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La sangre osage y la herencia maldita
La más reciente película de Martin Scorsese, Los asesinos de la luna (The Killers of the Flower Moon, 2023), posee una estructura narrativa similar a la que caracteriza su filmografía, en la que múltiples personajes interactúan para desenredar el conflicto enrevesado que los coloca en escena.
Este filme es quizá la película más profunda de Scorsese, y relata parte de los hechos conocidos en la historia de los Estados Unidos como “El reinado del terror”: la expropiación de las tierras y riquezas de nativos asesinados por terratenientes blancos, hechos reflejados en el ensayo “The Killers of the Flower Moon: The Osage Murders and the Birth of the FBI”, de David Grann.
Los asesinos de la luna se convierte en un proyecto ambicioso al representar esta compleja trama asentada en un wéstern crepuscular. El mismo está construido a través de una lectura minuciosa de las tradiciones de los nativos norteamericanos, en concatenación con los crímenes originados por la persecución del dinero y el petróleo de los osage, quienes pasaron a ser víctimas de los oportunistas que llegaban a su territorio.
Ernest Burkhart (Leonardo DiCaprio) es un veterano de guerra recién asentado en la Oklahoma de 1920, lugar y época en que se desarrollan los acontecimientos. Allí es acogido por su tío Bill King Hale (Robert De Niro), quien se vuelve su mentor y lo introduce poco a poco en esta cacería por las riquezas de los indios. Así conoce a Mollie Kyle (Lily Gladstone), una pura sangre nativa heredera de los derechos de concesión de tierras de su familia (Headrights), con la que termina casado. Establecida la unión, comienzan los crímenes brutales y necesarios para que la fortuna de la familia de Mollie pase a manos de King, mente maestra de la operación, por medio de Ernest.
Estos asesinatos, enmascarados por enfermedades, suicidios y ajustes de cuentas que abarcan toda una comunidad, desencadenan una investigación gubernamental para descubrir a los malhechores detrás de toda la sinuosa maniobra.
El argumento está permeado por una dosis de doble moral que ejemplifica las miserias humanas de un concepto de moralidad pervertido detrás de un telón de buena conducta y supuesta ética, que en realidad encubre el aprovechamiento de las circunstancias para interés de los terratenientes blancos nombrados como tutores de los indígenas. La película se plantea así denunciar estos acontecimientos históricos y visibilizar a sus víctimas.
El ritmo lento con que se desarrolla la cinta posibilita profundizar en los detalles del relato y las personalidades de sus protagonistas, que son seres imperfectos, grises, llenos de ambiciones en cada uno de los perfiles en que son mostrados. Los diálogos y métodos de comunicación son entrecortados y esa misma cadencia complementa la poética interna que tiene el largometraje.
Los asesinos de la luna tiene características que la convierten en una obra excepcional, como son su reparto estelar, donde brillan DiCaprio, De Niro y Glastone por los matices de sus respectivos personajes y la habilidad de persuadir al espectador desde sus roles en esta sórdida crónica. Otro elemento bien ejecutado es su fotografía, la que persigue cada detalle. La cámara captura, interpela y traduce los comportamientos de los personajes y sus trasfondos. Se convierte en una herramienta eficaz, junto a la banda sonora que está a cargo de Robbie Robertson, a la hora de captar la esencia de cada figura y de las atmósferas que genera el conflicto.
No obstante, el filme posee un componente de predictibilidad que termina por cercenar el impacto emocional, debido a una duración excesivamente larga en la historia que recrea, cuyo hilo narrativo por momentos se pierde en el desarrollo de los hechos, creando confusión.
En resumen, Los asesinos de la luna es una película bien elaborada, poderosa, que le concede un espacio a la historia de los nativos norteamericanos olvidados en el tiempo, y que con su representación en la pantalla grande dan origen a una trama reveladora y visceral.