NOTICIA
Lo que no debe ocurrir en la TV
Últimamente han encontrado notable eco en las redes sociales críticas de televidentes respecto a ciertas mutilaciones ocurridas en materiales audiovisuales transmitidos por la televisión cubana.
En algún caso ha sido sin verdadera culpa local, como cuando en la telenovela brasileña de turno apareció censurado un beso lésbico, pues la versión internacional adquirida ya venía así por decisión de la cadena TV Globo que produce estos populares seriales.
Pero en la mayoría de los casos fue el resultado de decisiones arbitrarias por parte de asesores, incluso, sin la aprobación del canal ―argumentación, a propósito, bien discutible teniendo en cuenta que los directivos de nuestro medio deben velar (y responder) por todos los contenidos―, el cual se ha desmarcado de la responsabilidad.
Recientemente, no obstante, han ocurrido ciertos hechos que tienen más que ver con fallas técnicas en las transmisiones, sin embargo, no menos determinantes en las entregas de programas puntuales en los que aquellas se han localizado y que siguen apuntando a la ausencia de mayor rigor en los controles de calidad.
Las que ahora comentaré han tenido lugar en el Canal Educativo dentro de espacios cinematográficos con no pocos seguidores, lo que implica la esperada explosión de quejas y comentarios negativos en las redes sociales.
Hace unas semanas, el programa Pantalla documental (miércoles, 9:30 p.m.) finalizó su filme (Padrazos, norteamericano, y reseñado desde este sitio) con un ruido ensordecedor, como de máquinas impresoras en acción, que ocupó los minutos finales de la película y la despedida por parte del conductor, los cuales, por supuesto no se escucharon en lo absoluto.
Hace poco ocurrió algo más grave aún, esta vez desde Espectador crítico, (sábados, 9:45 p.m.) cuando, aproximadamente a partir de la segunda mitad del filme francés La Belle Époque, el subtitulaje desapareció hasta el final.
A propósito de este rubro, ha ocurrido en varias ocasiones que las traducciones de las copias exhibidas en otros programas (por ejemplo, Letra fílmica, martes, 9:30 p.m., ahora por el verano, los domingos) han sido tan deficientes, que ello también ha redundado en una incorrecta asimilación del texto artístico presentado, y aunque sé por experiencia propia lo difícil que resulta conseguir filmes para nuestros espacios, sobre todo especializados, se impone un mayor rigor en tal aspecto.
Pero lo del caso de La Belle Époque llega al colmo de la irresponsabilidad e irrespeto al público. El espacio, preparado y conducido de manera muy profesional por la colega Magda Resik, con la invitación esta vez del crítico e historiador Luciano Castillo y una extraordinaria propuesta con ese filme francés, resultó abandonado con disgusto por la mayoría. Y, como en otras ocasiones, la directiva del canal no se molestó en ofrecer la mínima disculpa, lo cual acentúa la falta.
¿Cómo se explica que no se revise el material a exhibir por quienes tienen esa responsabilidad? ¿Qué hacían los operadores del máster, quienes posiblemente ni se percataron de tan grave problema?
Afortunadamente, el pasado sábado se retransmitió el programa afectado con la exhibición del filme como Dios manda. Pero, ¿no tocaba también una explicación y la respectiva disculpa? Confiemos en que este tipo de situaciones tan desagradables y frustrantes para los televidentes no se repita.
Una televisión que (se) respete ―y creo que la nuestra en muchos aspectos cumple tales parámetros― debe evitarlos.