NOTICIA
Yaltus: amarga distopía parricida en clave animada
La proyección en el cine La Rampa de la cinta japonesa Yaltus (Uchu Senchi Baldios, 1981) dirigida por Kazuyuki Hirokawa, fue un verdadero blast from the past para todos los cubanos cuya niñez transcurrió en los años ochenta, traído a colación por la segunda edición del proyecto ¿Infancia? ¡Presente! que, coordinado por Abel Molina, rememora este período entre 1970 y 1990.
Tal época estuvo protagonizada audiovisualmente en gran medida por las animaciones cubanas, estadounidenses de la primera mitad del siglo, por las producidas copiosamente en la Europa del Este socialista, y por los animes nipones. Los últimos se llevaban en gran medida las palmas por sus dinámicas y espectaculares puestas en escenas, las historias que frisaban la perceptiva más adulta y por la explícita y estetizada brutalidad con algunos toques gore exhibida por muchos de sus títulos, Yaltus incluido.
Entre los títulos japoneses consumidos por los niños cubanos de entonces en las grandes y pequeñas pantallas —donde se proyectaban en abundancia y casi simultáneamente— descollaban títulos del subgénero mecha como los más globalmente icónicos Mazinger Z (1972), Gran Mazinger (1974) y el localmente famoso Voltus V (Chōdenjimashīnborutesu V, 1977), de focalizado éxito entre los públicos de Cuba y República Dominicana.
Los dos primeros robots, creados por el mangaka Gō Nagai, fueron indistintamente transmitidos como los seriales que son, o comprimidos por editores cubanos en largometrajes destinados a los cines. Voltus V, por su parte, se convirtió en una verdadera leyenda urbana por el final inconcluso que le confirieron en la “versión cubana”, donde se compactaron solo algunos de los cuarenta episodios originales. Todos los niños de entonces quedamos esperando por la “segunda parte” que nunca apareció, en la que concluiría el conflicto entre los terrícolas y el imperio Bozán. Yaltus y otro título tan popular y constante como Tecnopolicía en acción (Technopolice 21C, 1982) de Masashi Matsumoto y Shoji Kawamori sí eran largometrajes originales.
Decisivo en la proyección de la copia en alta definición cortesía del cineasta Miguel Coyula, fue el respeto por el doblaje de voces realizado entonces por el ICAIC, pues la remembranza hubiera sido incompleta sin este elemento sonoro.Todas las cintas y seriados mencionados nunca fueron recepcionados por los niños de los ochenta con sus voces japonesas originales o con doblajes provenientes de otras naciones; algo que sí sucedió con otros títulos de ciencia ficción tipo space opera, como el no tan recordado Fuerza 5 (SF SaiyukiStarzinger,1979), dirigido por Yugo Serikawa, y el mundialmente apreciado El pájaro de fuego (Hi no Tori 2772, 1980) dirigido por Suguru Sugiyama, comúnmente presentados en cine y TV en sus versiones en inglés con los correspondientes subtítulos en español.
Yaltus, como solo se conoce en Cuba el mega robot Baldios, es un largometraje conclusivo y resumen oficial de un serial de 31 capítulos nunca visto por nuestros públicos. Su relato resulta una distopía apocalíptica, que en sus inicios recuerda ligeramente la consabida génesis de Superman en el moribundo planeta Krypton, donde su padre Jor-El busca una solución para el cataclismo ecológico que lo destruirá. El joven Marin Reynolds (Reagan en la versión original) es habitante del agonizante S-1, y su padre brega por salvar su mundo, pero es frustrado en el momento de su triunfo por el general Gálvez (Zeo Gattler), un personaje que guarda muchas semejanzas con otro kryptoniano importante: el terrible General Zod.
Como Kal-El, Marin arriba a una Tierra bajo el asedio de las fuerzas invasoras de S-1, con la solución decisiva para repeler el ataque: su nave transformable en robot cuando se fusiona con otras dos de fabricación terrestre, muy al estilo del precedente Voltus V. Pero todas las acciones transcurren bajo el escepticismo xenófobo de sus compañeros de lucha, con los cuales mantiene una inevitablemente tirante relación.
Pero el relato termina vadeando meritoria y sorpresivamente sus dos principales anclajes referenciales: el origen filo kryptoniano de un protagonista que va ganando nítidos tintes antiheroicos a lo largo de la trama, y el marcado maniqueísmo de la historia de Voltus V, donde los defensores buenos repelen a los invasores malos —aunque el serial revela la ascendencia bazaniana de tres de los tripulantes—; a la vez que el propio protagonismo espectacular del robot es reducido considerablemente a favor del desarrollo de los conflictos entre los humanos, que terminan anulándolo ante el devastador tsunami inducido por Gálvez en la Tierra. Pudiera considerarse, entonces, una película antimecha.
La referida catástrofe, que inunda un gran porciento de la superficie emergida del planeta, sirve además para revelar climáticamente la titánica fatalidad que engulle a todos los implicados: S-1 es el futuro de la Tierra. Los invasores, que llegaron a través de un resquicio espacio-temporal, se la han pasado asesinando a sus antepasados, y estos a sus vástagos. La autofagia definitiva. El autogenocidio. El suicidio hirviente de sonido y furia.
A partir de entonces, la cinta se convierte en una contienda desesperada contra Gálvez, en una batalla inercial con que los implicados atenúan el clamor apocalíptico de las trompetas del juicio final. Ritmo y música incidental conspiran contra cualquier rutilante y frívola espectacularidad. Lo que resta es un pandemonio epilogar de más fuego y más muerte. De más demencia y destrucción. Un broche de sangre ideal para sellar el destino trágico de la especie.
Desde el principio, Yaltus hiede a damnación. Aparece marcado por un desaliento que solo se torna más abrumador secuencia tras secuencia. Las omnipotencias de un superman extraterrestre exiliado o de un súper robot —fruto y símbolo óptimo de la modernidad industrial— son deconstruidas, impugnadas y despedazadas bajo el peso inevitable del fatalismo belicista humano. La constante del miedo y la rapiña extermina a todas las demás variables posibles.