Villafuerte

La porfía autoral de Santiago Villafuerte (Parte II)

Sáb, 11/28/2020

Considerando lo anterior, Villafuerte tiene el antecedente de dos películas cubanas: Tulipa (Manuel Octavio Gómez) y Las aventuras de Juan QuinQuin (Julio García Espinosa), ambas de 1967, en las cuales el espacio circense influye y confluye, respectivamente, en las historias de sus protagonistas.

Las proezas del espectáculo artístico ya habían llamado su atención, pues le viene como anillo al dedo para comparar en Siempre puede evitarse. Para los años 80 del pasado siglo siente que ya puede dedicarle un material muy exclusivo al circo. Con Un oficio para divertir explora la formación y ensayo de los futuros artistas, mucho antes de que se entreguen a su especialidad bajo la carpa y a la paralela condición itinerante del artífice escénico. ¿Cuánto pudo repercutir durante su estreno y posteriores reposiciones, ya fuera en salas cinematográficas o en la televisión? Estamos ante un claro homenaje a los artistas consagrados, al paso que constituye un material harto influyente para la vocación del público preciso.

En lo concerniente a los audiovisuales de artistas puede y debe considerarse A cielo abierto (1987), sobre el escultor Ángel Íñigo. Ya le habían interesado las actitudes y destrezas de este campesino por arrimar al paisaje un zoológico cincelado muy singular.

La primera consideración hacia un hombre con vocación artística innata y, sin aprendizajes de academia, quedó registrada previamente en Cultivando la piedra (1979). La voice-over dice: “Sus métodos de trabajo no han cambiado. Pero cualquiera puede sentir la curiosidad de cómo planifica su trabajo”. Es un documental de continuidad y comprobación observables. Es lo que han hecho otros realizadores con respecto a iniciales acercamientos a una figura o un hecho determinados. Otros audiovisuales sobre técnicas creativas son Litografía cubana (1976) y Pintar con vidrio (1977).

Con fotografía de Roberto Otero y edición de Rolando Baute, Fragmentos de una historia (1989) me recuerda en su exposición de exteriores a Habana Vieja (Óscar Valdés, 1982). Aunque aquí al director le interesa el paso del hombre esclavo, del africano o, mejor, del franco haitiano, por el Oriente de Cuba. Desde las muestras de sitios históricos de importancia, sean en el contexto citadino o en el rural, hay un claro intento y logro de evocar por su ausencia a ese sujeto preterido a ratos por la historia.

De ahí la presencia de las edificaciones coloniales y las ruinas de cimentaciones campestres. Queda establecido un diálogo entre el paisaje interior de las casas abandonadas y las que se quieren recuperar y ese otro exterior que recorremos, no sin antes mirarlo. Las soluciones advertidas en la puesta en escena conectan mucho con la poesía de Eliseo Diego. Del mismo modo, se le acomodan a las imágenes los criterios de la española Marifé Santiago acerca de lo paisajístico cuando plantea:

El paisaje es la mirada humana puesta sobre la naturaleza, igual que el jardín es el afán humano por hacer que la naturaleza esté muy cerca. El paisaje solo existe en la medida en que hay ojos poéticos, ojos creadores posados sobre la naturaleza objetiva y por lo tanto ya hay un plano que se acorta en el que ya hay un espacio para que, el ser humano con su limitación, habite y, por lo tanto, cambie y transforme.1

La banda sonora comparte los pocos minutos de duración con la narración hermosa y pausada de Eslinda Núñez. Fragmentos… es, acaso, uno de los documentales más disfrutables por personal de Santiago Villafuerte. No se olvide que con fotografía de Raúl Rodríguez y la edición del inseparable Rolando Baute, había rodado Atrapar el tiempo (1983) y, un año antes, con equipo casi similar, Con amor. Ambos acogen la vitalidad histórica de ciudades coloniales.

Por su parte, Esto no tiene nombre (1989) se adentra en los vericuetos y el despliegue del carnaval santiaguero. Eso sí, el documental aprovecha para recorrer y exponer la ciudad antes de los festejos y durante la fiesta misma. Villafuerte coloca en disímiles espacios las cámaras o la cámara, lo cual le permite certificar el júbilo de sus habitantes, al paso que promociona un regocijo diverso apoyado a su vez en las variaciones de una banda sonora, repleta de música bailable. Se alterna entre el cómo se prepara la fiesta y su resultado hasta seguirle el trayecto a una noche carnavalesca. Banda sonora y pompa lo dicen todo. Ni más ni menos.

A quien pueda interesar (1990) es una obra tradicional en su realización: voz de un narrador, método de entrevista frente a la cámara y esta, colocada como testigo ocular de cuanto se nos muestra. Más que la religión, aquí se abordan los procedimientos benéficos de curanderas en relación con el conocimiento sobre plantas medicinales. Se contrastan opiniones de médicos con expertos de la medicina tradicional y de los primeros con quienes la consumen. Sorprende la ingenuidad de algunos comentarios, habida cuenta de la fecha de realización del documental.

Miembro de la UNEAC, Santiago Villafuerte alcanzó la medalla Raúl Gómez García. Tuvo su etapa de magisterio en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, que alternó con la asesoría de documentales producidos por Televisión Serrana.

Este realizador se destacó por ser un director y guionista con inquietudes ideoestéticas continuas. Es sabido de su insistencia no tanto en una visualidad preciosista, como sí en las asociaciones y los vínculos espontáneos. Sin buscar un estilo técnico-formal, fue más bien un realizador muy exigente al aproximarse y penetrar la realidad múltiple del país. Todo lo concerniente a la cultura cubana le interesó. Era un curioso incansable. Solo así se explica la cantidad de documentales conservados y no encontrados que llevan su nombre. Aun así, o se ha menospreciado por los críticos e historiadores cubanos de cine, o no se le ha examinado tal cual merece. El tiempo dirá la última palabra. 

Nota:

1 Este criterio lo expresa a propósito de El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973). Ver el documental El método de los claros (José Manuel Mouriño, 2019).