se alienan las fórmulas comunes del cine de género, específicamente del cine de acción, del suspense, del cine de gánsteres… Persecuciones, violencia extrema, golpizas, asesinatos, bandas criminales, chantajes, escenarios marginales: estos son algunos de los índices orquestados en esta película, la cual disfruta de una representación bastante autoconsciente, constatable en las continuas alusiones y referencias que hace a autores como Luis Buñuel, Stanley Kubrick, Quentin Tarantino, entre otros. Orgánicamente incorporados a la narración, la administración singular de los códigos genéricos impide que Only God Forgives sea presa de ciertas recetas harto agotadas.

Abocada a la tragedia, la historia de Only God Forgives se consagra a la recuperación del honor familiar y a la venganza, dentro de un gueto social particularmente sórdido. Emplazada en la periferia de Bangkok —allí donde la ciudad oculta su perfil más siniestro—, el relato acoge los antagonismos entre una familia de narcotraficantes y un policía retirado que aspira a erradicar el negocio de drogas en el lugar. El conflicto detona tras el asesinato del hijo mayor de la familia, Billy, por el padre de la joven prostituta que él destrozara salvajemente minutos antes. La madre de Billy —interpretada por una espléndida Kristin Scott Thomas— llega a la urbe, procedente de los Estados Unidos, para recuperar el cuerpo de su hijo primogénito. Capo de una organización criminal, despojada de todo escrúpulo, poseída por una rancia autoridad, esta mujer le exige de inmediato al menor de sus hijos, Julian —personaje interpretado por Ryan Gosling—, vengar la memoria de su hermano.

Preso de la turbia relación que mantiene con su madre —en varios momentos de la trama hay insinuaciones de incesto entre ellos—, Julian, quien es el protagonista de la historia, comienza a experimentar agudas contradicciones, incapaz de tomar una decisión frente a la situación en que se encuentra. Su atormentada personalidad se revela ante el compromiso de cumplir con su clan, ante la persecución que le ha tendido la policía, ante la imposibilidad de insubordinarse a su madre.

En ese escenario criminal, plagado de odio, dolor, sed de venganza, crímenes, se mueve Only God Forgives. Más que la progresión dramática o el desenlace mismo de la historia, aquí importa ese habitus donde no existen fronteras éticas, en el que se manifiesta un desequilibrio total de valores, donde nadie debe cumplir reglas o todo el mundo las viola. Y en este sentido, el policía jubilado constituye una figura determinante, en la medida en que aun cuando representa la ley, es el primero en quebrantar los límites y desatar la violencia con todos los medios posibles.

Nicolas Winding Refn no demora un segundo en demostrar su virtuosismo para filmar. Detrás de las imágenes de esta película late un imaginario autoral que todavía promete valiosas entregas a la cultura cinematográfica contemporánea.

(Tomado de Cartelera Cine y Video, no. 177)