NOTICIA
Las trampas de la ficción
Junto a Werner Herzog, Rainer W. Fassbinder y Wim Wenders, Volker Schlöndorff es una de las figuras más importantes en la nómina del llamado “nuevo cine alemán”. Aunque Schlöndorff no ha llegado a gozar del prestigio internacional de aquellos tres, la empresa que se concentra en sus primeras películas, esas que van desde su maravillosa ópera prima El joven Törless (1966) hasta la multipremiada El tambor de hojalata (1979), lo presentaron como el más completo intelectual en el ámbito del cine germánico. Sus filmes se movieron en diferentes esferas, desde las más profundas tradiciones nórdicas hasta las implicaciones filosóficas del nazismo. Lamentablemente, su trabajo como profesor de cine y literatura en varias universidades europeas, así como su desempeño administrativo en los estudios UFA, incidieron en la irregularidad de su carrera artística. Además, desde mediados de los años 80 su obra sufrió una transformación severa con motivo de su acercamiento a los estudios norteamericanos y el idioma inglés. Un resultado tardío de esa reinvención es Regreso a Montauk (2017), su último trabajo como director y guionista.
El entorno literario está presente en casi toda la obra de Schlöndorff, ya en adaptaciones literarias (desde Proust, Grass, Musil hasta Arwood) o en las reapropiaciones libres de la vida de escritores. En ese sentido, Regreso a Montauk no es la excepción. Para el filme, el director aprovecha unas memorias del novelista suizo Max Frisch, con quien compartió una hermosa amistad. La historia recrea el viaje de un reconocido escritor berlinés a Nueva York con motivo de la publicación de su última novela. Más allá de la acostumbrada gira promocional que acompaña el lanzamiento de obras importantes, la presentación en la ciudad norteamericana esconde otros intereses. Con esta estrategia, asistimos a dos ficciones estrechamente relacionadas: en la primera, Max Zorn se reencuentra con el espacio urbano en que vivió diecisiete años atrás, donde dio sus primeros pasos como escritor y experimentó además un romance interrumpido con su partida a Europa. La segunda es precisamente la novela El cazador y el cazado, en la cual Max se aprovecha de las coartadas de la literatura para eternizar esa aventura, dotándola de trasfondos filosóficos e idealistas. En la película de Schlöndorff, ambas historias terminan siendo una sola.
El filme comienza con Max, genialmente caracterizado por Stellan Skarsgård, leyendo un fragmento de su novela. Se trata de un pasaje donde su padre, un ávido lector de filosofía, agoniza en su lecho de muerte. Allí le revela las dos únicas cosas que importan en la vida: el primer error cometido y el arrepentimiento por lo que pudimos hacer y no hicimos. Esa es la razón por la cual ese viaje de trabajo se trasforma en la búsqueda de Rebeca, su antiguo amor. Sin embargo, en los contornos de ese reencuentro se ubican otras preocupaciones del director. Por ejemplo, las relaciones entre ficción y realidad, o las trampas de la memoria.
Además, Schlöndorff expone las viejas confrontaciones entre el viejo y el nuevo mundo occidental, esquematizados a través de Europa y los Estados Unidos. Mientras el primero representa lo espiritual, los mitos, lo trascendental, el segundo viene a ser el arquetipo de la modernidad líquida, dominado por la técnica y el flujo económico. Bajo esa contraposición, a la pregunta recurrente sobre la decadencia de Europa, Max responde con orgullo más que con tristeza o angustia. Para él, la grandeza se localiza en el pasado y no en el porvenir, pero es precisamente este pensamiento el que lo coloca frente a su más terrible fantasma. Rebeca, ese sujeto idealizado de sus años juveniles, no encaja con la importante abogada dueña de un lujoso piso en Manhattan. El viaje juntos a Montauk, una tranquila región costera en Long Island, detona un violento choque entre ficción y realidad, pero también entre pasado y porvenir. Es en ese encuentro donde Max debe decidir por una de las dos alternativas, y aceptar las consecuencias de su elección.
(Tomado de Cartelera Cine y Video, no. 179)