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Dos cuarentonas que se “cansaron” de hablar
Tras ser despedidas de su trabajo y cansarse del club de conversación al cual pertenecían, dos singulares mujeres de mediana abandonan su Nebraska natal para irse de vacaciones a Vista del Mar, un colorido y divertido hotel en Florida, EE. UU., donde las espera una gran aventura. Esa es la sinopsis del segundo filme que exhibiese la revista cinematográfica Arte 7 el pasado domingo 23 de mayo.
Se trata de Barb y Star van a Vista del Mar (2021), donde Kristen Wiig vuelve a formar equipo con su coguionista de Bridesmaids, Annie Mumolo, en una loca comedia sobre dos mejores amigas que empacan sus mejores culottes (pantalones hasta las rodillas ajustados por un elástico en la cintura y sueltos en la parte inferior) y van a un resort para solteros. Allí, ambas se montan una fiesta delirante e incorregible en medio de aguas turquesas y bufés de mariscos, exactamente, lo que muchos necesitamos ahora mismo.
No obstante, su amistad de toda la vida se pone a prueba por el romance, la aventura y el plan de exterminio masivo de una villana, interpretada de forma muy simpática por la misma Wiig.
Además, esta última y Mumolo se reúnen a ambos lados de la cámara —ya que son protagonistas y guionistas del largometraje en cuestión— para hablar acerca de un modelo de hacer cine popularizado en las décadas de 1980 y 1990, y queen esta ocasión es copiado —de muy buenas maneras— por el cineasta Josh Greenbaum, quien dirigió el filme.
Dicho patrón es el denominada slapstick, un subgénero de la comedia que se caracteriza por presentar acciones exageradas de violencia física que no derivan en consecuencias reales de dolor.
Asimismo, Greenbaum emplea el kitsch, o sea, ese estilo artístico considerado por muchos como cursi, pasado de moda o trillado, que parodia la catarsis así como la verdadera conciencia estética, y cuyos rasgos principales son la falta de originalidad, la imitación y el ser pretencioso: el deseo de aparentar ser.
Su símbolo (del kitsch) es el souvenir, y no por casualidad. Y es que, por ejemplo, al viajar a París y adquirir una pequeña Torre Eiffel no obtenemos la original, pero nos quedamos satisfechos, ya que las emociones relacionadas con el patrón se orientan hacia la copia.
A su vez, el director de Barb y Star van a Vista del Mar se vale durante todo el metraje de la mezcla de géneros, los colores chillones y la música alegre, así como de un tono sarcástico, repleto de chistes muy ocurrentes y muy bien logrados.
Igualmente, recurre a dos actrices que vienen demostrando desde hace tiempo y con gran éxito su humor e inteligencia, al igual que el actor Jamie Dornan, quien en esta película logra quitarse la etiqueta de guapo y sensual/sexual para lucir ridículo, en el mejor sentido de la palabra, cantando y bailando junto al mar.
Por todo ello, me atrevería a asegurar que si Barb y Star… se exhibiera en los cines sería un éxito de taquillas. Y semanas después de disfrutarla, los espectadores la describirían como un clásico moderno, pues está predestinada a convertirse en una obra de culto.