Pedro Noa

Apuntes para pensar un Caracol crítico

Mié, 05/05/2021

El Premio de Crítica e Investigación Audiovisual, convocado cada año dentro de los galardones que otorga el Festival Caracol, organizado por la Asociación de Cine, Radio y Televisión de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), es uno de los pocos existentes en el país y posiblemente el más importante para el estímulo de esta práctica artístico-literaria en Cuba.

Pensar y poner en solfa la creación audiovisual nacional ha sido siempre una constante en el evento Caracol desde su fundación en octubre de 1979, según puede leerse en ese texto imprescindible que es La tienda negra, escrito por María Eulalia Douglas y publicado en 19971.

Desde aquel primer encuentro —contemporáneo con la arrancada del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano—, ya se previeron seminarios sobre diversos temas relacionados con los medios alrededor de los cuales giraba.

Por cierto, ese mismo año se funda la Sección de Cine, Radio y Televisión de la UNEAC, cuyo primer presidente fue el director cinematográfico Manuel Pérez Paredes (El hombre de Maisinicú, Río Negro, Páginas del diario de Mauricio), quien ocupó la responsabilidad apenas dos años y cedió su lugar a otro importante realizador: José Massip Ysalgué (Historia de un ballet, Páginas del diario de José Martí, Baraguá). Sin embargo, no está recogida —o al menos no he tenido la suerte de encontrarla2— la fecha inicial de entrega del premio al mejor trabajo crítico o investigativo en la historia del Caracol.

Podría suponerse que sus comienzos estuvieran alrededor de diciembre de 1984, fecha en la que se produjo un primer Encuentro Nacional de Críticos de Cine, Radio y Televisión de la UNEAC en Santiago de Cuba. Su objetivo era, precisamente, crear la subsección de críticos cinematográficos y de otros medios de difusión, hecho concretado al año siguiente: 1985.

El entorno alrededor de este acontecimiento favorecía ampliamente a lo cinematográfico, con una tradición crítica mantenida, aún con sus altas y bajas; no así a la televisión y mucho menos a la radio.

Me permito una digresión: aunque la televisión nacional ya transmitía a color en la década de los ochenta, en buena parte de los hogares se consumía en blanco y negro, con un horario limitado y sólo por tres canales. No obstante, en los periódicos y en algunas publicaciones de la época, pueden encontrarse reseñas, comentarios, entrevistas y hasta algún que otro análisis de espacios, fundamentalmente, los dramatizados.

La radio alcanzaba mayor difusión, pero tampoco sus horarios eran suficientemente extensos y las valoraciones críticas o acercamientos sobre su quehacer eran menos frecuentes.

Ambos medios mejoraron su alcance en las décadas siguientes. En los noventa, años del llamado "período especial en tiempo de paz", la radio —no así la televisión—, tuvo una mejor acogida de audiencia y una "inyección" productivo-creativa. Baste mencionar la aparición y desarrollo de la "nueva radionovela cubana", como la denominó Joaquín Borges Triana3, la cual tuvo entre sus cultivadores a Ernesto Daranas y Norberto Domínguez.

Con el transcurso del nuevo siglo, ambos medios fueron estimulados. Por ejemplo, la televisión se amplió a cinco canales con cobertura nacional —incluyo aquí Multivisión— y transmisión las 24 horas en algunos de ellos. Además, se organizó una red de telecentros provinciales y municipales que rebasó la veintena en todo el país. Todo ello al calor del proceso ideo-político conocido como "Batalla de Ideas". La radio no fue menos, tanto en sus horarios al aire como en la creación de emisoras a lo largo y ancho de la Isla, con mejorías tan significativas como la transmisión en frecuencia modulada (FM) de mayor alcance y calidad, así como la presencia -en la última década- de transmisión en vivo a través de Internet.

Sin embargo, todo este progreso, no exento de tropiezos en la televisión y la radio, no se ha correspondido con la atención de la crítica y mucho menos con una incentivación para el estudio y la aplicación de la teoría mediática sobre ellos.

La afirmación anterior se corresponde con los resultados del Premio Caracol en Crítica y Ensayo Investigativo, donde han primado los trabajos sobre el séptimo arte, y esto tampoco es casual.

No voy a analizar cómo se ha desarrollado la crítica cinematográfica nacional. A los que quieran conocer más al respecto, les recomiendo leer El riesgo de la herejía, texto escrito por Claudia González, publicado por Ediciones ICAIC en 2013. Sólo voy a llamar la atención sobre un hecho: desde los años setenta, existen espacios en la televisión orientados a que el público entienda y decodifique el lenguaje cinematográfico (Tanda del Domingo, con Mario Rodríguez Alemán al frente; 24 por segundo, de gran audiencia gracias a las cualidades comunicativas de Enrique Colina; Historia del Cine —todavía en la programación—, primero conducido por José Antonio González, seguido hasta hoy por Carlos Galiano). Y si observamos la programación en los años recientes, casi podríamos asegurar que cada canal —y varios telecentros— emiten al menos uno.

No ha existido con igual persistencia ningún espacio dedicado a comprender la televisión y mucho menos la radio.

Otro dato a tener en cuenta: desde 1960 existe la revista Cine Cubano, la cual, entre venturas y desventuras, posibilita recorrer el devenir de la filmografía nacional, primordialmente la producida por el ICAIC, y ha funcionado como nicho para la crítica especializada. ¿Ha existido algo similar desde el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT)?

De regreso a El riesgo de la herejía (op.cit.), su autora —graduada de la Facultad de Artes y Letras por la Universidad de La Habana en 2010—, menciona el cambio experimentado por la crítica cinematográfica a partir del nuevo milenio, reflejado, principalmente, en Cine Cubano. Claudia González formó parte de una generación de voces frescas recogidas, por primera vez, en un dossier publicado en el número 168 de 2008 de Cine Cubano, precedida por una nota editorial titulada "Dónde está la nueva crítica?" Desde ese momento, a las voces ya reconocidas de Rufo Caballero o Juan Antonio García Borrero se unieron otras bisoñas, formadas académicamente, que integraron a la crítica cinematográfica "...una gran habilidad hermenéutica y que incluyen el empleo de un consistente instrumental semiótico, iconológico, narratológico y filosófico"4.

Estas voces han primado en el Premio Caracol de Crítica y Ensayo Investigativo, por lo menos desde los años noventa, fecha en la que he tenido certeza de que ya se otorgaba. Lamentablemente, no se puede escribir sobre, ni percibir, una hornada de críticos e investigadores interesados en la radio y la televisión. Apenas habrá sujetos aislados.

Concluyo estos apuntes con una advertencia, y quisiera creer que cada una de las personas interesadas en el buen desempeño y desarrollo de los medios en la nación ya tienen en sus agendas: vivimos en un nuevo ecosistema mediático en constante transformación, donde los conceptos y su entendimiento pasan por transmedialidad, pantallas inteligentes, prosumers, influencers, así como una generación muy joven, dominadora de todos estos artilugios y nociones mucho antes que sus progenitores; jóvenes que no conciben cada medio por separado, sino como una plataforma, un universo ideal y pragmático, puesto a su disposición para su entretenimiento, comunicación y educación (este orden no es gratuito).

Por lo tanto, para que el Festival Caracol de Cine, Radio y Televisión de la UNEAC y su Premio de Crítica e Investigación Audiovisual continúe siendo uno de los más importantes para el estímulo de esta práctica artístico-literaria en Cuba, debe tener en cuenta la realidad antedicha. Se han dado pasos; pero creo que hay que comenzar a aprender a correr, y en eso la crítica y la investigación son imprescindibles y ameritan/necesitan ser direccionadas hacia esa finalidad.

Referencias: 

María Eugenia Douglas: La tienda negra. El cine en Cuba (1897-1990). Cinemateca de Cuba, La Habana, 1997.

Esta afirmación la hago después de entrevistar a Lourdes de los Santos, actual presidenta de la Sección, quien sólo conserva los registros del Premio Caracol desde 2004 hasta la fecha. También le pregunté —infructuosamente— a Manuel Pérez Paredes y a Mario Naito, presidente de la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica (ACPC).

3Joaquín Borges Triana: "Novelas rosas... pero con espinas". Revolución y Cultura No. 5, setiembre-octubre 1966, pp. 21-24.

Claudia González: El riesgo de la herejía. Cartografía de la crítica y el discurso fílmico en la revista Cine Cubano (1960-2010). Ediciones ICAIC, La Habana, p. 248.