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Germán Pinelli, crónica de un talento anunciado
Tal vez su talento haya sido por herencia de su madre, tal vez el destino quiso la existencia en Cuba de un Germán Pinelli. La vida es tan enigmática con sus regalos que a veces basta solo con agradecer y dejarse llevar por sus encantos.
Desde el 20 de noviembre de 1995, hace 25 años, el reconocido locutor y actor de radio y televisión no se encuentra entre nosotros. Cada comienzo tiene un fin, pero siempre vale la pena recordar a quien nos sedujo con su personalidad y manera tan peculiar de asumir el escenario, como reto y compromiso consigo mismo y con el gran público. Pinelli es uno de esos artistas que siempre tendrá un lugar el registro histórico de los medios de comunicación en Cuba, porque se lo ganó y con creces.
De él hay muchas anécdotas que contar, pasajes de su larga trayectoria artística, para deleitar a las nuevas generaciones que no conocen el ingenio del prestigioso actor y su picardía para decir la frase idónea y hacer un chiste perspicaz y rimbombante, sin molestar ni crear incomodidades.
En la conocida calle Obispo, esquina San Ignacio, transcurrió la infancia de Pinelli, hijo de padre asturiano y madre nacida en Madrid, mujer culta y con dotes para la declamación. El matrimonio tuvo cinco hijos, algunos de ellos seducidos por el arte y sus motivos.
Desde pequeño Pinelli tuvo inclinación por el canto y tal fue así que a los seis años de edad tuvo su primera actuación en el Teatro Nacional de Cuba. Sin embargo, la primera aparición en los medios de comunicación no sucedió hasta los 15 años, el 28 de octubre de 1922, cuando deleitó a los oyentes por su habilidad frente a los micrófonos de PWX, emisora de la Cuban Telephone Company. Como dato curioso, ese momento resultó el primer control remoto en vivo de esa planta, realizado desde el Teatro Campoamor.
Profesional de gran cultura, el también periodista aprendió el inglés, francés e italiano por esfuerzos propios y continuó en su intención de hacerse tenor, hasta presentar situación en los pulmones y, con ello, afectación de la voz. Sabemos los avatares de la vida para cambiar los rumbos y dejar a la vista otros senderos en los que Pinelli conquistaría el éxito.
En 1933, este comunicador por excelencia comenzó en CMQ como escritor de notas para el Noticiero Nacional. Al cabo de dos años se convirtió en redactor principal y jefe de los cuatro espacios destinados a las informaciones noticiosas en la emisora. Llegó entonces el programa La Corte Suprema del Arte, cantera de artistas aficionados convertidos en estrellas, como Rosita Fornés, Celia Cruz, Elena Burke, Ramón Veloz y otros grandes del espectáculo.
Como parte del programa, los artistas realizaban presentaciones en La Habana y giras en provincias. Pinelli asumió la dirección y organización de esos eventos, otro de los aciertos en su desempeño profesional, al que se le añade su interpretación de “el gallego” en la zarzuela Cecilia Valdés, por el año 1939 en el Teatro Nacional.
El tiempo y su aptitud para la locución hicieron que en la década del 40 del siglo xx el artista fortaleciera su compromiso con la radio. Varios programas como Ron Pinilla, Habla Pinelli y Canada Drya las puertas de La Habana demostraron su destreza y capacidad para mantener en sintonía a la audiencia.
Pinelli fue, además, parte importante de la historia de Cuba, cuando una narración de su autoría, en vivo, sobre la masacre en el barrio Orfila se convirtió en prueba para los procesos penales del hecho, acontecido el 15 de septiembre de 1947. Sucedió que la residencia del comandante Antonio Morín Dopico fue asaltada por órdenes del también comandante Mario Salabarría. La riña duró un aproximado de tres horas hasta ser detenida por el ejército. Pinelli y el fotógrafo Guayo reportaron el enfrentamiento debajo de un carro asumiendo el riesgo de sus propias vidas.
La llegada de la Virgen de la Caridad del Cobre a la Plaza de la Revolución, nombrada en un inicio como Plaza Cívica, fue narrada por Pinelli, entre otros pasajes del día a día en la Mayor de las Antillas, que contaron con su voz.
La locutora Consuelo Vidal, compañera suya en varias aventuras, expresó sobre Pinelli: “Nosotros nos decíamos mamá y papá, nunca por el nombre, jamás. Germán fue una persona de muy poquito comer, muy malcriada, él vivía de helados, que le encantaban. Yo soy quien soy, como animadora, gracias a ese maestro. Todo me lo enseñó él. Cuándo había que bajar el tono, cuándo hacerlo de feria. Nunca lo olvidaré en los eventos de elección de la reina del carnaval y sus luceros. Allí se lució de lo lindo. Yo busqué un poema llamado Un amigo se va, a fin de hacerle un homenaje”.
Su presencia en el programa San Nicolás del Peladero con el personaje de Magro Éufrates también prestigió el espacio de gran popularidad durante años. Galardonado con el Premio Nacional de Televisión, Germán Pinelli es uno de los imprescindibles cuando se habla de buenas prácticas en los medios de comunicación, un nombre que es preciso traer al presente para no dejar en el olvido un estilo peculiar de presentar a Cuba desde la locución.