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El regreso a la entrañable morada
Wifredo Lam (1902-1982), compendiador por excelencia de culturas (la africana, la china, la cubana), aún se considera, y con razón, el artista cubano más internacional. Viajero que miró bien el mundo, lo cual supuso hacerlo sin prisa y con deseos, conoció de referencias distantes y cercanas que, en su discurso plástico, figuran niveladas por las circunstancias del hecho artístico, del conjunto representado.
Cuando concibe ese conjunto a veces difícil de asimilar, emprende Lam su diálogo con la realidad. Pero apenas avanza, se deja acompañar por la imaginación relacionante. No puede entonces rendirle a un único elemento referencial; ni siquiera a una sola época. Tiene mucha razón Argeliers León cuando escribe que la pintura de Lam “no brinda alegoría de África” porque despliega interés por conformar una naturaleza metafórica.
Era Lam consciente de su poética transnacionalista. Inmerso en su cultura patria, asimiló, sin embargo, una cultura plural para enriquecer premeditadamente lo que aprehendió a temprana edad.
El partidario de la República Española, el amigo más que aprendiz extasiado de Pablo Picasso, el admirado por los surrealistas, podía ser a un tiempo hombre de pueblo y muy conocedor de la historia de saberes antiguos. Acaso parecía de esos artistas deseosos de que otros lo ayudaran a explicar el misterio de su obra.
No conviene confundir la reserva y la modestia con la ineptitud expresiva. De ahí que veamos al creador en el documental Wifredo Lam (Humberto Solás, 1979)1 describir a las claras su obra y, no obstante, sabía que para comprender lo críptico es preciso aportar claves en un juego de asociación en el que no se revela todo. Hay reservas, secretos y hasta milagros incomprensibles para la razón. El arte verdadero, así sea más pretencioso, no puede sacrificarse enteramente para complacer al espectador. Escuchamos la voz del narrador (José Antonio Rodríguez) presentar al protagonista de esta manera:
Wifredo Lam, te dicen el pintor de La jungla. Pero La jungla es algo más que un cuadro. Es la revelación de un universo que tú plasmas, incasable, en tu interminable faena. Un universo de ideas y formas que descubren a la ávida mirada del hombre una concepción y un criterio insólitos. ¿Por qué? Porque tu obra se ocupa de explicar un mundo nuevo, a la vez que atávico. El orbe de la imaginería y la seductora vitalidad de las culturas hasta ayer mal conocidas y por tanto misteriosas. África y América se funden en tu experiencia y en tu praxis. De este abrazo de continentes, tú has sabido revelar el secreto de una armonía que estalla en una nueva y telúrica expresión de la vida.
El texto de José M. Betancourt y Humberto Solás remite, en efecto, a esa condición ineludible de un arte del misterio, críptico.
Wifredo Lam y Humberto Solás conversaron mucho. El primer artista le revelaría al segundo aspectos de su vida íntima y profesional. El cineasta no podía quedarse solo con la obra si el pintor le ofreció un sinfín de detalles de su experiencia singular. El documental inicia con el artista en su contexto de nacimiento: Sagua la Grande. Solás busca y encuentra al hombre que luego se convertiría en un vanguardista cosmopolita. Aquí se remite al traslado a Europa, la muerte de familiares y una guerra que lo implicó ética y espiritualmente. Con ello se insinúan los recelos de Lam frente a los nacionalismos.
Con la colaboración del Conjunto de Danza Moderna, en especial la coreografía de Eduardo Rivero, asistimos a la mezcla de manifestaciones artísticas: danza, teatro, fotografía, pintura, escultura, música, cine y poesía en su sentido vasto de creación. Solás es capaz de representar escenas en que lo ficcional se integra con armonía a lo histórico, al paso de asimilar con regusto los dominios de la plástica.
Cifrando qué ha sido su vida y sus obras más representativas, Solás excluye la opinión de especialistas que le hablan a la cámara. Prefiere el muestrario oportuno de obras, intercalando las de Lam con otras de pintores nacionales y foráneos. De este modo consigue destacar la singularidad del artista.
Cuando la voz en off ya ha asumido en primera persona el sentir y la anunciación del protagonista2, confiesa:
Con todas mis fuerzas yo deseaba pintar el drama de mi país. Exprimiendo a fondo el espíritu de los negros, la belleza de la plástica del negro. Así lo fui siempre, como un caballo de Troya de donde saldrían figuras alucinantes, capaces de sorprender y perturbar el sueño de los espectadores. Yo corrí el riesgo de no ser comprendido ni por el hombre de la calle ni por los otros. Yo lo sabía. Pero un verdadero cuadro es aquel que posee el poder de hacer trabajar la imaginación.
El repaso en pantalla por sus cuadros acredita lo anterior. El cineasta observa y compara a través de imágenes escogidas (obras y fotos fijas), describe y analiza en virtud de una oralidad literaria que es, en resumidas cuentas, crítica de arte. ¿Qué pinta Wifredo Lam? ¿Será acertado encasillar un testimonio artístico de la multiculturalidad? Solás, asistido por Nelson Rodríguez, Jorge Herrera, Ricardo Istueta, Leo Brouwer, Guillermo García, María Elena Molinet, Lola Calviño, inscribe para la cultura nacional una obra de autor muy memorable.
(Foto: cortesía del autor)
Notas:
1 En 1982 Humberto Solás recibe un homenaje de la crítica francesa. Se presenta una retrospectiva de su obra en París. Es galardonado en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva con el Colón de Oro por el cortometraje Wifredo Lam.
2 Jorge Luis Sánchez González ha sido muy atinado al reconocer: “Esa grandeza se percibe al ver al gran pintor, ahí, como quien se mueve entre el acatamiento meditativo deseado por el director y un auténtico y sutil yo interno que él aporta. Quién sabe si Lam necesitaba del documental, de su misterio, para comunicar lo que, precisamente, nunca será posible sugerir con la pintura”. En Romper la tensión del arco. Movimiento cubano de cine documental, Ediciones ICAIC, 2010, La Habana, p.252.