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“Dentro del ICAIC me hice trabajador”
La cámara de cine es un tipo de cámara fotográfica que toma una secuencia de fotografías en rápida sucesión en una cinta de película fotográfica o film, que una vez revelada puede ser proyectada reproduciendo el movimiento original, y cuyo resultado es una película.
Justamente Cubacine entrevistó a uno de los hombres que más conoce acerca de estos equipos, Francisco Cordero Matienzo, quien trabajó como mecánico, asistente de cámara y foquero en largometrajes como Lucía y El brigadista, decenas de documentales, el Noticiero ICAIC Latinoamericano y otros audiovisuales.
Sobre su labor y experiencias vividas conversó con nosotros Cordero, quien cumplió misiones internacionalistas en Nicaragua, donde creó el Departamento de Cámaras en el INCINE; Angola, en la filmación con Santiago Álvarez del juicio a los mercenarios; y Etiopía, donde enfrentó ocho misiones combativas como corresponsal de guerra mientras se filmaba Etiopía. Diario de una victoria, de Miguel Fleitas.
Todo ello estuvo a la par de sus labores en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), ya que desde 1979 ha ocupado diversos cargos, siempre vinculado a la actividad técnica de la cinematografía: jefe del Dpto. de Cámaras, director técnico de la antigua empresa Estudios, director del Laboratorio Cinematográfico, director de la Unidad Tecnológica (cámara, sonido y laboratorio) de Audiovisuales ICAIC y director de Desarrollo Técnico, Inversiones y Patrimonio del Instituto, cargo que ocupa actualmente.
¿Qué significó para usted recibir, recientemente, la Distinción Por la Cultura Nacional?
Para mí realmente es un honor, pues constituye un reconocimiento a mi trabajo en función del arte cubano, a la cantidad de años que llevo desempeñándome en el mundo del cine.
Y es que este 2020 cumplo 55 años de labor ininterrumpida en el ICAIC. Empecé con 18 años, en 1965, y desde entonces estoy aquí.
Dentro del ICAIC me hice trabajador, especialista, sobre todo en la parte técnica de la industria cinematográfica. Además, aquí he vivido experiencias muy ricas, importantísimas para mi formación profesional y personal. También trabajé muchos años en la producción, en el Noticiero ICAIC Latinoamericano y otras muchas obras audiovisuales.
¿Cómo ha sido su trayectoria profesional?
Primero me formé como mecánico de cámaras de cine a partir de un curso impartido por un especialista checo, quien era genial. Yo venía de una escuela tecnológica, adonde el ICAIC fue a seleccionarme junto a otros jóvenes, que teníamos muy buenos expedientes, para formarnos en diversas especialidades.
Digamos que fuimos la generación inmediata a los fundadores del Instituto. Entonces y, al unísono, a partir de la experiencia que comenzábamos a adquirir y las necesidades de la institución en ese momento, los mecánicos pasamos a ser asistentes de cámara.
Ello fue un aporte valiosísimo a la solución de los problemas productivos del ICAIC. Entonces se usaban cámaras analógicas, la mayoría heredada de la publicidad antes del triunfo revolucionario. Mientras, otras se fueron comprando o “resolviendo” de mil maneras diferentes, hasta tener un equipo de cámaras alemanas que, a mi juicio, eran las mejores de la época y marcaron un hito a nivel mundial desde el punto de vista técnico: las Arriflex. Después recibimos, igualmente, cámaras soviéticas, con las cuales filmábamos las imágenes más complejas y riesgosas para los dispositivos.
En resumen, que en un momento dado tuvimos bastante cantidad de cámaras, las primeras, de mejor calidad, y el resto nos resolvía problemas cotidianos. Ahora, con el paso del tiempo, todo este equipamiento empezó a deteriorarse hasta que no dio más.
Por otra parte, desde la creación del ICAIC existía una escuela allí y todo el que trabajó más adelante en sus distintas áreas salió de dicha academia. En dicho colegio se estudiaban y se hacían, a la par, prácticas profesionales.
Tras todo este proceso formativo, que implicó que más tarde me convirtiera, durante los años 80, en jefe de cámara, pasé por otros departamentos del ICAIC.
Por ejemplo, en una ocasión Alfredo Guevara me pidió que fuera por seis meses al Laboratorio de Color y estuve casi 15 años allá, atendiendo su dirección técnica. Asimismo, en otro momento dirigí una unidad tecnológica. En fin, que pude desarrollar muchas innovaciones (soportes) para cámaras y lentes, lo que mejoró el rendimiento de estos aparatos, y atendí los proyectores de toda Cuba, más de 400 por aquella etapa.
Teníamos un taller especializado, igualmente, para hacer piezas de repuesto y sustituir las norteamericanas, a las cuales no teníamos acceso por el bloqueo y demás. Todo se hacía aquí en Maquinado, con especialistas geniales, hombres todos mayores que eran relojeros de profesión y trabajaban, pese a no haber estudiado cine, con gran precisión y entrega.
Te cuento todo esto porque la historia del Departamento de Cámaras del ICAIC no está escrita del todo y resulta vital para aprender sobre nuestra institución y su faceta más industrial. Además, quiero dedicar mis últimos años a salvar lo más posible nuestro patrimonio y memoria histórica, sin dudas, una de las tareas más complejas y ambiciosas que nos ocupan en el presente.
Prefiero recordar la historia del ICAIC como la riquísima mezcla de un grupo de personas de diversas especialidades (entre técnicos, especialistas y artistas) que nos unimos con un mismo objetivo: hacer películas.
Y es que puedo asegurar que una vez que uno entra al mundo del cine, si de verdad aprendes a amarlo y a disfrutarlo, ya no puedes salirte.
¿Y qué me dice sobre el Premio Nacional a la Preservación del Patrimonio Documental que le otorgaron en 2019?
Yo sentí al recibirlo ―y te lo digo con toda modestia― que ese reconocimiento no me pertenecía solo a mí, ni remotamente, sino a todos los especialistas anónimos tan consagrados a esa función. Porque el patrimonio documentallo incluye casi todo, no solo las películas, también los carteles, documentos y proyectos constructivos que nacieron del ICAIC en sus primeros años de existencia. Se trata de un trabajo muy amplio e importante.
La historia de los archivos del ICAIC y su legado fílmico pasa por la existencia de los negativos originales de las obras. Y muchos de los mismos se han perdido, ya que su preservación nos ha resultado muy difícil por el costo del mantenimiento y las condiciones que se requieren para su conservación.
Hay que tener en cuenta que Cuba tiene un clima muy desfavorable para ello, inestable, y la mayor parte de los audiovisuales ―aunque siempre hubo una lucha enorme por conservarlos― se ha deteriorado, sobre todo durante el Periodo Especial, cuando no podíamos encender los equipos de climatización para controlar la humedad relativa porque apenas teníamos petróleo.
Hemos hecho todo lo posible para rescatarlos, pero para conseguirlo no pueden haber cambios bruscos en las condiciones de almacenamiento en las bóvedas de nuestro Archivo Fílmico. No obstante, hemos logrado entornos casi idóneos en esos espacios, gracias a un esfuerzo sostenido y también a ayudas internacionales, como lade Andalucía (España), que donó un millón de dólares para tal propósito.
Hoy día queremos que nuestro Archivo sea ese lugar de custodia para las producciones de todos los realizadores cubanos, pues las obras que se realizan actualmente corren más riesgo de perderse debido a las tecnologías actuales.
Asimismo, buscamos regresar a filmar en 35 mm, digitalizar todas nuestras colecciones en una lucha contra el tiempo y garantizar el buen estado de los materiales, que es lo esencial.
Por todo esto, ese premio que me dieron el pasado año constituye un merecidísimo homenaje a todas las personas que se han dedicado a preservar el patrimonio fílmico.
Durante este tiempo de pandemia, ¿qué ha hecho y qué le queda por hacer al frente de la Dirección de Desarrollo Técnico, Inversiones y Patrimonio del ICAIC?
Aunque en los últimos meses hemos hecho menos que en circunstancias normales, no nos hemos detenido. Hemos tenido que revocar algunos sueños, pero no renunciaremos a ellos.
En lo que va de año nos hemos dedicado al mantenimiento, preservación y restauración de muchos locales al interior del propio ICAIC. Entre ellos, algunas salas de proyección del edificio y la que era la sede de la Cinemateca de Cuba, espacio que queremos reutilizar tras acondicionarlo para otras actividades como reuniones, proyecciones y debates.
También vamos a trabajar en un salón del segundo piso que tiene mucha historia, porque allí había un aula donde ensayaba un grupo de teatro conformado por Enrique Pineda Barnet con trabajadores del ICAIC y también nuestro histórico Grupo de Experimentación Sonora. Nos alternábamos.
Por otra parte, seguimos las obras en los estudios de animación del ICAIC y estamos inmersos en una reparación capital para instalar un nuevo equipo de climatización en el cine Chaplin, tarea que pensamos concluir para diciembre venidero.
Y por último, pero no menos importante, hemos trabajado en locales de la Casa del Festival y de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, institución que está próxima a cumplir su aniversario 35.