Enrique Colina. Foto: Tomada de Internet

Jau (1986), de Enrique Colina

Mar, 06/04/2019

¿Cómo clasificar un corto como Jau, realizado por Enrique Colina en 1986? ¿Ficción?, ¿Documental? ¿Las dos cosas al mismo tiempo? Pero, a decir verdad, ¿resulta tan importante definir si pertenece a un género?

Siempre ha existido mucho de empobrecedor en esto de querer fijar a través del lenguaje la esencia de las cosas que llegan a nuestros sentidos. La idea misma que tenemos de Dios o de la Naturaleza me parece infinitamente precaria. O por lo menos me parecen precarios los recursos a los que echamos garras para describir la complejidad de esos enigmas.

Jau forma parte de un período del cine cubano donde abundó el sondeo en las costumbres del cubano. ¿Cómo nos comportábamos entonces?, ¿qué nos parecía hermoso cuando en verdad era la sublimación del kitsch? Y ese sondeo se hizo acompañar del humor, de la anti solemnidad, del choteo que buscaba poner en su lugar a tanta ridiculez compartida.

Enrique Colina, que antes de debutar como realizador ya se había ganado con 24 x segundo el crédito de ser el mejor comunicador que ha tenido la televisión cubana en programas relacionados con el cine, fue uno de los que más contribuyó en esa ofensiva. Esa arremetida la inició con Estética (1984), a los que siguieron en la década Yo también te haré llorar (1984), Vecinos (1986), Chapucerías (1987), Jau y Más vale tarde que nunca (1987).

En entrevista concedida a Magda Resik y Joel del Río, el propio Colina reflexionaba:

“Estos documentales de los años 80 conservan cierta vigencia. El humor es un elemento consustancial a la personalidad de uno, a la manera en que veo la vida y en que considero que se puede establecer una comunicación efectiva con los demás, sobre la base de compartir una idiosincrasia.

En la cultura cubana existen aspectos como el choteo —incluso dirigido contra nosotros mismos— que en su faceta negativa puede significar falta de compromiso social para asumir como serias las cosas que no son serias, y no tirarlas a relajo. A veces, la representación de la realidad entre nosotros ha adquirido un sentido demasiado solemne, y casi no se le da cabida a ese no tomarnos demasiado en serio ciertas cosas que merecen más burla que respeto. El humor en mí obedece a razones de idiosincrasia, personalidad y convicción.

Más que de un sentido crítico en mi obra hablaría de una vocación reformista, animada por la necesidad de que las cosas mal hechas se rectifiquen y cambien. Por eso es que mis documentales tienen un sentido de crítica social si tú quieres, pero muy suave. Realmente ninguno de ellos era nada osado, y pienso que formaron parte de una corriente que predominaba en la segunda mitad de los años 80, y no solo en el cine, sino también en otras expresiones culturales”.1

Más que un corto sobre la cinofilia (atracción por los perros) en la isla, Jau puede ser un pretexto para asomarnos al modo en que los humanos estamos construyendo la convivencia con los otros entes que conforman el universo, y en especial, con los perros. Colina, en cierta medida, abrió un camino que Julio García-Espinosa profundizará en plan humanista en Reina y Rey (1993).

Nota:

1 Marta Díaz, Joel del Río. Los cien caminos del cine cubano. Ediciones ICAIC, La Habana, 2010, p 325.