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A 25 años de una polémica road movie: Guantanamera
En 1995 se estrenaba, primero en España (1.o de septiembre) y luego en Cuba (16 de noviembre en los cines Yara, Payret, Lido y Los Ángeles), esta coproducción hispano-cubana, road movie de humor negro, codirigida por Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, ambos catalogados entre los más talentosos inventores de comedias cinematográficas en idioma español a partir de respectivos currículos en los que brillan La muerte de un burócrata y Los sobrevivientes, junto con Plaff o demasiado miedo a la vida y Se permuta.
Después del éxito mundial de Fresa y chocolate, ambos realizadores se aprestaron a realizar otra película, esta vez con guion de ambos en colaboración con Eliseo Alberto Diego, y un elenco que reiteraba dos de los protagonistas del filme anterior, pero con personajes completamente opuestos. Jorge Perugorría, que interpretó antes a un homosexual culto y pretencioso, ahora le daba vida a un camionero mujeriego y machote. Mirtha Ibarra pasaba de encarnar a un personaje “de dudosa moralidad”, que se mueve entre el contrabando y la doble moral, a representar a una exprofesora de economía, casada con un funcionario, y en medio de una vida correcta y rutinaria.
A Jorge Perugorría y Mirtha Ibarra se sumaron en el reparto Carlos Cruz, Conchita Brando, Luis Alberto García, Idalmis del Risco, Suset Pérez Malberti, Luisa Pérez Nieto, Asseneh Rodríguez y Raúl Eguren, entre otros. De ahí que el filme haya generado altas expectativas desde sus etapas de proyecto y rodaje, pues implicaba un grupo grande de profesionales del cine consagrados en Cuba o España.
A los ya mencionados se añadieron otros relevantes creadores cubanos: en la producción estuvieron Camilo Vives y Evelio Delgado, la asistencia de dirección corrió a cargo de Lourdes Prieto, el sonido, de Raúl García y la escenografía, de Onelio Larralde. Además, tres profesionales españoles prestigiaron internacionalmente la película: el director de fotografía Hans Burmann (La colmena, Las cosas del querer), el músico José Nieto (El rey pasmado, La pasión turca) y la editora Carmen Frías (El sueño del mono loco, La teta y la luna).
El rodaje a lo largo de toda la Isla se explica cuando se aclara que el filme relata los múltiples encuentros del convoy que traslada el cadáver de una señora habanera, que fallece en Guantánamo, su ciudad natal, en el extremo más oriental de la isla, y por tanto sus restos mortales recorren casi toda la Isla, hasta el cementerio de Colón. Las regulaciones y el burocratismo obligan a realizar un relevo de carros fúnebres en cada provincia y convierten el traslado del cadáver en una sucesión de peripecias y confusiones.
En la trama saltaba a la vista el parecido con La muerte de un burócrata. En entrevista con José Antonio Évora, publicada en el libro Tomás Gutiérrez Alea, el cineasta asegura que existen dos factores vinculantes entre una y otra película: “En primer lugar, el asunto de la burocracia: el absurdo que desencadena la burocracia. En segundo lugar, el tema de la muerte. Un asunto burocrático que se hace más absurdo, porque está relacionado con una situación extrema que es la muerte. No hay que olvidar, sin embargo, que han pasado casi 30 años; el estilo ha cambiado. La manera de afrontar el tema ha cambiado; en La muerte de un burócrata era abiertamente cómico, casi farsesco, en un tono paródico; en cambio, Guantanamera está tratada de un modo más realista. Pero hay dos o tres momentos en esta última que son explícitamente cómicos (…) y están al borde del astracán”.
Tal vez esa tendencia al astracán, a la comedia más obvia, ocasionó la displicencia de numerosos críticos dentro y fuera de Cuba. A la revista española Fotogramas le pareció improcedente la aparición de la niña como representación de la muerte y del relevo generacional, porque parecía “un símbolo más propio de frías mentes centro-europeas que de cálidas imaginaciones caribeñas”. Tampoco le pareció creíble la relación entre el camionero y la profesora.
El 3 de diciembre de 1995, Juventud Rebelde me publicó una crítica en la que aseguraba, demasiado radicalmente: “Lo más lamentable de esta película no es lo que muestra, sino que en su prisa por mostrar se torna reiterativa, torpe y nada sorprendente”. Por aquellos días me estaba iniciando en el difícil oficio de ejercer el criterio, y me parecía preferible la observación incisiva y generalizadora que los matices ponderadores y equilibrados. Acepto el error de utilizar un tono demasiado airado con un filme que devino obra póstuma de Gutiérrez Alea.
Sin emabrgo, no faltaron otros críticos, como el español Ángel Fernández Santos (El País) y el cubano Rolando Pérez Betancourt (Granma) que supieron validar los aspectos positivos de una obra atendible: “Es un sainete, y es también un melodrama (con pinceladas de culebrón), una farsa (con pinceladas de gran guiñol) y un documental de viajes con fondos, personajes e imágenes de paso que despiden una fortísima sensación de verdad”, escribió el primero; mientras el cubano aseguraba: “Los realizadores logran plasmar algunos buenos y convincentes aspectos, en parte gracias a la imaginación de la que ya han dado muestra, y en parte porque el tema resulta grato para arremeter contra él, utilizando los filos más divertidos de la risa, desde el humor negro hasta la astracanada”.
Mientras algunos críticos adoraban los elementos de humor negro y la capacidad crítica de los directores, y otros se quejaban por la insuficiente elaboración artística y la insistencia cacofónica en crear un muestrario de viñetas relacionadas con temas muy manidos, el público la convirtió en un éxito de taquilla, uno de los más notables del cine cubano en esa década, dentro y fuera de Cuba.
Una prueba de su éxito internacional se relaciona con los varios e importantes premios que ganó en diversos países: Gran Premio Sud Ouest del público en el Festival de Cine Ibérico y Latinoamericano de Biarritz; Premio Ondas a la mejor película, entregado por TVE; Premio Kikito a mejor película y mejor actuación masculina a Carlos Cruz en Festival de Gramado; premio especial en el Festival de Cine de Cartagena; premio de la popularidad en el Festival Internacional de Cine de Montevideo y premio de la popularidad en el Festival de Cine Latino de Chicago.
A pesar de las polémicas que desató en Cuba, Guantanamera ganó también el segundo premio Coral del XVII Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano y el premio al mejor actor principal otorgado a Jorge Perugorría, por la Sección de Artes Escénicas de la UNEAC.