NOTICIA
El centelleo de un amor legendario
Hay un James Franco actor reservado, pero de mirada pícara que acepta casi todos los papeles de protagonista o secundario guapo hasta el 2006, año fructífero para su carrera, pues trabaja en los filmes Annapolis, El hombre de mimbre, Flyboys, The holiday, Grasshopper, La chica muerta y tal vez otras más. Para rematar ese año, Kevin Reynolds (Fandango, The beast, Robin Hood, príncipe de los ladrones, Rapa Nui, Waterworld…) lo llama para que interprete al héroe legendario de Tristán e Isolda. Compartiría escenas íntimas, aunque tal vez menos de las que se esperaron con Sophia Myles, quien encarnó a Isolda la rubia, el otro costado de la pareja de origen céltico y desde hace tiempo universal.
Me dice un amigo que para haber sido rodada en el 2006 es una producción aceptable desde el punto de vista de los efectos especiales. Supongo que aludiera a las escenas de peleas y las extendidas vistas panorámicas; las cuales, por supuesto, pudieran ser mejores considerando que se había realizado por ejemplo The Matrix (Larry y Andy Wachowski, 1999) y Gladiador (Ridley Scott, 2000). Claro que pudo tener mejores escenas de peleas, pero la aventura del ciclo artúrico de Tristán e Isolda tiene el componente romántico, el viaje iniciático sobre todo del héroe muerto y resucitado que necesita nuevas experiencias en el mundo y completar una misión, el reconocimiento del amor compartido… Reynolds quiso aprovechar esto último teniendo a dos bellos protagonistas (Myles y Franco). Supongamos que dicha justificación disimulara las exigencias que cierto público esperó de su película, la que está bien lejos de ser una mega producción.
Es raro que el logro de la puesta en escena: recreación epocal, vestuarios, actuaciones… no le sacara más provecho a la narración. En efecto, las imágenes como pensara el fabuloso Raúl Ruiz condicionan cómo se narra e incluso las expectativas estéticas. ¿Por qué esto último? Porque desde que la película empezó a filmarse, se sabía que Ridley Scott y Tony Scott serían los productores ejecutivos.
Teniendo en cuenta las varias versiones de la leyenda, el director se apoyó en el guionista Dean Georgaris y le pidió que al menos la esencia de la historia de amor estuviera, que los demás hechos en torno al conflicto central representado por el caballero inglés Tristán y la princesa irlandesa Isolda podían variarse según se le antojara, si bien no tanto como en las reacomodos de la compañía de entretenimiento Disney.
Aunque el director contó con el magnetismo de James Franco y la belleza de Sophia Myles —actores que se acoplaron bien—, pudo explotar mucho más la pasión de la pareja. Pero se tuvo muy presente que el largometraje estaba dirigido a un público adolescente y juvenil. Por lo que había que sugerir más de lo que se muestra en pantalla o lo que es lo mismo: decir mucho con poco, algo que con frecuencia no se logra.
Sin embargo, contando con algunas de las rodadas con anterioridad: El eterno retorno (Jean Delannoy, 1943), Tristán e Isolda (Tom Donovan, 1979), Tristán e Isolda (Thierry Schiel, 2002)… Existe una versión alemana de 1981 —de la cual no cuento con los datos de producción— que se llama Fuego y espada en la que Christoph Waltz y Antonia Preser representan a los tórtolos medievales, la de Kevin Reynolds sigue siendo una de las más vistas y preferidas acaso por un “educado” para entonces James Franco.
Coproducción entre Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y República Checa, Tristán e Isolda de 2006 es el centelleo de un amor legendario e inacabado como también lo confirman los propios documentos literarios.
(Foto tomada de Espinof)