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Manuel Pérez Paredes: “La Fundación se propuso un nivel de amplitud mayor”
El cineasta cubano Manuel Pérez Paredes (1939) ha sido protagonista de muchas historias relacionadas con el cine gestado desde el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y también de las relaciones con el cine latinoamericano.
Además de su obra como creador, en su rol de director de filmes memorables para muchos espectadores de la Isla y otras regiones del mundo como los largometrajes El hombre de Maisinicú (1973) y Páginas del diario de Mauricio (2006); Manuel ha sido parte de momentos de gran trascendencia como miembro del Comité de Cineastas de América Latina, antecedente directo de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano (FNCL), institución que en diciembre de 2020 celebró sus 35 años.
En su prodigiosa memoria se agolpan los hechos relacionados con el referido Comité, también es capaz de recordar la trayectoria desde los momentos iniciales de la Fundación: “En el origen de la Fundación, y de la Escuela como parte de ella, están Cuba y Fidel en particular, todo lo que le aportó el Estado cubano de prestigio y de recursos para que naciera lo que es hoy la EICTV”.
Actualmente, Manuel sigue aportando al cine cubano como asesor de Audiovisuales ICAIC y formando parte del Consejo Superior y del Consejo Directivo de la FNCL. Sobre el nacimiento de esta institución conversó con Cubacine.
¿Cómo recuerda esos primeros años de la Fundación?
Yo recuerdo el nacimiento de la Fundación, en 1985, como un momento donde concurren, para hacerla realidad, la existencia del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano en La Habana (desde 1979) con cambios favorables en la situación política del continente de aquel momento. Creo que el Festival y La Habana como sede principal crearon el clima cultural, la atmósfera (por las películas que se exhibían, por los invitados y por la masividad del público asistente) que llamó la atención de los niveles de dirección del país.
Fue determinante que la dirección de la Revolución, y en particular Fidel, valoraran la significación cultural del Nuevo Cine Latinoamericano. Para mí, el rol que jugó el Festival fue bien importante. Antes de la Fundación existía el Comité de Cineastas de América Latina, organización que se había creado en Caracas, en 1974, en circunstancias políticas continentales diferentes. El Comité participó activamente en la vida del Festival desde su nacimiento y es el antecedente directo de la Fundación.
¿Qué era y qué función cumplía el Comité de Cineastas?
El Comité de Cineastas de América Latina, como ya señalé, surge en un contexto bastante diferente al de 1979 y, más todavía, al de 1986. Nace en Venezuela en el primer aniversario de la muerte de Allende, del golpe de estado de Pinochet, en el marco de un Encuentro de Cineastas Latinoamericanos que se convocó continentalmente en solidaridad con el pueblo y los cineastas chilenos.
Estoy hablando de una América Latina en la que se destacaban brutalmente las tiranías militares de Brasil, de Chile, Uruguay enfrentaba una feroz represión gubernamental y en Argentina iba a llegar, poco después, en el 76, una junta militar de asesinos sin límites. Por acá arriba proseguía la vieja tiranía de Somoza, en Nicaragua, aunque la lucha contra ella iba en ascenso. Te recuerdo, adelantándome en la información, que el primer Festival del Nuevo Cine Latinoamericano se celebró a menos de cinco meses de la victoria del Frente Sandinista y ya tuvimos presencia de cineastas nicas, o latinoamericanos que lucharon y filmaron con ellos, en La Habana.
En la América Latina de 1974 se celebró aquel Encuentro, en le que los que participamos éramos una representación de la vanguardia político-cultural de los cineastas del continente. Además de la solidaridad con Chile, esta se hizo extensiva a los cineastas de otros países que trabajaban en condiciones de alto riesgo o habían tenido que irse al exilio, algunos habían estado presos, incluyendo torturas.
En la Venezuela del 74 se crearon condiciones para que este Comité naciera del Encuentro con la voluntad de organizar la solidaridad y también de trabajar con una propuesta de unidad cultural, diversa y amplia, de los cineastas, hermanados en la lucha por la liberación nacional de nuestros pueblos. Todo esto estaba heredado de los festivales y encuentros de Viña del Mar 1967, 1969, Chile, y del festival y encuentro de Mérida, Venezuela, 1968.
Iban desarrollándose nuevas cinematografías en el continente, a diversos niveles, de acuerdo con las realidades económicas y políticas. Además de las consolidadas industrias de Argentina, México y Brasil ya se iban conociendo, con obras significativas, el cine chileno, el colombiano, el venezolano. Nacían nuevas cinematografías como la de Panamá.
El Comité de Cineastas tuvo vida activa de 1974 a 1985. Cuando se crea el festival de La Habana (1979) se habían dado cambios en América Latina que le permiten a Cuba ser sede continental de un evento de esta magnitud. Hasta entonces no se daban esas condiciones. Seguían existiendo las dictaduras mencionadas, pero ya hay cambios en buena parte de los gobiernos del continente en su actitud hacia la Revolución, se han ido restableciendo las relaciones diplomáticas con Cuba. Recordar que salvo México todos los países habían roto esos vínculos por presiones de Estados Unidos en los primeros años de la década del sesenta. En el 79 existía el clima propicio para que comenzara el Festival en La Habana, lugar privilegiado para el encuentro de cineastas y de filmes. El Comité estuvo activo en su apoyo al evento desde que surgió la idea de hacerlo realidad.
También el escritor Gabriel García Márquez sostiene una estrecha relación con Cuba…
En el 79, en ese primer Festival, da la “casualidad” que Alfredo Guevara lo invita y él acepta. Es así que tuvimos como primer presidente del jurado de ficción a Gabriel García Márquez. Yo viví desde el ICAIC, desde la organización de los primeros festivales, la etapa previa en que las películas que iban a competir, o exhibirse informativamente, eran enviadas a La Habana tres o cuatro meses antes para ser vistas y seleccionadas para programarlas.
En aquel tiempo, estamos hablando del cine en celuloide, se veían aquí en el ICAIC. Yo formé parte de las comisiones que las visionaban para organizar los tiempos de acuerdo con la cantidad de días y las diversas muestras dentro del Festival. En esa época ya Fidel tenía la posibilidad de ver, en su casa o en algún lugar, esas películas que supo llegaban antes. Se motivó, digo yo, a curiosear, a informarse sobre cómo era ese cine y se conectó con él. Comenzó a ver cine latinoamericano de todos los países que enviaban filmes, en particular, muchos documentales, pero sin dejar de visionar las películas de ficción que traían buenas referencias. Después se nos hizo evidente que se había entusiasmado con lo que me atrevo a calificar de descubrimiento. En el año 1982 hizo acto de presencia en el Festival, no recuerdo ahora con precisión si fue en la inauguración, o en la clausura, o en ambas, y comienza a tener conversaciones con los invitados. Más que hablar lo que hacía era preguntar y escuchar y después opinaba y seguía preguntando con mucha avidez.
Usted fue parte del Comité, pudiera comentar sobre algunos de sus miembros y funciones...
Yo formaba parte del Comité de Cineastas por Cuba. Cuando se constituyó, fui la persona que la dirección del ICAIC propuso para representar a Cuba. Fuimos cinco los que asumimos las responsabilidades de coordinación del trabajo: Miguel Littín (Chile), Carlos Rebolledo (Venezuela), Edgardo Palero (Argentina), Walter Achugar (Uruguay) y yo. Después, en Mérida en 1977, hubo otro encuentro de cineastas y se nombró como parte de la dirección del Comité a Raymundo Gleyzer, cineasta argentino detenido a mediados de 1976 en Buenos Aires y que estaba desaparecido. Lo hicimos para incrementar la campaña de solidaridad continental e internacional hacia él. Raymundo era un cineasta de claro compromiso revolucionario. Al paso del tiempo supimos que lo habían asesinado después de torturarlo.
Regreso a los años ochenta y específicamente a 1985. La experiencia del Festival, con las películas que se ven, más los seminarios e intercambios de temas que se dan entre nosotros nos conducen a la idea de que estamos entrando en otra etapa en el continente y hay que repensar el papel que el Comité ha estado jugando y juega en ese momento. Fidel se interesa por estas reflexiones, comienza a participar, a sugerir, a apoyar esta idea.
Así surge la de crear una Fundación que venga a jugar el papel, en otras dimensiones, con otras características, en otra época, del Comité de Cineastas. Surge de los cineastas, pero es inseparable del apoyo y lucidez con la que Fidel encaró aquella circunstancia; incluso, es bien interesante destacar que la idea de proponerle su dirección, yo diría de reclutarlo, para esta Fundación, a García Márquez es de Fidel. A ninguno de nosotros, a ninguno de los cineastas, se nos hubiera ocurrido pensar que Gabo fuese la persona que presidiera la creación de una Fundación de cineastas de América Latina.
Se sabía que Gabo tenía su corazón de cinéfilo-cineasta desde la época que estudió en el Centro Experimental de Cine de Roma por los años cincuenta del pasado siglo, que había sido presidente del jurado de ficción del primer Festival de Cine en La Habana, que tenía excelentes relaciones con Cuba, pero nunca se nos hubiera ocurrido a ninguno de los cineastas que estábamos en ese quehacer, a mediados de los ochenta, pensar en él para esa encomienda. El hecho de que fuese Fidel quien se lo pidiese contribuía a comprometerlo ¡y de qué manera! Ya vimos la inmensa dedicación que por tantos años le dedicó, en todos los sentidos, al compromiso adquirido con Fidel, con Cuba y con los cineastas latinoamericanos.
Si no hubiese sido Gabo, ¿qué cineasta o cineastas latinoamericanos hubiesen podido ocupar esa responsabilidad y llevar adelante la dirección de la Fundación con el prestigio y autoridad continental y mundial de él? Es evidente para mí que ninguno. Con el tiempo se me hizo más evidente la luz larga, en más de un sentido, con la que Fidel nos lo propuso.
Después de constituida la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano vino la idea de que esta crease una escuela de cine de dimensión continental y tricontinental. Ahí se pusieron a soñarla y pensarla, junto a los integrantes de la Fundación, Gabo y Fidel, sumando a Fernando Birri a la tarea. Pero este es tema para otra conversación.