Resistencia

Resistencia, retazos de Marcel Marceau

Mié, 10/07/2020

Dirigida por el venezolano Jonathan Jakubowicz, Resistencia (2020) llevó al cine parte de la vida del conocido mimo y actor francés Marcel Marceau (1923-2007). Dentro de un subgénero bastante explotado, los filmes de la Segunda Guerra Mundial, donde es difícil ser original después de tantas incursiones fallidas y aburridas por lo redundante, Jakubowicz se enfoca no en la vida del mimo, sino en la resistencia francesa a la ocupación nazi.

A esa resistencia estuvo ligado el Marcel adolescente, antes de crear a Bip, el payaso con un suéter a rayas y con un maltratado sombrero, decorado con una flor (que representaba la fragilidad de la vida) y que se convirtió en su alter ego, como el vagabundo de Chaplin. En estos años está la génesis de todo, el origen del mito, parece decirnos Jonathan Jakubowicz. 

Marcel, interpretado por Jesse Eisenberg (The social network, Holy Rollers, 30 Minutes or Less, To Rome with Love) se dedica, junto con otras personas, a rescatar niños judíos cerca de las fronteras con Alemania y llevarlos a sitios seguros. Y luego de la invasión a París, y ya incorporado a la resistencia, cuando la presión nazi es más despiadada y se extienden las deportaciones y asesinatos, la situación se torna más compleja y los niños peligran en suelo galo.

Aquí es donde Resistencia se vuelve algo más sobre la Segunda Guerra Mundial y no ese filme que pudo ser, pero no es, sobre Marcel Marceau y sus inicios (es cierto, ligados a la resistencia) como el gran mimo del rostro triste, el autor de Joven, maduro, anciano y muerte.

A propósito, Eisenberg, de 35 años y también de origen judío asquenazí, interpreta a un Marcel de 15 en ese momento, aunque el actor logra “suavizar” las diferencias de edad para “captarlo”, escudriñar en la sonrisa triste, cosa algo difícil. Cargado de fórmulas poco convincentes, hechas para resultar “entretenidas” a un público que gusta de este tipo de rejuegos y temas, este thriller del Holocausto “a medio cocinar”, falla desde el mismo momento en que se llena de grandilocuentes licencias históricas para apuntalar una proeza que es cierta: estos jóvenes, Marcel entre ellos, salvaron a cientos de niños judíos en Francia; cosa que el filme, desde el propio título, asegura que intenta homenajear a estas personas.

Hasta un punto llegan estas licencias que vemos al mítico oficial de la Gestapo Klaus Barbie, conocido como El carnicero de Lyon, interpretado por el alemán Matthias Schweighöfer (Un conejo sin orejas, El barón rojo), una especie de chiché en filmes de este tipo, persiguiéndolos cerca de la frontera suiza (las escenas de un Barbie sanguinario se tornan, además, caricaturescas. Aunque, entre los momentos que uno recuerda del filme al final, está el de la piscina vacía en el hotel ocupado, donde Klaus toca el piano y dispara, y donde anuncia la tortura que le hará y termina haciéndole, aunque no lo veamos, a una de las jóvenes).

De la misma manera, los segundos que está en pantalla Édgar Ramírez, quien ha trabajado antes con el director, e interpreta a un padre judío que termina asesinado en la puerta de la casa, no funcionan, digamos, más que de “gancho” para ofertar el filme. Por ello —y por otras tantas cosas, que parten del guion— la tensión dramática se resiste, luce forzada; las historias secundarias acaban por torcerse. Y el filme, con enredos pasionales que poco aportan a la trama, salvo cierto “colorido”, y que partió de Marcel para adentrarse, epidérmicamente, en la resistencia judía en Francia y usarla de motivo de un thriller, termina perdiéndose en sus aguas, nadando en una historia convencional que pudo ser más (aunque no creo que se lo hayan propuesto) al captar el rostro triste del gran mimo francés.