NOTICIA
Niñas de talla Goya
Catalogada ya como un hito en la historia de los premios Goya, Las niñas (2020), dirigida por Pilar Palomero, resulta una de las producciones audiovisuales contemporáneas a las que vale la pena acercarse. Con cuatro premios de nueve nominaciones en la 35 edición de la cita anual que convoca la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, realizada este año de manera online, se convirtió en el primer largometraje con dirección fotográfica en solitario de una mujer (Daniela Cajías) que se alza con el premio en esa categoría, además de conseguir el galardón de mejor película, así como de dirección novel y guion original, ambos para Pilar Palomero.
La cinta, rodada en Zaragoza y estrenada en el Festival de Berlín 2020, se inspira en la propia infancia de la directora y guionista, y se remonta a la década de los noventa para develar los dogmatismos de la educación en un colegio de monjas.
Se centra en el universo femenino y en la adolescencia, en la importancia de la comunicación entre padres e hijos, así como en los prejuicios y tabúes de la época sobre las madres solteras, el embarazo precoz y las relaciones entre niños y niñas. Aunque aborda también otros tópicos asociados al contexto, como los mitos sobre el sida y la burla escolar.
A modo de narración climática, sin precipitar las acciones, la historia se construye más desde la teatralidad, la observación minuciosa de rostros y espacios, que desde el elemento dialógico. De hecho, quizás sea probablemente el silencio la cualidad sonora principal en el filme.
El mutismo entraña toda la carga simbólica del metraje: el silenciamiento a la voz femenina y la inmovilidad respecto a los conservadurismos y los prejuicios machistas. Su inicio bien lo avizora cuando el ensayo del coro de niñas se produce a manera de gesticulaciones, lo que obliga a cinco de ellas a permanecer en el silencio, mientras el canto del resto queda atrapado en una bocanada de aire que da paso al desarrollo de la trama.
Este es el preámbulo de Las niñas, una cinta hecha por y desde la mirada de cinco adolescentes que se debaten entre el plan de Dios instruido por las monjas y el descubrimiento de la vida adulta. Sin ánimos de ahondar en su argumento, la ópera prima de Palomero resulta un cuestionamiento, una reflexión sobre las contradicciones de la sociedad española posfranquista entre la educación religiosa y las realidades en los hogares, inquietudes y necesidades reales.
La fotografía aporta a la historia aún más valor. Daniela Cajías logra retratar la sensibilidad, inocencia y rebeldía de las niñas, haciendo énfasis en sus rostros, miradas, en cuerpos develados con sombras y claroscuros. Egresada de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, a Cajías la caracteriza el uso de una iluminación apenas invasiva, estética que empleó en el audiovisual en aras de privilegiar la naturalidad tanto de la luz como de las actuaciones, recurso que aprehendiera de la inventiva cubana de hacer con poco. Así, lo reconoció la boliviana de 39 años en entrevista a Juventud Rebelde.
En los detalles radica la fuente nutricia del filme. La simbología, los juegos, las canciones e incluso las materias impartidas hablan por sí solas del machismo arraigado, los roles de género impuestos o el fin único de la sexualidad como colofón del matrimonio entre un hombre y una mujer.
Las niñas es un intento por develar verdades en un ámbito patriarcal, religioso, por romper la mudez. De ahí que Celia —Andrea Fandos— la niña protagonista del filme, quien es por su actuación otra de las revelaciones de la película, abra el cerco del silencio al final del filme y cante. La metáfora del coro es la manera en la que Palomero lanza su grito por la mujer, sus derechos y empoderamiento desde la infancia.
(Tomado de Cartelera Cine y Video, no. 185)
(Foto tomada de Espinof)