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Fresa y chocolate: tercera coronación autoral de Gutiérrez Alea
“En todas mis películas hay rasgos comunes, continuidad, algo que permite comprender que están hechas por una misma persona. Entre Memorias del subdesarrollo y Fresa y chocolate la conexión es evidente. No solo la crisis de conciencia de los personajes es un punto de contacto. Estoy seguro de que hay muchos más rasgos comunes, algunos conscientemente planteados”, declaró Tomás Gutiérrez en una entrevista con Rebeca Chávez, publicada en La Gaceta de Cuba, en septiembre-octubre de 1993, en La Gaceta de la UNEAC.
En este texto intento definir algunas de las características dominantes que aparecen en Fresa y chocolate, y en otras de las mejores películas de nuestro cineasta mayor: No fue ni mucho menos la primera vez que su cine discursaba en torno a “la crisis de conciencia de los personajes” ni tampoco se explayaba en los conflictos entre protagonistas situados en extremos opuestos del espectro social, Así ocurría con el pensamiento articulado de Sergio y la oscuridad prejuiciosa en que está envuelta la familia de Elena en Memorias del subdesarrollo y con Una pelea cubana contra los demonios. El conflicto entre el amo y los esclavos en La última cena, o las diferencias totales entre los modos de pensar y de vivir de la obrera portuaria y el intelectual acomodado en Hasta cierto punto f.
En la película, tal vez una de las más útiles y trascendentales en la historia de la cultura cubana, latía una casi muy fuerte revaloración, sopesada y racionalista, del “Otro”, o de “Lo Otro”, entendidos ambos como elementos imprescindible en el respeto a la diversidad y en el rechazo a la homogenización del pensamiento. En Una pelea cubana contra los demonios, y en Memorias del subdesarrollo también se propone, aunque sea tácitamente, el respeto a quien tiene ideas distintas y críticas, aunque se aparten de lo considerado normal, o aceptable, en términos sociales, raciales, sexuales e ideológicos.
Porque el propósito mayor de Gutiérrez Alea, a través de sus tres películas más trascendentales (La muerte de un burócrata, Memorias del subdesarrollo, Fresa y chocolate) consistía en explorar las posibilidades de promover el debate social. Y aspiraba a promover la reflexión, y la discusión a través de un cine concebido para promover una actitud crítica del espectador ante la realidad, como es típico de la mayoría de los autores que en el mundo han sido, desde Luis Buñuel hasta Jean-Luc Godard, por solo mencionar dos de los cineastas más influyentes en la Isla.
Las burlas de Diego respecto a la ignorancia del joven escritor que David era, y así lo nombra sucesivamente camarada, y le demuestra su colosal ignorancia de zafio konsomol, pertenecen a la más pura inspiración de Gutiérrez Alea en el choteo, ese que se asume como estrategia artística para burlar tanto los ceremoniales pomposos y ridículos como las personalidades atrofiadas por el esquematismo y las ofuscaciones. Parecidos propósitos burlescos evidencian, en su diseño como personajes, el fabricante de bustos en serie de Martí, devenido mártir de la clase obrera (La muerte de un burócrata), la guasa de los esclavos respecto a los intereses hipócritas del amo o sus rituales católicos en La última cena, y también hay mucho de chanza en los atributos exteriores y en la conducta del burócrata grotesco y oficioso de Guantanamera.
Favorecer el choteo, nunca significó para Gutiérrez Alea, renunciar a mostrar los desamparos de la cotidianidad criolla, porque el cineasta consiguió el más orgánico balance entre comedia y tragedia, y el absurdo y la sátira se ven acompañados por momentos muy dramáticos e incluso melodramáticos en esa comedia negra marcada por la victimización de sus personajes que es Los sobrevivientes, o en la abiertamente romántica Cartas del parque, una extraña película que se atreve a contar una historia de amor burlándose de las articulaciones formales del melodrama.
A pesar de todo, a nadie se le ocurre negar la preferencia del director por la sátira más o menos velada de ineptitud, prejuicios y esquematismos, de funcionarios, dirigentes, e intelectuales, además de la burla de la ridiculez e hipocresía de los poderosos, y sobre todo de su doble moral, de sus manipulaciones tendientes a sostener la autarquía en La muerte de un burócrata, La última cena, Los sobrevivientes, aunque en esta última se transparenta sobre todo la crítica al empeño inútil de ciertos seres humanos, o clases sociales, por aislarse, o encerrarse, atrincherados en sus prejuicios. Si leyéramos desde sus afinidades, los finales, las clausuras narrativas de Memorias del subdesarrollo, Una pelea cubana contra los demonios, Los sobrevivientes, y Fresa y chocolate se comprende que tales aislamientos, prejuicios y exclusiones, suelen generar a la postre solo desintegración, alienación o enajenación de uno o varios personajes.
En Fresa y chocolate, con el altar de Diego y las donaciones de David, pero de todos modos colmado de referencias culturales y políticas, el cine de Gutiérrez Alea propone una dirección de arte significativa, de carácter metafórico o simbólico, pues se ocupa de aportar todo tipo de conceptualizaciones al espacio donde acontece la acción: En Una pelea cubana contra los demonios, Memorias del subdesarrollo, Los sobrevivientes, y Cartas del parque, todas inspiradas en obras literarias, al igual que Fresa y chocolate, se proponen mil alusiones a la religiosidad y a la música, a las costumbres y a la cultura popular, y cada una de estas alusiones, o presencias, declaran la pertenencia inequívoca a una nación también edificada desde el basamento de sus logros artísticos y literarios, y de la idiosincrasia de su pueblo.
Y si el cine de Tomás Gutiérrez Alea exaltaba su feliz combinatoria de tragedia y comedia, de seriedad y choteo, también devino epítome formal y narrativa de una cinematografía cuyos mejores títulos se fabricaron con las materias primas de la ficción y testimonios “objetivos”, de matriz documental, sobre la realidad contemporánea. Paradigmas de esa dinámica resultaron Memorias del subdesarrollo, Hasta cierto punto, y por supuesto, de manera muy destacada, Fresa y chocolate, cuyo cumpleaños número 30 estamos celebrando ahora.