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“Creo que ambos estamos de suerte”
Tal como lo anuncia en el título de su película, la realizadora de “Una vida sencilla”, Ann Hui, quiso recoger la fluidez de la existencia humana a través de la simpleza con que se manifiesta en muchas personas. De esa manera consiguió alejarse de todo tipo de artilugios dramáticos y construir una historia que atrae al espectador por su humanismo y su sentido de representatividad.
Ah Tao estuvo sirviendo a la familia de Roger durante alrededor de 60 años. Sin embargo, debido a un derrame cerebral decide jubilarse e irse a vivir a una residencia de ancianos. A pesar de su decisión, el joven y ella continúan viéndose con regularidad.
Y es que desde el comienzo de la cinta nos encontramos con la preocupada y atenta Ah Tao, quien recibe y cuida de Roger con todo el cariño que profiere una madre. Por eso ante el brusco cambio que sufrirá la dinámica de ambas personas, el joven no dudará en convertirse en su inseparable compañero.
La nueva situación a la que deben enfrentarse la revierten a su favor; de esta manera la anciana encuentra en la residencia un hogar lleno de amigos y el espacio sustituto donde espera, con ansias, la llegada de su coprotagonista.
“Creo que ambos estamos de suerte”, declara Roger en una ocasión a su hermana, admirada esta por el respeto y el amor sin límites que le brinda a la mujer que lo consentía sin medidas desde pequeño. Una relación marcada por la complicidad y la ternura, que desborda empatía y transmite un sinfín de emociones.
Pero todas estas sensaciones no hubieran podido experimentarse sin la excelente capacidad histriónica de ambos personajes. Por una parte Deanie Ip (Ah Tao) se muestra como una testaruda e intransigente señora, de quien apreciamos sus silencios y llegamos a entender sus actitudes. Por otra, Andy Lau (Roger), caracterizado desde la simpleza, también nos atrae desde sus comportamientos lacónicos, pero más que nada por su desbordante ternura y lealtad.
A pesar de la diferencia de edad ellos se complementan, son personas que viven en dependencia espiritual y han desarrollado a través de los años un vínculo muy especial.
Una vida sencilla es un drama que además nos muestra, desde otras historias, las realidades que implican envejecer y la vulnerabilidad de ese periodo de la vida. Nos retrata una situación social inherente a cualquier sociedad, donde la vejez, además de una condición física, llega a convertirse en una problemática.