Sully

La hazaña de Sully

Vie, 06/04/2021

El río Hudson volvió a hacer historia cuando  el 15 de enero de 2009 los pilotos de US Airways Capitán Chesley “Sully” Sullenberger y Jeff Skiles, primer oficial, decidieron acuatizar el Airbus A320 para salvar a todos los tripulantes. La iniciativa salió tan bien que a la proeza de los aviadores le acompañó una serie de pesquisas de la Junta Nacional de Seguridad del Transporte. La pesquisa se haría de todas formas, pero se creyó que el capitán podía regresar sin tantos contratiempos al aeropuerto de despegue e incluso a otro cercano. La realidad demostró que Sully, experimentado pero muy presionado, tuvo momentos de claridad e hizo lo correcto. Por muchas razones justas, fue y es aún celebrado como héroe.

Un acontecimiento nacional de indudable repercusión llamaría la atención enseguida de la industria cinematográfica. Lo que no sospecharon algunos fue que el multifacético Clint Eastwood se iba a interesar en la realización de una película homenaje al héroe estadounidense. Tampoco es de extrañarse mucho, considerando que Eastwood ha resaltado historias menores en apariencia. Hechos aislados o reconocidos por igual insuflan esa suerte de épica que termina influyendo en la colectividad. Eastwood se cuida también de no parecer patriotero.

Con el proyecto de Sully (2016), filme exhibido recientemente en Cine online, el cineasta tenía dos caminos principales a escoger: centrarse en cómo tuvo que aterrizarse el avión en el río Hudson o la demostración bien extendida de la heroicidad de un hombre a punto de retirarse de su profesión. Para no reincidir en esas películas de accidentes, en las que la importancia estriba en presentar la tragedia o el morbo de casi figurar en una de ellas, Eastwood eligió la segunda opción y se valió de la psicología de su protagonista. De ahí que Sully sea arriesgada en su estructura, pues relega el aterrizaje en sí a momentos fragmentados, resalta mejor al héroe y no al avión, a diferencia de Titanic (James Cameron, 1997), por ejemplo, en la que el enorme barco, o mejor, su hundimiento, es el verdadero protagonista de la trama.

Eastwood prefirió también narrar la historia en tres momentos e ir insertando los flashbacks necesarios para proveer las piezas claves de una aventura dramática. Evitó cualquier monotonía narrativa, amén de que sabía las exigencias que el público podía reclamar y que rodaría con cámaras IMAX. Por mucha responsabilidad visual que alguien como Eatswood posee, no dejó, sin embargo, toda la responsabilidad a los efectos especiales, pues la fuerza se la tenía que dar el dueto conformado por Sullenberger (Tom Hanks) y Jeff Skiles (Aaron Eckhart).

Sobre todo Hanks vuelve a ofrecer una de esas actuaciones inolvidables porque saca del personaje los sentimientos más incompatibles: temor y valentía, supuesta suavidad y disposición constante. El actor engrandece cualquier personaje sencillo y tenido a menos tal vez por un público habituado a otros héroes más dinámicos.

El veterano Clint Eastwood anotó con Sully más puntos a una carrera desigual pero repleta, con justicia, de más méritos que fracasos.