NOTICIA
Historia coral de búsquedas y conflictos
Con casi tres lustros de atraso llegará al circuito de estreno en septiembre Club Habana (2021), ópera prima de Jorge Herrera, que pertenece a una etapa del cine cubano cuando los realizadores, cubanos y extranjeros, intentaban atrapar, incluso en los títulos de sus filmes, ciertas esencias y generalizaciones, sociales y psicológicas de nuestra época e idiosincrasia, a la luz del cambio de siglo. Tal voluntad panorámica y sintetizadora también se percibe en Suite Habana (2003), de Fernando Pérez; Barrio Cuba (2005), de Humberto Solás; Habana Blues (2005), de Benito Zambrano, y Habana Eva (2010), de Fina Torres, independientemente de los muy diversos niveles de calidad, o exactitud descriptiva, detectable en cada una de estas producciones.
El filme que llegará a nuestras pantallas también participa de cierta tendencia bastante generalizada a principios del siglo XXI respecto a la recreación de lo marginal en producciones cubanas y extranjeras como Chamaco (2010), de Juan Carlos Cremata; Fátima o el Parque de la Fraternidad (2014), de Jorge Perugorría; Conducta (2015), de Ernesto Daranas; El rey de La Habana (2015), de Agusti Villaronga, y Viva (2016), de Paddy Breathnach. En todas estas, o casi todas, aparece en primer plano el realismo sucio, la doble moral, la hipertrofia del erotismo o la prostitución como algunos de los temas más recurrentes del cine nacional en aquel momento.
Fruto típico del cine independiente cubano, coproducida por firmas de Alemania y Ecuador, junto con la entonces emergente Producciones de la Quinta Avenida, y la colaboración especial de Teatro El Público, Club Habana intenta representar un microcosmos que refleje la sociedad cubana, mediante la puesta en escena de una suerte de club nocturno con el nombre que apunta el título. En ese lugar tratan de refugiarse, toda una noche de mal tiempo a causa de un huracán próximo, la protagonista, Bárbara, una joven a punto de partir para España, y diferentes personajes con muy diversos conflictos e intereses. De modo que la restricción espacial y temporal —como ocurría en las también contemporáneas Lista de espera (2010), de Juan Carlos Tabío; Verde verde (2011), de Enrique Pineda Barnet; Habanastation (2011), de Ian Padrón, o Últimos días en La Habana (2016), de Fernando Pérez— obliga a que los personajes interactúen, se conozcan y tal vez establezcan una relación, un vínculo que sería improbable si tuvieran mayor libertad de movimiento.
Con guion de Claudia Calviño y Carlos Lechuga (antes de que ella produjera y él dirigiera títulos que los hicieron famosos internacionalmente), y fotografía de Luis Najmías Jr, el filme cuenta con un nutrido reparto: Yoraisi Gómez, Luis Alberto García, Enrique Molina, Rosa Vasconcelos, Claudia Muñiz y Mayra de la Vega, entre otros. Precisamente, la parte histriónica nos regala un plus con la actuación especial de la cantante y compositora Lourdes Torres, en un papel muy cercano en apariencia a la de una artista cuya imagen escénica ha quedado eternizada en el papel de Libertad, gracias al cine.
Independientemente de las generalidades para describir una película que apunta ciertas simplificaciones sobre lo que significaba vivir en Cuba en aquel momento, en medio de sueños rotos y deseos incumplidos, Club Habana ofrece al espectador la mejor versión de dos grandes actores: Luis Alberto García y Enrique Molina, y así fue reconocido en varios festivales internacionales donde el filme fue presentado.
En fin, una película típica de su momento, con algunos valores a destacar, un producto audiovisual muy apegado a los temas y las normas representacionales del cine cubano de la década anterior. Sin embargo, tampoco uno puede cansarse de repetir que no estamos sobrados de talento ni de títulos nacionales, de modo que Club Habana puede y debe encontrar su público entre las huestes de admiradores incondicionales del cine cubano de matiz crítico, henchido de preocupaciones sobre nuestro presente y futuro.
(Tomado de Cartelera Cine y Video, nro. 214)