NOTICIA
El otro Mankiewicz
Sin la colaboración del guionista y productor de origen judío berlinés Herman J. Mankiewicz (1897-1953), El ciudadano Kane (Orson Welles, 1941) no hubiera llegado a ser la película que el espectador ha celebrado todos estos años. Con Mank (2020), su director, el muy atendible David Fincher, homenajea no solo a una figura notable de la escena hollywoodense, sino al cine centro del cine. Estamos ante un largometraje que perpetúa por contenido y estética las grandezas artísticas y miserias extracinematográficas de una época extraordinaria.
Lee Harvey Oswald, Drácula, Beethoven, Poncio Pilatos, Churchill…, a Gary Oldman le queda cualquier personaje histórico que se le antoje o propongan. Por no mencionar a aquellos otros héroes o villanos literarios o ficcionales que los cineastas han pensado para él. Considerado uno de los actores más extraordinarios de la contemporaneidad, David Fincher —realizador de las más recientes El curioso caso de Benjamin Button, La red social y Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres, pero antes, de Alien, Se7en, los siete pecados capitales, El club de la pelea—, lo llamó para interpretar en Mank al guionista Herman J. Mankiewicz, figura clave del llamado “Hollywood dorado”.
Hermano mayor del célebre Joseph L. Mankiewicz (Carta a tres esposas, Eva al desnudo, Operación Cicerón, De repente, el último verano, Cleopatra…), Herman será recordado por ser el guionista principal, entre otras, de El ciudadano Kane, y por toda la chismografía de una supuesta rivalidad con su consanguíneo menor. Lo que sí es cierto —como recuerda Fernando Trueba en Mi diccionario de cine— es que Orson Welles le pidió a Herman no aparecer en los créditos de “la mejor película de la historia del cine”. Hubo hasta oferta de dinero y Ben Hecht, el Shakespeare de Hollywood, trató de convencerle para que se saliera del filme, pero Mankiewicz, acaso más bebedor que Oliver Reed, mantuvo el valor de reclamar su firma. En 1942, El ciudadano Kane ganaría un único Óscar al mejor guion original para Mankiewicz y Welles.
Así como Todd Haynes rodaría Lejos del cielo (2002) a lo Douglas Sirk de la década de 1950 y Ettore Scola su docudrama Qué extraño llamarse Federico (2016) retomando la visualidad neorrealista, Fincher lo hace con la estética de las películas de Joseph L. Mankiewicz. Concibe una obra en blanco y negro, la cual resalta los contrastes psicológicos de aquellos personajes que estuvieron más cerca del protagonista.
En la primera hora del extenso biopic, mención particular alcanzan dos momentos. El primero, cuando se reúne un grupo de guionistas con el productor David O. Selznick; el segundo, más llamativo aún, cuando Irving Thalberg conversa en su oficina con Mankiewicz. El claroscuro en el rostro de Thalberg no puede ser más representativo de su estatus como hombre influyente de negocios. Mankiewicz, con todos sus demonios internos expuestos en la escena, muestra su habitual desenfado e irreverencia. En la segunda hora, totalmente ebrio, el personaje ofrece una lección lucidísima de una improbable adaptación de Don Quijote de La Mancha para la pantalla grande.
Hay que reconocerle a este drama biográfico que, aunque el centro de la trama pareciera ser la escritura del guion de El ciudadano Kane, sobreviene cual pretexto para mostrar tanto los funcionamientos internos de algunas de las más importantes compañías cinematográficas de los años treinta y cuarenta, como el propio teatro de quienes las dirigían. Bastarían escoger casi que de cualquier fragmento del guion distintas citas que ilustran lo anterior y la convincente referencia del cine dentro del cine. He aquí ejemplos específicos:
—“Si no lees no aprendes”. (Herman J. Mankiewicz)
—“Escribe mucho. Apunta bajo”. (Houseman)
—“Quizás escuchaste que MGM tiene más estrellas que el cielo. Jamás lo creas. Solo tenemos una estrella: Leo, el león. Nunca lo olvides. Muchas estrellas lo olvidaron y ahora brillan en otra parte”. (Louis B. Mayer)
—“Una obra jamás es un desastre hasta que el cine lo dice”. (Joseph L. Mankiewicz)
—“No hago terror barato. Universal sí”. (Selznick)
—“En MGM se escribe en equipo”. (Thalberg)
—“Puedes hacer que el mundo jure que King Kong mide diez pisos y que Mary Pickford es virgen a los cuarenta, pero no puedes convencer a los electores de que un socialista ambicioso es un peligro para todo lo bueno que hay en California”. (Herman J. Mankiewicz)
El preciosismo de la puesta en pantalla no sacrifica lo que se expone y sugiere en torno al protagonista, caso de la situación política imperante y cómo el cine influye en la misma. Pero es la reivindicación de Herman J. Mankiewicz, en definitiva, el propósito de la trama. Mucho queda referido, porque no era necesario presentar excesivos detalles. No obstante, la atmósfera epocal y las paranoias durante los pasos primigenios para adaptar o inventar una historia para el cine se logran con creces en la película de Fincher. En principio, mucho mejor que Curtiz (Tamás Yvan Topolánszky, 2018), también de Netflix. Mank es divertida y muy cruda por el personaje histórico y por la vitalidad que le confiere el maravilloso Gary Oldman.
(Tomado de Cartelera Cine y Video, no. 183)