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“Cada personaje te desvela, te quita el hambre” (Parte I)
Cuando Yerlín Pérez asume un personaje en el cine o la televisión algo sucede dentro de ella, una mezcla de euforia con amor y empuje que proyecta hacia terceros, los que estamos detrás de la gran o pequeña pantalla. Con sus interpretaciones logra un principio fundamental en la actuación: permanecer en la memoria de los espectadores, debido a sus años de trabajo y calidad actoral. Todo artista aspira a ser hijo de su tiempo y tener éxito en sus caminos creativos.
“Nunca le he tenido miedo a un personaje por muy grande o pequeño que sea ―asegura la actriz a Cubacine―, tengo por ley siempre enamorarme de ellos y, sobre todo, hacerlo mío, lo tomo como el mejor regalo que me puedan dar y lo defiendo con todo el amor del mundo. Muy pocos han sido los que no he aceptado por algo circunstancial, por algo personal, porque sencillamente no me gusta desde el guion o el discurso que proyecta el director, o no me interesa la manera en que va a enfocar el personaje, sencillamente no me late, soy muy intuitiva, si no me hace una cosquilla no lo hago, la verdad. No hay personaje que un actor no pueda defender y hacerlo brillar, pero siempre hay alguno que uno no acepta”.
Nacida en San Juan de los Remedios, una localidad de Villa Clara pequeña y apartada de La Habana ―donde, por ser la capital, existen más oportunidades para desarrollarse en cualquier perfil laboral―, Pérez confiesa no tener idea de la primera vez que pensó en dedicarse a la actuación por completo.
“Debe haber sido muy pequeña, porque lo que sí sé es que siempre fue mi sueño. En mi familia no hay artistas ni nadie con esas inclinaciones. Imagina, cuando se lo dije a mis padres me miraron como diciéndome: ‘¿En serio?’. Para ellos era como un sueño irrealizable, pero cuando me vieron tan decidida no dudaron en luchar conmigo y tuve su apoyo desde su punto de vista y desde lo que pudieron hacer, eran jóvenes y vivíamos lejos, pero me apoyaron en todo lo que pudieron”, asevera.
En su ciudad natal, recuerda, tuvo posibilidades de pertenecer al movimiento de aficionados y desarrollar sus intereses creativos. Asentarse en la capital de Cuba para Yerlín Pérez resultó una realidad difícil “porque corrían los años 90, cuando no había tanta información como ahora y en mi pueblo tener un teléfono fijo era un lujo. Mis padres me trajeron a La Habana a las pruebas de aptitud de la Escuela Nacional de Arte y luego mi mamá casi se arrepiente de dejarme aquí, decía que le dio miedo dejarme en aquella escuela tan grande. Suerte que mi papá se puso duro y dijo: ‘Se queda porque va a estudiar actuación, es lo que quiere’. Ya graduada, a pesar de extrañar a mi gente, supe que en La Habana iba a cumplir mi sueño. Pasé mucho trabajo, mejor ni contar, pero creo que todo el sacrificio no fue en vano y fue la mejor decisión que tomé, quedarme acá en la capital”, explica.
Entre sus interpretaciones más conocidas sobresalen su actuación como Arturita en A otro con ese cuento, su papel como María, la madre del bailarín Carlos Acosta en la película Yuli, además del personaje de Aracely, hace unos años, en la telenovela La sal del paraíso.
¿Cómo recuerda sus primeros pasos en la televisión?
Todavía era una niña, estudiante ya en la escuela de arte, en un espacio que se llamaba Intimidades, dirigido por Roberto Ferguson, algo así como los teleplays ―marcando la distancia, claro―. Tuve la oportunidad de trabajar con Adria Santana, a quien no olvido nunca. Lo primero que hice en televisión fue con ella, y lo último que hizo en la televisión pues lo hicimos juntas también y con Jorge Luis López.
Ya graduada tuve mi primera experiencia en el humor, en el programa Pateando la lata, dirigido por Delso Aquino Baños, y ahí fue cuando descubrí que iba a llevar las dos cosas, los dos géneros a la vez, o al menos lo iba a intentar.
La directora Elena Palacios ha sido guía en su carrera…
La primera vez que trabajé con Elena fue porque ella estaba a punto de salir a grabar un teleplay y una actriz se enfermó. Entonces, yo hice el personaje y realmente tuvimos tanta química que hasta hoy no hemos dejado de trabajar juntas. Ha sido parte de mi formación como actriz, de ella he aprendido todo, aprendí a ser atrevida, a defender a capa y espada lo que queremos, a mirarme como una mujer entera y, por supuesto, a tener la satisfacción de transmitir esa mirada a todas las mujeres cubanas, las comunes, las de a pie, las de todos los días, las que se han identificado con cada uno de los personajes que he encarnado a través de los trabajos de Elena.
¿Alguno de sus personajes en el cine o la televisión le ha resultado complejo a la hora de interpretarlo?
Todos los personajes son complejos, nunca pierdo el nervio, te juro que todos me quitan el sueño. Algunos están un poco más lejos de mí y tengo que estudiarlos más, hay que manejar términos sobre los que tienes que indagar porque no conoces; por ejemplo, muchos de los personajes de Elena, sobre todo en Del lado del velo, donde había mucho erotismo, desnudos y me sentí un poco asustada al principio.
Pero con Elena, te digo, todo se me hacía muy fácil, le cogí el ritmo y todo era tan lindo que realmente no me afectó. Cada personaje te desvela, cada personaje te quita el hambre, yo creo que todos un poquito.
Intuyo que es una mujer de carácter temperamental. ¿Es así?
Sí, soy una mujer de carácter temperamental, muy impulsiva, y de verdad que no tengo límites para defender lo que creo justo, pero la vida, los años, la experiencia me han hecho reflexionar mucho. Ahora intento contar hasta el infinito, ser más tolerante, pensar más por mí y por el otro, y perdonar. No tener miedo a pedir disculpas si me equivoco, eso es genial.