Eslinda Núñez

Eslinda Núñez en primer plano

Vie, 12/22/2023

Cuando un espectador admira por primera vez el clásico Lucía (1968), realizado por Humberto Solás, entre múltiples elementos, queda impactado por la precisa elección de las actrices que personifican los tres personajes protagónicos de igual nombre. Raquel Revuelta confiere gran fuerza a la de 1895 y Adela Legrá es la tempestuosa campesina de los años sesenta. Contrasta entre ellas el aura romántica conferida a la Lucía de 1933 por la actriz Eslinda Núñez. Natural de Santa Clara, donde nació el 27 de diciembre de 1943, Eslinda Esther Núñez Pérez comienza sus estudios de actuación en la capital en la Academia de Teatro Estudio. Marca su debut profesional al incorporarse en 1962 como cantante, actriz y bailarina al elenco del Teatro Musical de La Habana, dirigido por el mexicano Alfonso Arau. Ese mismo año debuta en el cine en un papel episódico en la coproducción El otro Cristóbal, dirigida por el francés Armand Gatti, a la que sigue su incursión en la película Para quién baila La Habana (1963), del checo Vladimir Cech. Desde entonces, alterna su carrera teatral con la cinematográfica.

Tomás Gutiérrez Alea la selecciona para asumir el personaje de Noemí, la criadita de religión protestante que Sergio transforma en su imaginación en la secuencia del bautizo en el río en Memorias del subdesarrollo (1968). Ya para entonces, feliz de trabajar con Titón, la actriz admite haber estado más preparada, realizó investigaciones y profundizó en el papel de un título devenido clásico del cine cubano.

Pero es Lucía, sin dudas, la película en la cual por primera vez sintió que ya era una actriz. Ese personaje asignado por Solás —quien lo concibió expresamente para ella—, de la muchacha cienfueguera de clase media cuya rutina cotidiana es estremecida por la relación que establece con un joven inmerso en las luchas sociales de los convulsos años treinta, le propició adentrarse en un universo nuevo que le permitió descubrir muchas posibilidades. Según ella, era un personaje bien trazado, de una gran vida interior, lleno de matices, aunque distante de su esencia y, por tanto, un desafío que no vaciló en enfrentar. A su juicio, Solás, a pesar de que era su primer largometraje, supo extraer de cada uno de los intérpretes lo que quería lograr y el compositor Leo Brouwer terminó de configurarlo con su bellísimo tema a flauta.

Tras intervenir en La primera carga al machete (1969), a las órdenes de Manuel Octavio Gómez, Eslinda encarna el personaje protagónico femenino del controvertido filme de Solás Un día de noviembre (1972). Era la muchacha con quien inicia una historia amorosa un joven que revisa su vida como revolucionario y sus relaciones humanas, insatisfecho con reencontrar amigos y compañeros de la lucha clandestina.

Por este tiempo, la actriz interviene en la coproducción soviético-cubana El jinete sin cabeza (Vsadnik bez golovy, 1972), de Vladimir Vainstock, cinta de aventuras sobre un relato de Jack London, filmada en locaciones de la isla, y en Mina, viento de libertad (1976), que rueda en México el director vasco Antonio Eceiza.

El cineasta Manuel Herrera, esposo de la actriz, le permite explorar en la pantalla sus dotes para la comedia en No hay sábado sin sol (1979), versión de una pieza del grupo teatral Escambray. Eslinda encarna uno de los nuevos caracteres introducidos en la trama: la joven trabajadora comunal, convertida en eje conductor del argumento. Tiene que combatir contra los arraigados hábitos de un núcleo campesino para convencerlos sobre las ventajas de la mudanza al pueblo recién construido, así como del trabajo colectivo.

Solás se aventura a concederle nuevas posibilidades de lucimiento dramático al asignarle el papel de Isabel Ilincheta, la prometida de Leonardo Gamboa, en Cecilia (1981), su personalísima revisión del clásico costumbrista. La manifiesta simpatía del novelista Cirilo Villaverde por ese personaje no principal, contrapuesto al resto por sus sentimientos antiesclavistas, también está presente en Solás, que opera en ella una metamorfosis absoluta, a la cual la actriz intenta conferir credibilidad.

En Amada (1983), rodada por Humberto Solás en colaboración muy estrecha con el editor Nelson Rodríguez —codirector no acreditado—, Eslinda alcanza su mejor labor interpretativa en la caracterización del personaje delineado por el novelista Miguel de Carrión en su obra póstuma, La esfinge. La señora Amada Villalosa, burguesa conservadora y aferrada a obsoletos valores y convencionalismos, no obstante el esplendor circundante en la mansión del Cerro donde reside, se desplaza en un ambiente opresivo. Solo en los momentos en que recibe a su primo Marcial, joven honesto, inconforme con la realidad política, su existencia se ilumina y experimenta algún atisbo de felicidad. Los une una intensa, pero utópica y desesperanzadora pasión.

Por la intensidad transmitida a ese papel de esposa sometida, indecisa para aceptar la proposición de abandonar aquel mundo de sombras y claroscuros que habita, Eslinda recibió el premio de actuación femenina en el Festival Internacional de Cine Iberoamericano de Huelva y el galardón en el Concurso Caracol de la UNEAC. “Gracias a su inolvidable participación en algunos de mis filmes y en los de otros realizadores —declaró Solás—, es un nombre en la historia de nuestra cinematografía y así lo atestiguan cientos de elogios aparecidos en las crónicas especializadas”.

Su trayectoria teatral inscribe resonantes éxitos en puestas en escena de La casa de Bernarda Alba, Los días de la guerra y, ante todo, Santa Camila de La Habana Vieja. La teatrista Berta Martínez subrayó su extraordinaria fuerza expresiva. En la pequeña pantalla actúa con regularidad en espacios de teatro, teleplays y telenovelas, como El Chino, Pasión y prejuicio, La otra cara, No parqueo, Doble Juego, Ana y Polvo en el viento, entre muchos otros.

Eslinda Núñez, vinculada también a la docencia, confesó que como actriz prefiere no repetirse, porque cuando actúa, nunca es ella misma. En ese momento que se coloca frente a una cámara o ante el público de una sala, sin mirar atrás, es el personaje. Encuadrarla en este primer plano es un tributo a alguien que aúna belleza, fotogenia y talento interpretativo y que recibió el Premio Nacional de Cine 2011. ¡Felicidades, Eslinda!

(Tomado de Cartelera Cine y Video, nro. 217)