NOTICIA
El horror de las relaciones humanas
En su más reciente largometraje, Las siamesas (2020), Paula Hernández dibuja la tensa relación que marca la vida de una madre y su hija. Desde la telaraña de los conflictos familiares visibiliza, además, la perspectiva femenina, a partir de las problemáticas inherentes al género.
Sin embargo, el interés por esta línea discursiva había sido trazado con anterioridad en Los sonámbulos (2019), filme exhibido recientemente en De Nuestra América y en el que incluyó, además, el horror como una manifestación cercana a toda relación humana de la que no se escapa, ni siquiera, la dinámica familiar.
Con este filme la realizadora argentina nos acerca a unas vacaciones familiares en las que las relaciones entre sus miembros se irán debilitando ante la tensión de las interacciones cotidianas. Entre las discusiones por las discrepancias de opiniones, los conflictos maritales y la sobreprotección materna destaca, además, el sonambulismo como la afección hereditaria padecida por algunos miembros de la familia.
Ana, la hija de Luisa, es sonámbula. El primer acercamiento hacia su personaje describe su condición y de manera implícita (un hilo de sangre que corre por su entrepierna) se manifiesta su adolescencia. Por otra parte, su madre atraviesa una crisis de la mediana edad que la hace cuestionarse constantemente sobre su matrimonio y sus ambiciones profesionales.
Ambas no logran equilibrar sus emociones, lo que desencadena una interacción nociva. La realizadora de esta obra remarca sus apariciones con el uso del primer plano, lo que crea una atmósfera intimista que permite la identificación con ambos personajes.
La llegada de otro miembro de la familia a la casa de campo provocará cierto cambio en la inercia que hasta el momento dominaba el espacio. El irreverente Alejo llega para inspirar variaciones y aumentar la rigidez. Aún así no se cuenta con su protagonismo en el desenlace final de la cinta, cuando es capaz, con sus violentas acciones, de revolver el avispero.
Y es en ese momento donde cobra relevancia la adolescencia de Ana, su condición de mujer y la violencia a la que se haya expuesta ante la supuesta superioridad masculina. ¿Es realmente seguro el ambiente familiar? ¿Hasta qué punto la vulnerabilidad puede alcanzar a parte de sus integrantes? ¿En qué medida esto puede implicar o no un castigo?
Estas y otras preguntas nos hacemos cuando al concluir las escenas más aceleradas dentro del largo: búsqueda de Ana, descubrimiento de Alejo, expulsión de este por la abuela, deducción de los personajes de la violencia de los acontecimientos, vemos correr nuevamente por la entrepierna de la adolescente su roja sangre.