Filme "La fuente de las mujeres"

Cuando brota una fuente, pero el amor se seca

Mar, 03/09/2021

“No tendré ninguna relación con mi esposo

o mi amante.

Aunque venga a mí en condiciones

lamentables.

Permaneceré intocable en mi casa.

Con mi más sutil seda azafranada.

Y haré que me desee. No me entregaré.

Y si él me obliga, seré tan fría como el hielo

y no me moveré.

No levantaré mis zapatillas hacia el techo.

Ni me agacharé sobre mis cuatro

extremidades, como la leona de la escultura.

Y si mantengo este juramento permitidme beber de esta copa.

Sino que mi propia copa se llene con agua”.

(Juramento de la rebelión de las mujeres. Lisístrata. Aristófenes. 411 a. C.)

 

Una “huelga de amor”, o sea, la negativa de las habitantes de una aldea a tener relaciones sexuales con sus maridos hasta que estos no las ayuden a transportar el agua es el argumento de La fuente de las mujeres (2011), fábula cinematográfica belga que se exhibió la noche de este sábado 6 de marzo en Espectador crítico.

Esta atractiva y original película nos ilumina sobre la igualdad entre los seres humanos, una problemática vigente aún en casi todo el mundo y cuyo componente filosófico resulta importantísimo.

Por ello, su guionista y director, Radu Mihaileanu, viajó con su lente hasta un pequeño pueblo de Oriente Medio, donde la tradición exige que las mujeres vayan a buscar agua, bajo un sol ardiente, a la fuente que nace en lo alto de una montaña. Allá, Leila, una joven casada y cansada de esta realidad, propone a las demás féminas una huelga de sexo, es decir, que no mantengan relaciones sexuales hasta que los hombres colaboren con ellas en la transportación del agua hasta la aldea.

Así, Mihaileanu construye todo un alegato por la igualdad de la mujer combinando tragedia y comedia, mientras demuestra, otra vez, su dominio del montaje en paralelo. Además, el cineasta rumano (establecido en Francia) realiza una valiente revisión/ actualización del Islam y su libro sagrado: el Corán. Porque a las mujeres de hoy la paz no les asusta y prefieren defender su felicidad por encima de su “honor”.

Por otra parte, en La fuente de las mujeres se utiliza como símbolo de su argumento al agua, ese recurso natural indispensable para la vida y tan delicado motivo de guerras de cara al futuro.

En dicho drama se muestran diálogos duros, transparentes, intensos, sentimentales y  comprensibles. Por ejemplo, aquellos referidos a las muertes de los niños todavía en el vientre de sus madres, cuando estas suben o bajan de buscar el agua. Y es que el largometraje de 136 minutos revela crímenes tales como las violaciones, los matrimonios por conveniencia, el maltrato físico y psicológico, entre otros.

También, la mixtura de lenguajes presentes tributa a la defensa de los derechos sexuales y reproductivos de las del sexo femenino, asunto que permanece constante durante todo el filme que transcurre en medio de un entorno rocoso, lleno de espinas, donde las mujeres ponen la nota de color con sus velos.

Allí, los días son sucios y las noches, oscuras (debido a la carencia de agua y electricidad, respectivamente), y solo algunas escenas con una verde vegetación nos invitan a refrescar la vista entre tantos amarillos, naranjas y marrones.

El discurso feminista omnipresente en La fuente de las mujeres, a su vez, destaca la importancia de la educación, así como de una sana y recíproca interacción entre hombres y mujeres, quienes aparecen en este poema audiovisual que recurre a actuaciones profesionales, pero no de forma exclusiva. Y es que todas y todos, juntos, sirven como líderes y lideresas contra la injusticia y el sometimiento.

Ahora, tampoco puedo olvidarme de la música, de los cantos tradicionales cuyas letras funcionan como verdaderos himnos en la película en cuestión, la misma que constituye un ejemplo de cómo el cine puede entretener y, a la vez, visibilizar problemáticas para desterrarlas de una vez y para siempre.