Video de familia

Una reivindicación: de Fresa… al Video, la familia, el que partió…

Jue, 05/20/2021

Se ha insistido hasta el cansancio en que Fresa y chocolate no es una película homoerótica1, sino un relato sobre la tolerancia, un llamado a la comunicación entre diferentes y un respeto a la otredad. De cualquier manera, sus protagonistas, el homosexual católico Diego y el joven militante comunista David, establecen un contrapunteo muy particular que convierte al filme en el ineludible referente en torno al cine de la diversidad sexual en Cuba. Es inevitable situar esta obra como bisagra para hablar del tema con un «antes» y un «después», incluso más allá del séptimo arte.

Diego, ya en los noventa, aunque con diez años de menos —como diría Silvio— y padres y hermanos, perfectamente pudiera ser Raulito, personaje referido pero núcleo dramático de Video de familia (2000), ópera prima del joven realizador Humberto Padrón, grabada justamente en tal soporte. Y aunque el tema de este mediometraje, premiado en Cuba y en varias partes del mundo, es la crisis de la familia cubana en los noventa, el motu de la implosión en la diégesis del filme es la revelación de un secreto: el que partió a los Estados Unidos es gay, y su examante —un personaje al que tampoco vemos— es quien acciona la pequeña cámara que graba el video casero mediante el cual todos los familiares reunidos mandarán sus saludos y nostalgias.

¿Y por qué se fue Raulito? No ahonda en ello la obra, que, como apuntábamos, se concentra en otros asuntos; sin embargo, lo sugiere o, al menos, ofrece claves muy precisas para que lo colijamos y analicemos. Si el gay de Fresa y chocolate siente la discriminación de la sociedad, principalmente de sus dirigentes, el de Video de familia, casi treinta años después, debe soportar la de esa célula mínima, concentrada, de aquella: la familia, expresión a pequeña escala de la sociedad toda, organismo también plagado de incomprensiones e intolerancias, negado al diálogo, si bien el «manto sagrado» del amor, y a veces, más aún, de las apariencias (re)presenta otras actitudes. Gregory Woods escribe:

Una vez que la homosexualidad es vista y se habla de ella como incompatible con la vida familiar, y especialmente cuando se supone que los homosexuales no se casan ni participan en la perpetuación del sistema teniendo hijos —como suele ser el caso—, la propia familia se convierte en campo de batalla en el que se disputan varias cuestiones básicas en la lucha por la liberación gay y por la autonomía de su subcultura.2

Aunque el final de Video de familia es conciliador y hasta feliz —ocurre así en la realidad—,3 antes de que llegue ese momento veremos en la pantalla posturas bien retrógradas y nocivas: el padre, que no por comunista, sino por extremista, rompe los vínculos afectivos; el hermano que, cariñoso a su manera pero machista obcecado, limita sus horizontes; la madre tierna y tolerante, pero también incomprensiva…

¿Por qué se va Raulito? Quizá ya no es objeto de burlas ni de miradas despectivas en su centro de trabajo o de estudios —o, al menos, estas han disminuido considerablemente—, como le ocurría a Diego; de ser artista, de seguro podría organizar la expo personal que le vetaron al Germán de Fresa y chocolate. Pero este joven tiene al enemigo en su propia casa: debe permanecer oculto, en el clóset, si no quiere ser objeto de la ira paterna, el desprecio del hermano, contando con las mediaciones piadosas de las mujeres (la hermana, la madre, la abuela quizá); le es imposible pensar en hacer vida de pareja, en presentar a quien ahora filma el video familiar que le enviarán aparentando que todo anda bien y que se le extraña. Raulito ha escapado, en fin, de otra cárcel a punto de derrumbarse por su falta de oxígeno, sus propias miserias, sus puertas cerradas a cal y canto a lo que huela a diferente y «fuera de la norma».

Humberto Padrón ha dado su voto porque esto no suceda más. El desenlace de su filme es el que desea antes de que eso ocurra: que nadie más tenga que marchar de su medio natural; que todos los Diegos y Raúles permanezcan en casa —la pequeña y la grande—; que el prójimo más cercano, y el menos, sepan apreciar al distinto; no solo que lo respeten, sino que lo sumen, lo asuman, le dejen habitar su tiempo y espacio, vivir y hacer, como en el presente fílmico de la obra lo hace, sumido en un silencio afirmativo y tenaz, la pareja del exiliado, quien se muestra como testigo y testimoniante, álter ego del (otro) cineasta: el que propone estas y otras reflexiones desde su lente desenfadado y desaliñado —emulando el del soporte que elige como medio expresivo—, el que, mientras rinde un cálido homenaje a Dogma 95,4 realiza su modesto pero medular aporte al diálogo entre diferentes, comenzando por la propia familia —una institución que puede ser reaccionaria y asfixiante— y sitúa un apreciable eslabón en el apenas esbozado cine gay en Cuba.

Notas: 

El escritor y crítico Andrés Isaac Santana ofrece una definición acerca del término, puesto de moda últimamente en los estudios sobre el tema. Refiere que homoerotismo es «un relato generalmente signado por lo marginal que opera por integración o complementariedad de dos álgidas categorías culturales: erotismo y homosexualidad. El prefijo homo remite, por convención cultural, a la homosexualidad, de lo que se deduce que el homoerotismo comporta, registra o sugiere las aproximaciones eróticas (o del tipo que sean) entre sujetos de un mismo sexo». En «La voz homoerótica», La Gaceta de Cuba, no. 5, sept.-oct., La Habana, 2003, p. 6.

Gregory Woods: Historia de la literatura gay, Ediciones Akal, Madrid, 2001, p. 357.

La educación sexual llevada a cabo, sobre todo en la prensa escrita —debe reconocerse la sistemática y útil labor de la columna Sexo sentido del diario Juventud Rebelde— y en ciertos espacios de la radio y la televisión, de conjunto con la propia evolución del pensamiento científico y social, han coadyuvado a un apreciable progreso en la mentalidad popular en los últimos tiempos, con respecto a la homosexualidad. No es extraño entonces que, en el filme que analizamos, sea la hermana del protagonista, más joven, quien asume la defensa de la «oveja negra» de la familia: en las nuevas generaciones, incluso en los heterosexuales, la aceptación del diferente se da de forma natural y espontánea. Pero aun las personas maduras, como se sabe, con otra formación y más prejuicios, en no pocos casos están demostrando un cambio positivo en este asunto, lo cual siempre va apareado al grado de sensibilidad y de cultura personales.

Dogma 95 es un movimiento fílmico nacido en Copenhague, en 1995, bajo el liderazgo de los directores daneses Lars von Trier, Thomas Vinterberg, Kristian Levring y Soren Kragh-Jacobsen. Rechazaba las reglas del rodaje convencional y se alejaba de los métodos actuales de producción. Implantó ciertas normas, de las cuales no podía apartarse: declinación de escenarios artificiales, uso absoluto de la cámara en mano, fotografía natural sin elaboración, espíritu amateur de un cine con bajo presupuesto y total improvisación, así como rechazo a las nociones de cine de género y de autor e indiferencia por el éxito comercial. En las últimas películas de Von Trier, paradójicamente hay una vuelta a un cine cada vez más anti-Dogmático.

(Fragmento del ensayo "Fresas no tan silvestres. Buceando en el audiovisual cubano", incluido en el libro Diferente. Cine y diversidad sexual, Ediciones ICAIC, 2021)