Chevalier

Chevalier

Mar, 09/01/2020

¿Qué factores pudieran definir la masculinidad, vista ella en el espíritu brutalmente competitivo que alimenta el capitalismo?

Una parábola fílmica trata de ofrecer una respuesta a tal inquietud recurriendo a la llamada comedia de observaciones, esa que se alimenta de la mirada objetivamente escrutadora y deja los análisis al espectador. No una mirada artística hecha, masticada, sino más bien oblicua e invitando a diversas conjeturas.

Chevalier es el título de esta comedia de tintes dramáticos desconcertantes, centrada en seis hombres de la clase media alta de la sociedad griega, que se encuentran de vacaciones en un lujoso yate que surca el mar Egeo. Han pescado y buceado, y por las noches se sientan a beber y a conversar. El conflicto se dispara a partir de un juego de comparaciones destinado a probar quién es el mejor de ellos  en muchos sentidos, desde el diámetro de la cintura, hasta la potencia eréctil.

El filme fue realizado en 2015 por Athina Rachel Tsangari, peso pesado de lo que ha dado en denominarse "la ola rara del cine griego", cuyo máximo exponente es Yorgos Lanthimos (Langosta, El sacrificio de un ciervo sagrado). El movimiento artístico coincidió con las reiteradas crisis económicas y políticas que se sucedieron en la nación griega y que, en buena medida, son analizadas y traspuestas en pantalla desde los estilos e historias más disímiles, un cine desbordado de talento y con una renovada vitalidad corrosiva, un mundo muy particular de concebir ficciones, influido por cineastas del calado de Luis Buñuel y Robert Bresson; del primero, el abanico de interpretaciones que pudieran derivarse de sus historias –y Chevalier es un buen ejemplo de esa influencia buñueliana–, y del segundo, el desasosiego existencial contemporáneo que motiva a buscar respuestas artísticas a tono con los tiempos difíciles que corren.

Tsangari se apoya en sus idearios estéticos para mantener fuera de campo la crisis griega en todas sus letras, y en su lugar recurre a una sátira de costumbrismo mesuradamente enrarecido para hablar de la neurosis de los protagonistas –todos hombres–, niños grandes empeñados en reafirmar su hombría a cualquier precio, gente acomodada en un sistema socioeconómico –pudiera pensarse– que agoniza a manos de una tropa de inseguros ególatras, lo que no quita para que la mirada feminista de la Tsangari desborde las fronteras de su país y se convierta en una crítica a cierta cultura machista que suele estar presente en cualquier lugar del mundo, y hay escenas en Chevalier que, dentro de la sobriedad general imperante en el filme, son para reír con ganas.  

Los que recuerden el cine de Lanthimos, notarán cómo también la Tsangari apuesta al absurdo teñido de cómico y a la violencia espontánea en momentos en que la solidaridad europea, como identidad comunitaria, parece estar en picada. A ello habría que agregarle la impronta de unos diálogos que, a ratos, nos parecerán automatizados, o forzados, y que terminan por redondear una atmósfera de extrañeza y hasta de ansiedad encaminada a cuestionar los límites del poder y los privilegios de las clases privilegiadas, una distopía de la desigualdad que hunde a las capas más vulnerables de la sociedad, repitiendo una historia tan vieja como la vida misma.

(Tomado de Granma, 23 de agosto de 2020)