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Jonal Cosculluela y Maritza Ceballo: relato documental de una pandemia
Durante un encuentro reciente con el director de cine, Jonal Cosculluela, nos contó acerca de los avatares de rodar un documental sobre la COVID-19, en tiempo real y de cara a los riesgos y desafíos que conlleva entrar a Zona Roja, con equipo de realización cinematográfica y sin romper los protocolos sanitarios. Esta vez, el rol es compartido con Maritza Ceballo, en la dirección y producción. Ambos adelantaron detalles de Volverán los abrazos, el material más reciente del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y el colectivo de creación Siguaraya.
¿Cómo concibieron el documental?
JC: La idea de realizar este documental es de Ramón Samada, presidente del ICAIC. Recuerdo que le hice otra propuesta, cuando a él se le ocurrió que registráramos la pandemia en un documental. Rápidamente nos enamoramos de la idea, que es apasionante porque está hecha a medida del paso del tiempo.
Nos propusimos hacer el documental en tres meses, por el comportamiento que describía la COVID-19 en otros países. Iniciamos en abril, y pensamos que alcanzaríamos el momento propicio para cerrar el material en alza. Sin embargo, la situación se ha comportado de otra manera, y por suerte, estaba concebido el rodaje en tiempo real, para registrar la realidad tal y como sucede.
¿Qué expectativas tenían con el documental, y cuán diferentes han sido la realidad y sus contratiempos?
MC: Como se trata de un documental, tenemos que ir con todo lo que sucede. Los tres meses iniciales formaban parte de una proyección correspondiente con las medidas tomadas, el comportamiento y el trabajo del sistema de salud cubano. En ese período podíamos tener un panorama de lo que era el suceso de la pandemia en Cuba. Aunque nos hemos percatado de que la realidad es muy variable, porque se trata de un virus desconocido. Uno prevé, pero la realidad es la que manda: tuvimos el despunte de un rebrote en los meses de verano y ahora, la propuesta de un candidato vacunal. Durante este año, la pandemia controla la vida en el país.
En el documental estamos enfocados hacia el personal de la salud vinculado a la pandemia, cuando en realidad, se involucra toda la sociedad porque han intervenido voluntarios y muchos factores, además del gobierno. Nosotros estamos centrados en los médicos y enfermeros, y eso nos condiciona a ver cómo ha cambiado la vida para ellos, cómo ha cambiado el trabajo, y qué implica esa transformación.
Durante la realización del documental vivimos el momento junto al personal sanitario, y sabemos de los turnos de guardia que no son habituales para ellos. Hablamos de turnos de 28 días: catorce días en el hospital y otros catorce en el aislamiento posterior, lo cual ha cambiado su vida, la de su familia. También está el riesgo de ir a trabajar por primera vez. Aunque como médicos siempre existe el peligro de contagio, actualmente la probabilidad es muy elevada.
JC: En realidad, el documental se cuenta más desde la propia familia de estos médicos. La idea central es que los espectadores se den cuenta de que las personas detrás de los nasobucos y máscaras son seres con familia, que tienen miedo, que se arriesgan constantemente. Asimismo, que aquellos que se sienten inmunes o piensan que al llegar a un hospital van a atenderlos ̶̶ por las propias características del sistema de salud cubano ̶ sepan que se trata de una enfermedad muy peligrosa, con un tratamiento doloroso y muchas reacciones adversas.
La enfermedad no es sencilla. El personal sanitario está en riesgo, y siguen ahí porque tienen un corazón inmenso, decidido a salvar vidas. Pero son personas que sufren porque en un momento pueden perder a un paciente que creen bien. Al principio, esas muertes los marcaron, porque no podían controlar la enfermedad fácilmente. Era una patología desconocida, sin embargo, la muerte los mantiene en un estrés constante.
¿Hay alguna escena que los haya marcado durante el rodaje?
MC: Hay varias cosas que preferimos no adelantar…, pero ver a un médico lidiar con una enfermedad que desconoce, y el poco material con el que cuenta no es suficiente para tener claros los protocolos de atención, y que el aprendizaje sea luego de la muerte de un paciente grave… Reponerse a eso, y decir: "Lo aprendí ahora con la pérdida de un paciente, pero me ha servido para salvar a otro". Es impactante.
La enseñanza no debería ser así. Pero muchos pasaron por el dolor para aprender a tratar la enfermedad viendo qué ocurría con otro paciente. No había opción, al principio de la pandemia, no se sabía de evoluciones. Luego, esas experiencias negativas, las cuales han socializado entre ellos, han orientado el tratamiento para salvar a muchas personas.
JC: Hay algo interesante en cuanto al falso mito acerca de los médicos que se han contagiado por violaciones o descuidos. Y no es tan así. La mayoría de esos contagios sí han sido rompiendo el protocolo, pero por la necesidad de salvar una vida; porque les interesa llegar, tocar con las manos, rescatar al paciente.
MC: Algunos entrevistados expresan que en un segundo deciden entre sus vidas y la del paciente con falta de aire. Ellos conocen que si te expones a un virus como este no sabes qué ocurrirá. Aun con toda la medicina del mundo, la evolución es bastante incierta. Los que están afuera podrán pensar "es su trabajo, están acostumbrados", cuando no es así.
En las Unidades de Terapia Intensiva el tratamiento es complejo. Es muy importante tener presente que muchas de las medidas que no se tomaron en momentos determinados, es debido al mandato de salvar una vida por encima del cuidado personal. Hay médicos que piensan así. Cuando su obligación también es protegerse, saltan la barrera.
Con el objetivo de concebir el proceso de manera íntegra, la filmación contempla a varios centros de atención a pacientes de la COVID-19 en La Habana: el Hospital Naval Luis Díaz Soto, el Hospital Salvador Allende (Covadonga), el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), el Pediátrico de San Miguel (La Balear), así como en casas de recuperados, médicos y en centros de aislamiento.
Los primeros casos de la pandemia del nuevo coronavirus en Cuba se reportaron en el mes de marzo del presente año. Hasta la fecha se han diagnosticado más de cinco mil casos y lamentado 122 muertes. La enfermedad es muy contagiosa, y las autoridades sanitarias internacionales abogan por el apoyo de toda la ciudadanía para disminuir los infectados.
En los últimos meses, en la Isla, miles de médicos prestan sus servicios, desde la atención primaria hasta las unidades de terapia intensiva. Así como se movilizó al Contingente de Cooperación Internacional Henry Reeve para colaborar en más de treinta naciones afectadas por el virus, entre las que cuentan Italia, Jamaica, Venezuela, Andorra, Haití, Honduras, Perú, Emiratos Árabes, Angola, Qatar, Cabo Verde y México. Asimismo, dentro del país, estudiantes universitarios y jóvenes apoyan como voluntarios en las instituciones de atención a pacientes y sospechosos, y en las áreas de salud comunitarias.
MC: El material no será publicado con inmediatez, pero cuando las personas lo vean, esperamos que reflexionen en que hay quienes trabajan en hospitales y sacrifican su familia, su salud. Estamos en una situación que amerita seres humanos vinculados a la sociedad, con proyecciones y conducta respetuosas hacia las personas que lo rodean. Me gustaría que todos sepan que médicos, enfermeras y voluntarios se sobreponen al miedo para ayudar a otras personas desconocidas.
JC: Te voy a adelantar que hemos filmado tanto material que en un documental de una hora no cabe todo lo que queremos decir. Y ya se está proyectando, junto a la Empresa de Informática y Medios Audiovisuales Cinesoft, una serie de cinco capítulos, de 30 minutos cada uno, para narrar más de lo que ocurre con la pandemia a nivel nacional y desarrollar personajes valiosos que en el documental no tienen tanto protagonismo.
Las condiciones de rodaje deben ser muy diferentes, ¿con qué equipo están trabajando?
JC: Nosotros nos llamamos "los cuatro gatos", cuando en realidad somos siete, que hacemos de todo. En este caso, soy quien está más volcado a la producción, aunque Maritza y yo llevamos producción y dirección del material.
En cámara está David Cruz, quien hace de todo: director de fotografía, operador de cámara, foquista. También contamos con Luis Calsadilla, asistente de cámara, data manager; en el sonido están Maykel Pardini y Michel Caballero. Además, está Yudit Domínguez, asistente de dirección y René Gutiérrez, como asistente de producción y chofer. Somos un equipo bien reducido, y solo tres entran a los sitios de mayor riesgo.
MC: Como montador tenemos a Luis Najmias, quien se mantiene al margen del rodaje. Porque para uno, luego de cinco meses, es muy difícil separarse de esas historias. Y él le da una mirada más crítica, desde afuera.
Imagino que debe ser muy complicado ir vestidos de "cosmonautas" y grabar con tantas cosas encima, ¿cuáles son las medidas de protección que tienen en cuenta durante la filmación?
MC: Cuando entramos a Zona Roja, donde están los pacientes positivos, cumplimos las mismas medidas de protección que el personal sanitario. Como es un equipo pequeño, la dinámica es buena, y todos estamos al tanto de cada detalle: mantener la distancia, no recostarnos sobre superficies, echar alcohol, limpiarnos las manos.
Trabajar con nasobuco con el calor es difícil. Las máscaras y gafas dificultan la visualidad y se trata de enfocar, encuadrar. Hemos aprendido a comunicarnos por señas, entre escafandras, nasobucos...
En el filme, ¿cómo pretenden abordar el fenómeno de la COVID-19 no solo en La Habana, sino a nivel nacional?
JC: Por las propias medidas que se han tomado para enfrentar la situación, se ha dificultado el traslado hacia otras provincias del país. Estamos buscando alternativas para recoger en el documental cómo se enfrenta la pandemia fuera de La Habana. Además, estamos dirigidos hacia la colaboración de Cuba, por el rol importante que han tenido nuestros médicos en otras partes del mundo.
Asimismo, contamos con la experiencia de los médicos de familia, que son los primeros que entran en contacto con sospechosos, y realizan el seguimiento hasta que estos pacientes son remitidos a los centros de atención.
¿El miedo?
JC: Yo siento más temor a filmar en la calle, o en una cola, que entrar a Zona Roja. En cinco meses expuestos a un virus, no nos hemos contagiado, gracias a las medidas tomadas.
MC: El miedo está todo el tiempo, sobre todo fuera de los hospitales. En los centros médicos hasta me confío porque los doctores están atentos a nosotros. A pesar de estar junto a los positivos, es cuando más tranquila estoy. Sin embargo, es muy diferente en la calle, donde las personas se acercan, se quitan el nasobuco para hablar con nosotros y cometen muchas infracciones.
Opino que es una cuestión de cambiar el modo de vida. En pensar que volverán los abrazos porque el cubano es así, pero que ahora es necesario frenarse por un bien común. A veces se piensa que si decimos buenos días y no damos un beso se es maleducado; pero eso tiene que cambiar, y ese cambio de mentalidad cuesta trabajo, y se ve diariamente.
¿Cuánto ha cambiado la vida en casa?
MC: Llegamos a la casa, lavamos la ropa, nos lavamos las manos. Hay un riesgo porque se entra en contacto a pesar de la protección. Por lo tanto, seguimos con las mismas medidas, excepto el nasobuco. También tenemos en cuenta los ciclos de quince días, y somos cautelosos con los síntomas durante ese tiempo.
JC: Uno llega al hogar y, tener que decirles a nuestras hijas pequeñas que no nos abracen, cuando el instinto es correr hacia la puerta y darnos besos y abrazos, fue difícil. Hubo que entrenarlas. Actualmente, se quedan esperando a que nos cambiemos y bañemos. Es como poner el cariño en pausa. Es difícil, pero ya lo entienden y esperan.
¿Cree que volverán los abrazos?
JC: Sí, claro que sí. Volverán de manera natural.
(Tomado de Portal UNEAC)