Norma Martínez

En estos días del ICAIC sin Norma

Lun, 03/01/2021

Un soneto escrito en 1977 por el poeta panameño Pedro Rivera y este febrero invernal y caribeño me han hecho recordar a una querida amiga que por estos días cumple cinco años de su inesperada despedida.

Pude apreciar las exquisitas fotografías que Korda, famoso por el lente certero y refinado, había realizado a esta modelo deslumbrante.

Alguien me dijo que en los años 60 ya era actriz de cine y teatro. Lamento mucho no haberla visto actuar en Fuenteovejuna, Recuerdo de dos lunes y El perro del hortelano  en la Academia de Artes Dramáticas Teatro Estudio que dirigía Vicente Revuelta; o en El rentista y El paraíso recobrado junto a Sergio Corrieri (padre de su único hijo varón), cuando juntos formaron parte del Grupo Teatro Escambray.

Fundadora del ICAIC, Norma Martínez Pineda se desempeñó como actriz, entre otros, del primer cortometraje en colores del cine cubano (Carnaval, Fausto Canel, 1960); fue directora asistente de múltiples documentales y películas de ficción y productora ejecutiva de los Estudios de Animación, los que también dirigió.

Su formación pedagógica le permitió impartir conferencias sobre cine de animación en diferentes escenarios nacionales y foráneos y ser, además, seleccionada como jurado en festivales internacionales.

Fue miembro de la UNEAC, ostentó las medallas de Combatiente Internacionalista de Segunda Clase y Corresponsal de Guerra en Angola, así como las Distinciones Raúl Gómez García y Por la Cultura Nacional.

Todo eso y más la distinguen, pero el soneto de Rivera hace que la recuerde hoy como la mujer que impulsó fuertemente el arte de la animación en Cuba creando hermosos espacios de realización artística para los más jóvenes animadores bajo la tutela de los consagrados.

Culta, refinada, enérgica en sus decisiones y amable con todos, era una fuerte activista en la protección de los animales abandonados, el medioambiente y la familia.

Visité su casa hasta el último día de su vida en que, aún, me daba orientaciones de nuevos proyectos y sueños que no había logrado realizar. Juntos sembramos nuevas plantas en su jardín con pájaros libres y juntos nos sentamos en el suelo de su patio verde para jugar con los cuatros perros rescatados de la calle.

Un día su (mi) familia me llamó para entregarme un regalo que Norma me había destinado como recuerdo de su paso por mi vida: parte importante de su biblioteca, cerámicas, cuadros enmarcados y su archivo personal con documentos valiosos sobre el cine de animación.

De regreso a casa, lloroso y cargado con sus recuerdos, no hacía más que pensar en su gran amigo el poeta panameño Pedro Rivera:

Soneto de norma para Norma1

Pedro Rivera

12 de octubre de 1977

 

Aquellas noches de Moscú sin norma

hubiesen sido noches congeladas.

Éramos un invento de las hadas

rumbo al “pres bar” para guardar la norma.

 

En la alta noche de Moscú no hay norma

para ir prendiendo estrellas apagadas

a menos que en tus ojos como espada

salgan estrellas a dictar la norma.

 

Pues norma norma en una flor cautiva

y es norma de la norma siempre viva

trascender las angustias de la norma.

 

Por norma indago cómo hubiese sido

yo que por norma vivo entristecido

aquellas noches de Moscú sin norma.

 

Notas:

1 Poseo el escrito original. Lo transcribí exactamente como Pedro Rivera lo escribió. Él solamente puso la mayúscula del nombre de Norma, en el título. Me consta que fueron amigos, muy buenos amigos.

(Foto: cortesía del autor)