Los que se quedan

La navidad gruñona del señor Hunham

Mar, 02/13/2024

Lo mejor que sabe hacer el director Alexander Payne son películas de gruñones que tras sus ceños fruncidos esconden tormentos, fragilidades y esencias bondadosas. Coincidentemente, el actor Paul Giamatti es experto en interpretar a hombrecillos hoscos y brillantes de clara naturaleza dickensiana, que seducen desde las tozudas barricadas que levantan frente a mundo demasiado inmenso.

La combinación de estos dos factores en un binomio arroja un resultado como Los que se quedan (The Holdovers, 2023), una película que tras su refunfuñona máscara antinavideña, valida una vez más las caras connotaciones que esta festividad tiene para Hollywood, para los estadounidenses, para todo el mundo occidental y occidentalizado. Tal como sucede con clásicos como el “Cuento de Navidad”, escrito por el inglés Charles Dickens en 1843 y harto adaptado al cine desde sus meros albores.

El octavo filme de Payne propone una versión profesoral del avariento usurero Ebenezer Scrooge: el maestro Paul Hunman, para cuya encarnación Giamatti acopia sus más probos recursos histriónicos, con los que ya había construido otros dulces malgeniosos como el sardónico y agrio Harvey Pekar de American Splendor (Shari Springer Bermanen y Robert Pulcini, 2003) y el ególatra, brillante y antipático John Adams de la serie homónima de HBO (creada por Kirk Ellis y dirigida por Tom Hooper, 2008); biopics ambas que tuvieron en Giamatti un sólido e imprescindible eje dramático y expresivo.

Los que se quedan, por demás, cierra una especie de no confeso “tríptico de las malas pulgas” o “de los ermitaños” de Payne, en el que se integran los previos títulos A propósito de Schmidt (About Schmidt, 2002) y Nebraska (2013). Sus respectivos protagonistas Warren Schmidt (Jack Nicholson) y Woody Grant (Bruce Dern) dialogan con el malhumorado Hunman en sus agresivas relaciones con un mundo al que desprecian porque los asusta.

Hunman es un solitario y desagradable profesor de la privada Academia Barton —en la helada Nueva Inglaterra— quien durante la Navidad de 1970 le corresponde permanecer en la institución como guardián de los pocos jóvenes que no pueden regresar a sus hogares para pasar las vacaciones. Terminan acompañándolo en su clausura temporal el alumno Angus Tully (Dominic Sessa), la cocinera Mary Lamb (Da’Vine Joy Randolph) —madre del primer alumno negro de Barton, muerto recientemente en Viet Nam— y Danny (Naheem Garcia), el conserje.

Otros cuatro estudiantes rezagados sufren el encierro al inicio, pero un “milagro” los salva de completar la estancia.

Por lo que Hunman y Tully quedan solos para desarrollar un buddy film más al estilo de la argentina Yepeto (Eduardo Calcagno, 1999) que de cintas “de escuelas privadas” más corales como Muchachas de uniforme (Mädchen in Uniform, Leontine Sagan, 1931), Adiós Mr. Chips (Goodbye, Mr. Chips, Sam Wood, 1939), La sociedad de los poetas muertos (Dead Poet Society, Peter Weir, 1989), o El club de los emperadores (The Emperor's Club, Michael Hoffman, 2002). De hecho, Payne opera un juego perceptual en este sentido, creando falsas expectaciones que más allá de sorprender un poco, terminan subrayando el coloquio de soledades establecido finalmente entre Hunman y Tully.

Los que se quedan comparte entonces sus modos de buddy film con el coming-of-age que experimenta el rebelde alumno, al descubrir las verdades que Hunman oculta. A la vez, Tully deviene un simbólico “fantasma de las navidades pasadas” para el profesor. Le permite revisitar el pasado del que ha huido siempre, airear las facetas de su personalidad hacinadas en su ático sentimental. Experimenta así un crecimiento tardío pero siempre oportuno, que le permitirá enfrentar la vida.

Hunman y Tully se alzan ante sí como dos espejos que devuelven mutuas imágenes, al inicio insoportables, como casi siempre son las verdades. Pero poco a poco sucede la reconciliación entre los estratos de la personalidad. La máscara social se va pareciendo más a la real naturaleza del yo, la sinceridad gana terreno.

Como toda película navideña que se respete —¡hasta Solo en casa (Home Alone, Chris Columbus, 1990)!— Los que se quedan legitima esta época como la oportunidad que cada año se le concede al mundo para mejorar un poco: un perdón a la vez, una redención a la vez, una esperanza a la vez. Una oportunidad para que la noción de humanidad gane algo de nobleza, y la felicidad llegue a otra vida. El Hunman de Giamatti es el Grinch que (se) devuelve la Navidad luego de negarla durante décadas, y como el Grooge seminal, descubre que ser feliz no es tan difícil ni complicado. A veces basta con darse una simple oportunidad.

(Tomado de Cartelera Cine y Video, nro. 219)