NOTICIA
Te seré Leal
Amanecía el 31 de julio cuando la aparente paz de esas horas tempranas se hace pedazos ante la noticia de tu muerte, Eusebio.
La tristeza se apoderaba de todos los sentidos. Tu recuerdo comenzaba a develar aquellos espacios de afecto que habíamos construido a través del respeto y el trabajo.
La memoria se remontaba a los últimos años de los 80, cuando me disponía con entusiasmo a dirigir mi primer documental, Piensa en mí, sobre las cartas de Martí a María Mantilla. Sería este el inicio de un vínculo que se forjaría en el amor por la obra martiana y por la Historia.
A pesar de las exigencias de tu siempre comprometida agenda, no fue difícil acceder a ti. Animado por mi entusiasmo y deseos de hacer, me dedicaste las horas más trascendentales e inolvidables de aquella investigación.
Sentirte agradecido y paternalmente amoroso por el tema seleccionado, recibir de ti tanta sabiduría y pasión me dejaron una huella imborrable.
Así comencé a admirarte y respetarte, hombre excepcional, único. Con luz e inteligencia incitas a una búsqueda profunda e incesante de cada tema, pues decías que en lo que pareciera más insignificante podían estar ocultos detalles trascendentales. Me inculcabas, de ese modo, una filosofía de vida y una definida actitud ante el trabajo.
Nos vimos después en muchas ocasiones, pues aquel impulso primero, aquella huella, me llevó a realizar el documental Desde la ausencia, sobre el Ismaelillo, en los primeros años de los 90.
La consolidación de nuestra relación profesional y el inicio de una mayor cercanía fraternal llegaron cuando asumí la codirección de la serie documental Historia del Arte Militar en Cuba, producida por Trimagen, con 19 capítulos conducidos magistralmente por ti.
En dichos capítulos desplegaste tu potencial de tierna pedagogía, amor sinigual por la Historia e increíble dominio de la dramaturgia, atributos que te hacían un comunicador sin precedentes, seduciendo a todo tipo de público.
Impresionante el capítulo dedicado al fusilamiento de los estudiantes de medicina el 27 de noviembre de 1871. Al terminar el rodaje de tu disertación sobre aquel sensible y horrendo acontecimiento, y como gesto de gratitud, todo el equipo de trabajo, de manera espontánea, te regaló un abrazo. Nunca se apartó de mí aquella imagen.
Ese emocionante capítulo, una vez concluida la serie, me llevó a la urgencia de realizar un documental. Surge así Inocencias. Nacía desde entonces la necesidad de abordar aquel sensible y dramático momento de nuestra historia, desde un género más abarcador y luminoso. Quedaba tanto por decir, que ya desbordaba los marcos del documental.
Importantes asuntos relacionados con aquellos sucesos marcaron nuestros futuros encuentros; no te apartabas de tu proceder, mostrabas el camino, pero nunca tu juicio te llevó a ponderar conclusiones; guiabas, pero dejabas en mis manos la tarea de búsqueda y conclusiones personales. Confiabas en la responsabilidad y el compromiso ante el acto creador.
Pasaba el tiempo, los años, de cuando en cuando nos encontrábamos en cualquiera de nuestras queridas calles de la Habana Vieja, nos poníamos al día, y nunca dejaste de proponer temas o de atender alguna necesidad de conocimiento.
Volveríamos a coincidir, yo para aprender, y tú para provocar miradas inteligentes sobre los hombres de la historia americana. Tenía ante mí uno de los capítulos de la serie Próceres de América, producida por el ICAIC y Telesur. Me acercaría a la vida y obra de San Martín, prócer de la Argentina. Fuiste tan abarcador y puntual en las esencias, que yo no dejaba de admirar tu vocación humanista y amor por la historia de la América toda.
La mirada desde un realizador cubano hacia un héroe aparentemente alejado de sus entornos referenciales provocó en ti la necesidad de ofrecerme mayores aristas, sin dejar de animarme a que tuviera una mirada personal sobre el prócer.
Investigar hasta la saciedad para la película Inocencia, ese anhelo de más de 20 años, me hizo llegar a la cúspide y al ascenso sin límites del cariño, respeto y admiración hacia ti, pues me condujiste con tu sabiduría a materializar aquel propósito sublime.
Dedicarte nuestra película Inocencia es un gesto de lealtad a quien me inculcó un amor perdurable y esencialmente hermoso por la Historia.
Quedará por siempre como aquel muy personal e íntimo monumento a la expresión humana de tu excepcionalidad.
Tu dimensión humana, tu sencillez, tu incesante espíritu creador y tu capacidad de enseñar desde el convencimiento del valor de la belleza son el legado del que me apropio para ser Leal a ti y a tu espiritualidad luminosa.
Gracias, Eusebio.